Una mañana de agosto de 2014, el doctor Richard Saenz Coen recibió una llamada de teléfono de la ministra de Salud de Nicaragua. Necesitaba un ginecólogo muy cualificado para hacerle una cesárea a una mujer que estaba dando a luz, inmediatamente.
El Dr. Saenz fue escoltado a un hospital público, que estaba prácticamente vacío, cerrado por las fuerzas de seguridad y la policía. Cuando llegó al quirófano le sorprendió verlo ocupado por parapoliciales armados. Un hombre vestido de civil le agarró la mano y le dijo en un tono amenazador: “Sabes en qué te estás metiendo”. Un par de horas después aparecieron fuera del quirófano el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa, la actual vicepresidenta, Rosario Murillo. El Dr. Saenz acababa de traer al mundo a su nieto. El presidente le dio la mano y le agradeció sus servicios.
El Dr. Saenz nunca habría pensado que, apenas unos años más tarde, este mismo presidente —sobreviviente de la tortura y revolucionario durante el levantamiento sandinista contra la dictadura de Somoza en la década de 1970— supervisaría su despido, prisión, tortura y exilio y los de otros colegas suyos, profesionales de la salud.
El Dr. Saenz huyó de Nicaragua en junio de 2021. “Prisión, ruina económica, represión y, ahora, el exilio” fue el precio que pagó por ser médico en Nicaragua, dijo a Amnistía Internacional. El Dr. Saenz es uno de los casi 200 profesionales de la salud que han huido de Nicaragua desde 2018 y, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, uno de los más de 400 profesionales de la salud despedidos de su trabajo. Y cuando los casos de covid-19 están alcanzando niveles alarmantes y se aproximan las elecciones presidenciales de noviembre, el contexto no podría ser más sombrío para estos profesionales en Nicaragua.
El país lleva inmerso en una grave crisis de derechos humanos desde abril de 2018, cuando centenares de personas salieron a la calle para protestar por las reformas de la seguridad social en Nicaragua. El gobierno de Ortega respondió con una oleada de represión y medidas sin precedentes, que continúa hasta hoy, contra las personas disidentes.
Más de 100,000 personas han huido del país en este periodo, mientras decenas de activistas, defensores y defensoras de los derechos humanos y periodistas han sido amenazados, encarcelados, torturados y, en algunos casos, han desaparecido. Las autoridades han intensificado su táctica represiva con una nueva oleada de arrestos en el periodo previo a las elecciones y, desde el 28 de mayo de 2021, han detenido a más de 30 personas solo por ejercer sus derechos humanos.
En este contexto, los profesionales de la medicina que, como Saenz, se atreven a ejercer su profesión contra la voluntad del gobierno, corren un gran riesgo. Saenz es uno de las decenas de médicos que salieron a la calle en 2018 a atender a las personas que protestaban y que habían sufrido heridas de bala y otras lesiones durante la represión.
Por orden del gobierno, los hospitales públicos se negaron a atender a las personas heridas, por lo que los médicos usaron su propio tiempo para tratarlas. En los meses que siguieron a las protestas de abril de 2018, el Dr. Saenz fue convocado de nuevo por el Ministerio de Salud. Esta vez no fue para recibir palabras de gratitud ni un apretón de manos por servir a su pueblo.
Sin que mediara ninguna orden judicial, las autoridades le dijeron que iban a revocar inmediatamente su licencia médica y que se le prohibía ejercer la medicina en el país.
La persecución contra él no acabó aquí. La policía nicaragüense detuvo al Dr. Saenz cuatro veces en los tres años siguientes. En la mayoría de estas ocasiones, las autoridades lo tuvieron detenido varios días, le propinaron palizas y le privaron de comida. Una de las veces lo llevaron El Chipote, una comisaría de policía de Managua tristemente célebre por el trato brutal que sufren allí las personas detenidas.
“El tiempo en la cárcel fue degradante y humillante, hubo mucho abuso. A mí me golpearon, me torturaron, me daban patadas, tuve que ver a personas que violaron en mi presencia. Y pasaron otras cosas que no quiero recordar”, dijo el Dr. Saenz a Amnistía Internacional.
Publicado por: Madeleine Penman / @MadeleinePenman
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek