Una encuesta realizada en el reciente Foro de Davos, en Suiza, arrojó un resultado preocupante aunque anunciado: dos tercios de los economistas de primer nivel consultados aseguraron que la economía mundial entraría en recesión en 2023. Y, como consecuencia, más despidos masivos por parte de las grandes multinacionales, tal como viene ocurriendo desde 2022.
En este contexto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio a conocer su informe de perspectivas para este año en materia de empleo, titulado “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias 2023”, en el que señalan que las actuales y las venideras condiciones harán que los trabajadores deban aceptar empleos de peor calidad, peor pagos y carentes de protección social.
A nivel global, para este año se prevé un aumento del 1% en la tasa de empleo, es decir, menos de la mitad de lo registrado en 2022, en comparación con 2021. Es más, crecerá el desempleo en unos 3 millones de desempleados, alcanzando un total de 208 millones.
Desde el comienzo de la pandemia, en 2020, hasta 2022, la tendencia era hacia una caída del desempleo, pero en 2023 la curva comenzará a descender, producto de la pérdida de puestos ofrecidos en las principales potencias, que son las de mayor impacto en los indicadores mundiales. Así, se cerraría 2023 con 16 millones más de desempleados que en 2019.
Pero no solo se trata de cantidad, como se afirmaba, sino también de calidad. Para la OIT, «la calidad del empleo sigue constituyendo una de las principales inquietudes», ya que «el trabajo decente es primordial para facilitar la justicia social». Lo que ocurre es que la actual situación no permite ser demasiado optimistas.
“Muchos trabajadores se verán obligados a aceptar empleos de peor calidad, con frecuencia insuficientemente remunerados, y, en ocasiones, sin contar con las horas de trabajo necesarias”, sostiene el organismo, mientras la alta inflación golpea fuertemente esos ya escasos ingresos, aumentando también los números de pobreza.
En este marco, la OIT dio a conocer una nueva metodología para determinar las necesidades no satisfechas en materia de empleo, y por eso se le llama “déficit mundial de empleo”. Esto abarca tanto las personas desempleadas como las personas que desean trabajar pero que no buscan empleo activamente (por falta de motivación o por tener que cumplir otras obligaciones, en particular responsabilidades asistenciales). Según este índice, el déficit mundial de empleo registrado en 2022 fue de 473 millones de personas, unos 33 millones más que en 2019.
UN MUNDO CONVULSIONADO
Para la OIT, las razones de este oscuro panorama laboral son diversas, pero claramente entre ellas se destacan las tensiones internacionales, comenzando por la guerra en Ucrania. Y a esto se suma los problemas en las cadenas de suministros, potenciados por el Covid en China, la amenaza de invasión en Taiwán y las crisis entre Corea del Norte y Corea del Sur.
Todo esto favoreció la inflación, y esta a la suba de las tasas de interés de las principales potencias, lo cual obligó a las naciones emergentes a seguir la misma senda. Así se verifica hoy un anunciado escenario de estanflación (estancamiento económico más inflación), lo cual no ocurría desde 1970.
De hecho, antes de empezar 2023 el marco es adverso en muchos sentidos. Por caso, la tasa de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo alcanzó el 47,4% en 2022, frente a un 72,3% de los hombres. De este modo, por cada hombre inactivo hay dos mujeres en la misma situación.
Asimismo, a los jóvenes de entre 15 y 24 años se les hace casi imposible encontrar un empleo digno: su tasa de desempleo es tres veces superior a la de los adultos, y uno de cada cinco no trabaja, no estudia, ni participa en algún programa de formación.
En un análisis por regiones, para América Latina y el Caribe se prevé que el aumento anual del empleo se sitúe en torno al 1%. En tanto, en América septentrional el aumento del empleo será muy leve o inexistente, mientras crece el desempleo.
Al respecto, Gilbert F. Houngbo, director general de la OIT, afirmó: “La superación de todos esos retos requiere que colaboremos para facilitar el establecimiento de un nuevo contrato social a escala mundial. La OIT abogará por una coalición mundial que promueva la justicia social a fin de lograr el apoyo necesario a tal efecto, formular las políticas pertinentes y sentar las bases del futuro del trabajo».
Finalmente, y en ese mismo sentido, el director del Departamento de Investigaciones de la OIT y coordinador del informe, Richard Samans, anticipó: “El menor ritmo de aumento del empleo a escala mundial significa que las pérdidas ocasionadas durante la crisis de COVID-19 probablemente no se compensen antes de 2025«.