En el corazón de la Patagonia argentina, entre montañas, bosques vírgenes y ríos de deshielo, un ambicioso proyecto avanza casi en silencio. En una zona remota de Río Negro, los intereses de la realeza qatarí dieron forma a una megaestructura que combina lujo, energía y naturaleza.
La inversión, impulsada por figuras de alto perfil como el emir Tamim bin Hamad Al Thani, se desarrolla sobre un extenso territorio de 10.000 hectáreas cercanas al río Villegas.
Todo comenzó en 2017, cuando la empresa Baguales Acquisitions S.A., con vínculos directos con la corona de Qatar, adquirió estas tierras a manos del grupo belga Burco.
La zona, conocida por su atractivo turístico de alto nivel, ya contaba con un exclusivo centro de esquí. Pero los nuevos dueños no se conformaron con eso: iniciaron la construcción de una residencia privada de lujo para el emir, enclavada en la mesada Baguales, a escasos kilómetros del cerro Carreras.
Además de la mansión, el plan incluye la instalación de tres centrales hidroeléctricas en el arroyo Baguales, destinadas a abastecer de energía al complejo. En 2019, el gobierno provincial autorizó el uso de agua de dominio público para este fin, aunque no se difundieron los detalles sobre el posible impacto ambiental. Así, el proyecto se sumó a una lista creciente de inversiones qataríes en el país, como las iniciativas de exploración offshore que desde 2019 desarrollaron junto a Shell.
El misterio sobre el monto total de la inversión persiste, pero lo que sí está claro es que se trata de un enclave de difícil acceso, ubicado a más de 1.700 metros sobre el nivel del mar, donde también avanza un desarrollo inmobiliario exclusivo. Este sitio, diseñado como refugio de lujo, ofrece una vista privilegiada de la cordillera de los Andes y está rodeado por un entorno natural protegido.
El componente energético del proyecto ha llamado la atención, no solo por la construcción de las hidroeléctricas, sino también por el control de los recursos hídricos en una región donde este tema es especialmente sensible. Aunque se han presentado informes oficiales, los detalles técnicos siguen siendo limitados y el hermetismo alimenta el debate público sobre el impacto ambiental y la propiedad de tierras en zonas estratégicas.
Mientras tanto, la presencia de la familia real qatarí en la Patagonia despierta preguntas que van más allá del turismo o las inversiones privadas. ¿Qué otros intereses se tejen detrás de esta imponente infraestructura? ¿Cuánto poder representa el control de miles de hectáreas en uno de los rincones más puros del país?
El tiempo y las decisiones políticas dirán si este megaproyecto se convierte en un modelo de desarrollo o en un símbolo de desigualdad territorial.