(Entrevista realizada por Liliana Franco, Editora de Economía de Newsweek, para la edición impresa).
La directora Ejecutiva de Eco Go Consultores se opone a la dolarización porque va en contra de la imperiosa necesidad de construir una moneda. Considera que, sin margen para el gradualismo, es urgente un programa de estabilización de shock de precios relativos que acelere el ajuste fiscal.
N: ¿Por qué Argentina, a pesar de las oportunidades que tiene, acumula fracasos?
–Un poco de mala suerte y mucho de mala praxis y cortoplacismo en la toma de decisiones de la política. Es sorprendente cómo, no importa los grados de libertad que nos brinde el mundo y el salto de competitividad que, a pesar del quiebre traumático en 2001, nos había dejado la convertibilidad, volvimos a recrear el mismo círculo perverso. Círculo que arranca con gobiernos “populistas” que llegan al poder con la economía en recesión y el dólar adelantado y distribuyen para crecer y consolidarse en el poder hasta tropezarse con desequilibrios macroeconómicos insostenibles que les impiden seguir forzando el corto plazo. Y gobiernos “neoliberales” que intentan hacer ajustes para devolverle competitividad a la economía apelando al crédito en dólares, que se corta antes de tiempo y termina en una crisis macroeconómica más aguda.
La diferencia es que esta vez, un gobierno peronista agarró a fines de 2019 una economía que no había terminado de aterrizar y, pandemia mediante en el año para corregir “el no electoral”, volvió a recrear los mismos desequilibrios de 2015 pero montados sobre una tasa de inflación que corre mucho más rápido, un banco central descapitalizado y un riesgo país de 2.700 puntos básicos después de haber reestructurado agresivamente la deuda con privados y haber alcanzado un acuerdo con el FMI.
Al revés de lo que nos enseñan en la facultad acerca de que la política económica debe maximizar la tendencia y minimizar el ciclo, en Argentina siempre maximizamos el ciclo con una tendencia extraordinariamente mediocre. “Ciclos de ilusión y desencanto” los llama Pablo Gerchunoff.
N: ¿Qué necesitamos para quebrar décadas de estancamiento y frustración? ¿Un acuerdo político?
-Efectivamente, hace falta construir consensos que alarguen el horizonte de las decisiones de política en un país que tiene elecciones cada dos años. Nada fácil en un país agrietado que sigue discutiendo, ahora por Twitter, si la salida es con más mercado o más estado o si Cristina se endeudó más que Mauricio o Mauricio más que Cristina, cuando el país perdió el superávit fiscal heredado de la salida de la convertibilidad en 2009 y el superávit externo en 2011. O quién es el culpable de que con los incentivos que se dieron a la producción de Gas, no hayamos podido construir el Gasoducto ni una planta de licuefacción y sigamos quejándonos de la restricción externa mientras pagamos por los barcos de LNG.
El principal consenso es que no es posible crear las condiciones para un crecimiento sostenido, que al mismo tiempo lleve a una mejora en las condiciones sociales del país sin estabilidad macroeconómica y esto implica algún grado de disciplina fiscal. El financiamiento monetario y la deuda para financiar la brecha fiscal sostenida en el tiempo termina inevitablemente mal en un país sin moneda y sin mercado de capitales.
Obviamente detrás de este consenso hay una pelea por la distribución del ingreso. Yo digo son cuatro:
Sector Público – Sector Privado: esto es cuanto y como se recauda, y cuánto y cómo se gasta.
Nación – Provincias: quién recauda y cómo se distribuye (la coparticipación pendiente de 1994) y quién gasta y en qué.
Precios Relativos – Hoy tenés una economía cerrada y con brecha cambiaria confiscatoria que hace que los precios de los bienes en Argentina (sobre todo los durables y semidurables) sean ridículamente caros y los precios de los servicios regulados ridículamente baratos.
Capital – Trabajo: esta es la que había acelerado el kirchnerismo atrasando el dólar y adelantando los salarios y desde la fuerte toma de ganancias que arrancó en Argentina en 2018, la que a la fuerza se corrigió.
Todos llaman al consenso, el problema son los contenidos detrás de la palabra consenso: en Argentina todos estamos de acuerdo con que el ajuste lo pague el otro.
N: Defina las políticas centrales que usted implementaría para salir del estancamiento.
-La construcción de una moneda es condición necesaria para evitar que el ahorro siga buscando refugio en el exterior y se redireccione a financiar la inversión y al crecimiento. Sin margen para el gradualismo (no tenés crédito, pero además la nominalidad de partida hace que la corrección gradual de precios rezagados te condene a una tasa de inflación cada vez más alta), requerís urgente un programa de estabilización de shock de precios relativos que acelere el ajuste fiscal. Algo que, a mi juicio, requiere medidas compensatorias para mitigar los impactos distributivos para evitar un Caracazo.
En simultáneo, requerís una agenda de competitividad en un mundo donde el capital y el trabajo saltan fronteras y esto implica cambios en el régimen laboral, previsional y tributario que en simultáneo reduzcan la enorme informalidad de la economía.
No hay reforma previsional viable sino se hace algo con los regímenes especiales, y mucho menos si sólo 4 de cada 10 ocupados lo hacen en blanco. Y tampoco hay margen para bajar impuestos y en simultáneo hacer el ajuste fiscal si no reducimos la evasión impositiva: hoy la presión fiscal normativa consolidada es cerca de la mitad de cualquier bien o servicio, pero la presión impositiva efectiva es de sólo el 31%.
N: Hace décadas que los argentinos atesoran dólares. ¿Se debe implementar la bimonetización?
Facilitar el uso del dólar en las transacciones económicas y en los contratos a mi juicio va a contramano de la imperiosa necesidad de construir una moneda. Sobre todo, si se pretende usar como atajo el uso del dólar para intermediar el ahorro a través del sistema financiero y/o el mercado de capitales. Recordemos que la prohibición de que los bancos presten en dólares a las personas y/o empresas que cobran en pesos es una de las pocas políticas de Estado que se mantuvo a la salida de la Convertibilidad y fue la que permitió mantener los bancos en pie frente a la salida de la mitad de los depósitos en dólares en el arranque del segundo gobierno de Cristina cuando se fueron la mitad, y de nuevo después de las PASO en 2019 cuando volvió a salir el 50% de los depósitos en dólares.
El problema es que, si seguimos dilatando la construcción de una moneda y a estas tasas de inflación, la dolarización contractual se va a dar de facto.
N: ¿Conviene dolarizar la economía?
-No. Por tres motivos:
- La dolarización tiene costos asociados en términos de que quedás atado al ciclo de una economía con características bien distintas a la tuya, y sin un prestamista de última instancia. termina generalmente mal cuando cambian las condiciones externas para el país. Lo vimos en la convertibilidad.
- No tenés reservas suficientes para dolarizar. Con el balance del BCRA actual, canjear la base monetaria ($4,2 billones) por las reservas netas disponibles ($4,5 mil millones) requiere un dólar de casi $1.000, consistente con una hiper. Y acá no estás considerando los dólares necesarios para respaldar los depósitos en los bancos, que no es evidente que se quedarían libremente en el sistema en mitad de semejante cimbronazo.
Los esquemas propuestos de dolarización que hay sobre la mesa suponen un aumento en el endeudamiento en dólares del país (no evidente) para canjear la base monetaria a un dólar marginal, pero además suponen la creación de un banco de reservas que incluya en los activos la deuda intrasector público (la del BCRA y la de la ANSES). Aún suponiendo que el financiamiento estuviera disponible, arrancan la creación de un esquema rígido aumentando el endeudamiento de partida de la economía. No luce muy sostenible.
- La dolarización no te evita la corrección pendiente de precios relativos que tiene la economía, y obviamente requerís un ordenamiento en las cuentas públicas. La lógica indicaría que hagas lo que tenés que hacer, sin tirar la llave al río.
N: ¿Cuál es la mayor dificultad para que Argentina pueda entrar en una economía estable?
-Insisto en que es dilapidar las oportunidades por maximizar siempre el corto plazo de cara a la próxima elección. Si sólo tomás decisiones cuando estás con la soga al cuello, de un lado y el otro de la grieta, estás condenado al ajuste brusco por las malas. Lamentablemente en 2016 había margen para el gradualismo y se desaprovechó. En 2020, con la macroeconomía ajustada, requerías un programa de estabilización que frene la inercia y normalice la deuda. Incluso en 2021, después de la pandemia y el enorme financiamiento monetario, volviste a tener una oportunidad.
N: El gasto público es otro de los grandes problemas. ¿Qué haría con los planes sociales y las jubilaciones?
-Hoy más de una tercera parte del gasto público son transferencias: jubilaciones 12% del PIB (de los cuales casi la mitad son regímenes especiales), Planes Sociales 1% del PIB y subsidios para compensar a las empresas por el congelamiento de tarifas, más de 3% del PIB.
Los subsidios, necesariamente, tenés que racionalizarlos, y eso implica tarifas más altas. El problema es que no podés subir tarifas en función de los costos con este nivel de ingresos de la población si no bajás los precios de los bienes. Y eso implica mayor competencia y una mejora en la productividad en toda la cadena productiva.
Los planes sociales no tienen un impacto presupuestario muy grande y han ayudado a mantener la temperatura de la caldera social de una economía que no crea empleo formal desde hace 10 años y que además enfrenta serios problemas de capital humano en sectores bajos, en gran medida como contracara de las ineficiencias del sistema educativo.
Obviamente detrás están los que manejan la caja de los planes sociales, que lejos de pretender una normalización de la economía, cambios en el régimen laboral y una mejora del sistema educativo que incluya a los sectores postergados, pretenden sindicalizarlos perpetuando el status quo actual.