El 26 de julio pasado, se produjo en Níger, en el corazón de África Occidental, el séptimo golpe de Estado en esa región en los últimos tres años. Una junta militar tomó el control del país ante la creciente preocupación de las naciones vecinas, agrupadas en la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (Cedeao).
Este bloque está reunido casi de manera permanente para evaluar acciones para que los militares den marcha atrás y liberen y repongan en el poder al presidente Mohamed Bazoum.
De hecho, la Cedeao lanzó esa advertencia y estableció una fecha límite: este domingo. Una vez vencido ese plazo, amenazó con un poner en marcha operaciones militares para ejecutar una intervención.
Pero la junta se viene negando. En ese sentido, se organizó un acto de apoyo al golpe en el estadio de la capital, Niamey, donde miles de personas avalaron el accionar del gobierno de facto. Allí, los militares rechazaron el ultimátum de África Occidental.
Este domingo por la noche, ya cumplido el plazo de la advertencia, se espera un inminente ataque de las fuerzas de los países vecinos, y por eso la junta decidió cerrar el espacio aéreo nigerino. “Ante la amenaza de intervención cada vez más evidente, el espacio aéreo nigerino queda cerrado a partir de hoy», afirmaron a través de un comunicado.
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En ese aspecto, la junta aseveró que existen preparativos militares en dos países vecinos, pero no dieron ni detalles ni pruebas sobre estas afirmaciones. Y advirtió: «Las fuerzas armadas de Níger y todas nuestras fuerzas de defensa y seguridad, respaldadas por el apoyo incondicional de nuestro pueblo, están preparadas para defender la integridad de nuestro territorio».
Níger tiene, como muchas naciones de los países subdesarrollados (en este caso, pertenece a la región del Sahel, una de las más pobres del mundo), una enorme riqueza natural en contraste con la pobreza extrema de su población. Se trata de un territorio clave para la extracción de uranio y petróleo, por lo que es considerada una plaza estratégica nada menos que por EEUU, Europa, China y Rusia, además de las fuerzas islamistas que históricamente buscan quedarse con este bastión energético.
(Con información de Reuters)
