Por Juan Luis González
Mateo Salvatto se mudó en noviembre. Hasta entonces, a pesar de haber creado una aplicación que se usa en 65 países de todo el mundo, vivía en un monoambiente ubicado en el barrio de Belgrano. “Es que soy más bien austero”, dirá luego, en esta entrevista.
Durante la mudanza pensó en varias cosas. Como no podía ser de otra manera, primero se le pasó por la cabeza lo difícil que es realizar una tarea de ese estilo a esta altura del año y, sobre todo, cuando la Selección de Lionel Scaloni se juega a todo por el todo en el Mundial. Seguido a esa idea también estaba (“no te voy a mentir”) el conteo de los días que faltan hasta que lleguen enero y sus ansiadas vacaciones. Pero, guardada en algún hueco de la memoria había además un aniversario dándole vueltas: en estos meses se cumplieron 70 años exactos desde que el abuelo del joven se subió a un barco en España para venir a probar suerte a la Argentina más prospera de aquellos tiempos.
“Mi abuelo, en 1952, se subió a un barco en Galicia escapándose de lo que llamamos ‘el Primer Mundo’ a lo que mal llamamos ‘el Tercer Mundo’. Venía con una mano adelante y otra atrás. Y no es que se escapó a Argentina porque giró un globo terráqueo y de milagro vio el país, sino que se vino acá porque era el mejor país para vivir en aquel momento. Desgraciadamente esto nunca lo llegué a hablar con mi abuelo porque se murió cuando yo era muy chico, pero yo siento que él se murió pensando que lo cagaron. A mí lo que me gustaría es demostrarle que no”.
ARGENTINA
El nieto de ese español que vino a probar suerte tiene apenas 23 años. Sus padres fueron primera generación de profesionales en su familia: él contador y ella profesora de Lenguaje para personas con discapacidades en la comunicación. El trabajo de su madre explica una parte importante de lo que luego fue la vida de Mateo: él, muy joven y fanático de la tecnología, quería ayudarla en la comunicación con sus alumnos y deseaba ayudarlos también a ellos y a sus familias. Así creó, a los 18 años, “Háblalo”, una aplicación que facilita este proceso y que originalmente estaba pensada para ayudar a su madre y a sus estudiantes. Lo que pasó luego fue inesperado, sobre todo para él.
Salvatto le pidió 25 dólares a su familia (la única ayuda directa que tuvo de sus padres) para publicar la aplicación en la tienda de Google. Antes de que se diera cuenta, “Háblalo” se empezó a viralizar en las redes y en los medios. Hoy esta app (que sigue siendo gratuita, y que no necesita de conexión a internet para usarse) funciona en más de 50 idiomas y, cuenta Mateo, esperan que el año que viene desembnarque con fuerza en Europa y en los Estados Unidos.
Con apenas 23 años, Salvatto (que tiene una tecnicatura en Electrónica y estudió la carrera de Analista de Sistemas en la ORT) conduce, junto a sus socios, Asteroid Technologies, la empresa dentro de la cual está la aplicación. Como esa herramienta no le cobra a los usuarios, se financia a través de contratos comerciales entre los que están el Banco Santander, Grupo San Cristóbal, la cadena inmobiliaria Remax, Nespresso, Más Visión, y también tienen un acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros.
“Y yo siento (y esto puede estar bien o mal depende de quién lo analice, pero no es ‘tribunero’ para nada, sino que realmente lo pienso) una especie de responsabilidad de alguna forma, de decir ‘che, estoy en este país, estoy armando lo mío, me está yendo bien, quiero laburar para que a un montón de otra gente le vaya bien también’”.
N: O sea, no comparte esa idea de que hay que irse de Argentina para poder tener una buena vida.
– A ver, algunas cosas son más fáciles afuera, pero ojo, no en todo el mundo. Hay una tendencia generalizada, que yo siempre trato de contrarrestarla, de que en cualquier otro lado se vive mejor; y no, no es así. Para nada. Para la región, por ejemplo, Argentina tiene muy altos niveles de calidad de vida. Los problemas macroeconómicos son importantísimos y no los podés ocultar, pero Argentina, para lo que es Latinoamérica, es un gran país para vivir; y particularmente Buenos Aires como ciudad también lo es.
Se acaba de mudar. ¿Nunca se le ocurrió emigrar, mudarse afuera del país?
– Como poder, podría. Podría hacer mi laburo desde afuera, pero si te soy honesto, prefiero el esquema de hacer crecer a una empresa de acá para afuera, para Argentina y para afuera. Alguna gente piensa que lo mío es demagógico, pero no: yo soy un fanático de este país. Alguna vez, cuando era más chico, pensé en irme a estudiar a una universidad en Estados Unidos. ¿Viste que la gente cree que el sueño de todos los tecnólogos es irse a vivir allá? Pero la verdad es que yo fui muchas veces y no me encuentro, no me veo viviendo en Estados Unidos. Me gusta mucho Argentina, me gusta mucho vivir acá, me gusta mucho la gente, la comida, el clima, todo. Además, hay una carga emocional. Le quiero demostrar a mi abuelo que no lo cagaron. Me gustaría que Argentina volviera a ser una oportunidad para el mundo, no sólo para los inmigrantes, sino para todos los argentinos, para que puedan proyectar una vida acá, un futuro y no tengan que estar pensando si se van o se quedan.
TRABAJO
De todas las cosas que le llamaron la atención del Mundial de Fútbol, hay una que, para Salvatto, sobresalió: el bullying que sufrieron en las redes y también en la vida real algunos argentinos a los cuales se acusó públicamente por un resultado adverso de la Selección contra Arabia Saudita. El joven emprendedor sintió empatía: él también abandonó Twitter, cuenta, cansado de “perder tiempo” con los insultos que suelen poblar esa red social.
“Cerrar mi cuenta de Twitter fue un gran paso, me vino muy bien, fue salir de ese bardo constante que a mí particularmente no me gusta. Últimamente pasa algo muy llamativo: la gente se olvida que esas personas a las que se insulta son seres humanos. Yo estoy muy lejos de esa escala, pero pensá el caso de Messi: se olvidan que es una persona que tiene hijos y familia. Para mí, el mejor cachetazo, en este sentido, es cuando Messi contó que le tuvo que explicar a su hijo por qué jugaba en la Selección. Le había preguntado por qué jugaba ahí si la gente lo insultaba. Y cuando ves eso, caes un poco en la realidad, estás insultando a una persona que la rompe, cuando vos querés patear un penal con el arco vacío y le errás. Y eso pasa con todo. Es gente que se mata trabajando en lo suyo y se piensan que la pegaron por suerte, por algo raro, porque tienen un curro, no sé. Creo que es algo hasta un poco humano, pero es un tema más para un filósofo que para mí.
¿Cómo trabajó eso?
– De varias maneras. Cerrar Twitter ayudó bastante. También trabajándolo con mi gente, enfocándome, con amigos, psicólogo. A ver…, ser líder de un grupo de personas, manejar un proyecto, una empresa, clientes, ya es algo difícil de por sí. Es algo solitario en un punto, y está bien, es así; es un poco lo que es el “trade off” de este laburo. Es jodido, pero te tenés que acostumbrar. Ahora, si a eso le agregás que hay quinientos vagos que te insultan, es más jodido aún.
¿Usted tuvo que pelearla contra estos prejuicios?
– Me pasó mucho escuchar “este pibe”, pero la que más me pasó es “bueno, sí, yo también si mis viejos me prestan guita, hago una empresa”, lo que es fácticamente falso. Mis viejos nunca tuvieron guita, siempre fuimos de clase media y, en el mejor momento, podíamos viajar al exterior una vez por año. Nunca me faltó nada de nada, pero hice la empresa con cero plata. Lo único que me prestó mi viejo fueron los 25 dólares que costaba publicar la aplicación en la tienda de Google en el 2016 y después se los devolví (risas). Ojo, obvio que me ayudaron con tiempo y apoyo familiar y lo siguen haciendo, pero la gente muchas veces te dice “si hubiera nacido en una familia de guita como vos, hubiera tenido una empresa”. Y nada que ver, es mentira. Pero bueno, esto pasa mucho, todo el tiempo, y no podés ponerte a responderle a cada persona. Igual no me quejo. Hoy, habiéndolo laburado, me da igual lo que la gente opina, o piensa, o no piensa. Es incontrolable eso. Uno hace todo con la mejor intención.