En las afueras de Al-Qutayfa, una ciudad situada a 30 kilómetros al norte de Damasco, una gran cantidad de tierra cubre el acceso a un recinto amurallado. Rodeado de muros de hormigón y del tamaño de dos campos de fútbol, este lugar fue utilizado durante más de una década como fosa común por el régimen de Bashar al-Assad.
Según reveló un artículo de The Economist, se considera una de las mayores fosas de este tipo en Siria. Aunque el área ahora está en manos de los nuevos gobernantes, reina el silencio entre los habitantes.
Los habitantes relatan que, durante las noches, excavadoras y camiones refrigerados llenos de cadáveres llegaban al lugar. En un principio, las fosas no eran lo suficientemente profundas, lo que permitía que perros callejeros desenterraran los cuerpos. Esto llevó a los soldados a cavar aún más.
Durante los primeros años de la guerra civil siria, el régimen intensificó su control y utilizó métodos brutales para sofocar la oposición. Las cárceles se llenaron de prisioneros políticos y las ejecuciones masivas se convirtieron en una práctica habitual.
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Organizaciones de derechos humanos utilizaron imágenes satelitales para localizar la fosa, pero no hay cifras exactas sobre cuántos cuerpos podrían estar enterrados. Algunos estiman que podrían ser más de 100.000, lo que convertiría a esta fosa en la más grande del mundo.
En toda Siria, millones de personas siguen buscando respuestas sobre sus familiares desaparecidos. Para muchos, las fosas comunes son la única esperanza de obtener información. Un granjero local expresó la angustia colectiva: “La madre de un muerto puede dormir, pero la madre de un hijo desaparecido nunca lo hará”.
Aunque el régimen cambió, el silencio y el miedo siguen presentes en Al-Qutayfa, mientras el país intenta enfrentarse al peso de su historia reciente.
