A través de un discurso televisado, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, confirmó que sus tropas siguen avanzando rápidamente hacia el este del país, recuperando a gran velocidad los territorios que habían sido ocupados por las fuerzas rusas. De ese modo, quedaría preparado el terreno para una embestida contra los ocupantes en la región del Dombás.
Al respecto, el mandatario afirmó: “Los ocupantes están claramente en pánico por la velocidad en las zonas liberadas. La velocidad con la que se mueven nuestras tropas. La velocidad en el restablecimiento de la vida normal».
Estas palabras, aseguran, tienen varios objetivos. El primero es llevar esperanza a las poblaciones todavía bajo control de Rusia; el segundo, desmotivar a las fuerzas invasoras, en crisis por la falta de refuerzos ante una presunta política de repliegue; y el tercero, apurar la entrega de armas por parte de las potencias occidentales.
«Estamos haciendo todo lo posible para garantizar que las necesidades de Ucrania se satisfagan a todos los niveles: defensa, financiero, económico y diplomático», sostuvo Zelenski, quien sugirió que podría enviar un video respecto a este tema a la Asamblea General de la ONU, que se celebra este martes en Nueva York.
Según Reuters, las fuerzas ucranianas ya recuperaron el control de la aldea de Bilohorivka (a 10 kilómetros de Lisichansk) y se preparan para recuperar la provincia de Luhansk, de acuerdo a lo informado por el gobernador Serhi Gaidai. «Habrá combates por cada centímetro», aseguró a través de Telegram.
Luhansk es una escala clave en la “operación militar especial” de Rusia, que busca quedarse con la región del Dombás, fuertemente industrializada. Por eso, el ejército ucraniano, tras liberar Jarcov, marchó hacia Luhansk en una operación relámpago, empujando a los soldados rusos hacia la frontera,
¿SALIDA POLÍTICA?
Ante una inminente derrota, desde Moscú empezaron a aceitarse los mecanismos políticos para empantanar el terreno. El jefe de la administración separatista de Donetsk, Denis Pushilin, que tiene sede en la capital rusa, pidió a los separatistas de Luhansk unir esfuerzos para celebrar un referéndum para anexarse a Rusia.
Las autodenominadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, que Putin ha reconocido como independientes en los instantes previos a la invasión, además de las regiones de Jersón y Zaporiyia, pidieron ir a las urnas en menos de 24 horas.
Los terrenos que ocupan estas regiones significan un 15% del territorio ucraniano, una franja comparable a la superficie de Hungría o Portugal.
Lugansk y Donetsk, según los líderes separatistas, realizarían sus referéndums entre el 23 y el 27 de septiembre. Y Moscú validó estos comicios. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirmó: «Desde el principio de la operación dijimos que los pueblos de los respectivos territorios debían decidir su destino y toda la situación actual confirma que quieren ser dueños de su destino».
Los pasos de Putin en esta zona están siendo seguidos de cerca y con preocupación por parte de EEUU y Europa: si Rusia decide quedarse con territorio ucraniano, significaría un desafío formal a las potencias occidentales a entrar al conflicto, lo cual podría desencadenar en un eventual enfrentamiento con armas nucleares. Así lo han señalado distintos expertos militares, que dudan de cuál pueda ser la reacción de un Putin acorralado.