En los últimos días, uno de los videos más compartidos en redes sociales chinas no tiene que ver con influencers ni tecnología, sino con un discurso del mismísimo Mao Zedong. En su mensaje, grabado durante la guerra de Corea, el líder comunista hablaba de una lucha sin rendición contra Estados Unidos.
El timing no es casual: el resurgir de ese clip se da justo cuando la tensión comercial con Washington vuelve a escalar, encendiendo el sentimiento nacionalista en todo el país asiático.
Lo que comenzó como una disputa arancelaria impulsada por Donald Trump se ha convertido en una verdadera cruzada patriótica. Plataformas como Weibo y Douyin se llenaron de llamados al boicot de productos estadounidenses, mientras comercios pequeños anuncian que dejarán de vender artículos hechos en EE.UU. Algunos incluso van más allá: si un cliente es estadounidense, deberá pagar un sobreprecio de hasta el 145%, como declaró un restaurante en Hangzhou, comparando ese monto con los aranceles impuestos por Trump.
La narrativa se radicalizó aún más cuando el Gobierno chino impuso aranceles del 125% a las importaciones estadounidenses, mientras funcionarios como Mao Ning, vocera del Ministerio de Exteriores, compartían frases como: “No tememos las provocaciones”. Los ecos del pasado se mezclan con la realidad: el nacionalismo digital se convierte en una herramienta de presión interna, justo cuando Xi Jinping enfrenta una economía golpeada por la crisis inmobiliaria, la deflación y el alto desempleo juvenil.
Los sectores más afectados, como el de los productos electrónicos, recibieron un leve alivio cuando Trump anunció que ciertos dispositivos —como celulares, chips y computadoras— quedarían exentos de sus nuevos aranceles. Pero la tranquilidad duró poco: el lunes, la Casa Blanca aclaró que esas exenciones no aplicarán a muchas pequeñas empresas chinas, lo que sumó más confusión al ya volátil panorama económico.
En paralelo, Xi Jinping emprendió una gira estratégica por el Sudeste Asiático, visitando países como Vietnam, Malasia y Camboya, donde China ya había trasladado fábricas en la primera guerra comercial. Según fuentes de Reuters, Pekín activó su “modo guerra” para reorganizar sus oficinas clave frente al embate de Trump. Y mientras los discursos de Mao circulan como símbolo de resistencia, el tablero global vuelve a girar al ritmo de una nueva guerra, esta vez económica… pero igual de ideológica.