Por Gabriel Michi
Los aeropuertos encierran historias de todo tipo. Gran parte de ellas son más bien fugaces por la propia lógica de un lugar donde la mayoría de los protagonistas son pasajeros circunstanciales que sólo transcurren un rato en esos espacios. Otras, en cambio, pueden ser más duraderas ya que involucran a trabajadores que desarrollan sus tareas en las estaciones aéreas cada día. Pero hay algunas que permanecen en el tiempo y que suelen escribir vivencias distintas, fuera de molde y que llegan a inspirar incluso al cine.
Ese fue el caso de Mehran Karimi Nasseri, el refugiado político iraní que quedó varado más de 18 años en el aeropuerto de París y que inspiró la película «La Terminal», con Tom Hanks. Ese hombre se hizo muy conocido a raíz del exitoso film.
Sin embargo, hay otros ejemplos menos conocidos y no por eso menos dramáticos. Esa es la historia de Arnaldo, un jubilado italiano de 83 años, que se vio obligado a mudarse al Aeropuerto de Bolonia por no poder seguir pagando el alquiler.
A pesar de ese triste destino, allí descubrió el valor enorme de la solidaridad a través de la empatía de los trabajadores del lugar que lo ayudaron a tener el mejor transitar posible en la terminal aérea.
Arnaldo, originario Vignola (Módena), fue consultor de vinos pero en los últimos años, sintió el rigor de la economía que le volvieron imposible sobrevivir con su con pensión social y el alquiler de su departamento se le hizo imposible. Por eso recurrió -sin mucho éxito- a los servicios asistenciales de su ciudad, pero ante la falta de respuesta, terminó buscando refugio en el aeropuerto Marconi de Bolonia donde se instaló en julio de 2023. Como no quería incomodar a nadie, durante el verano, cuando la temperatura lo permitía, dormía afuera de las instalaciones. Pero cuando llegó el invierno no le quedó otra que mudarse adentro, en la zona de los check-in.
La falta de respuesta del Estado fue reemplazada por el enorme corazón de los empleados del aeropuerto que lo adoptaron como si fuera de su familia y que no sólo le consiguieron una bolsa de dormir, sino que permanentemente le dieron comida y café y hasta le consiguen un diario cada jornada. Además, con el comparten largas conversaciones no sólo los trabajadores de tierra sino los pilotos y azafatas que ya lo consideran uno más de ellos. Algo similar ocurre con los pasajeros frecuentes para los que Arnaldo ya es una cara muy conocida. Es más, hubo una azafata que lo acogió unos días en su casa.
Ante la difusión del caso que hizo el diario La Repubblica, el Ayuntamiento local le consiguió un lugar en un hotel para personas sin hogar mientras busca una solución definitiva para Arnaldo, «el pasajero que no sale», tal como a él le gusta definirse.
En un comunicado el Municipio señaló: «Como ocurre con toda persona acogida en caso de emergencia a través del PRIS se realiza una acogida inicial inmediata, seguida en los días siguientes de una entrevista con el servicio social para evaluar junto con el interesado la posibilidad de un proyecto que pueda afectarle. El Sr. Arnaldo, originario de Sicilia, tiene actualmente una residencia activa en Bastiglia, en la provincia de Módena, donde se ha beneficiado de servicios destinados a las personas sin hogar. El Ayuntamiento de Bolonia está examinando con el Ayuntamiento de residencia cuáles han sido las relaciones con los servicios sociales de la zona».
Hoy Arnaldo tiene decenas de solicitudes de entrevista pero sólo quiere obtener lo imprescindible: “Una habitación, un baño y una estufa”.
Pese a las similitudes con la trama narrada por «La terminal», está muy lejos de la verdadera historia que inspiró la película. La de Mehran Karimi Nasseri, un refugiado político iraní que fue el protagonista real de ese drama retratado en aquella pieza fílmica (dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Hanks) en la que se relata la historia de un hombre que quedó varado por mucho tiempo en un aeropuerto porque su país se desintegró mientras él viajaba. Una suerte de intempestivo «apátrida».
Vale decir que la verdadera trama es distinta ya que Nasseri vivió más de 18 años (1988-2006) en el aeropuerto parisino de Roissy Charles de Gaulle pero porque perdió su pasaporte en donde constaba su condición de «refugiado» que escapaba del régimen iraní y después quedó envuelto en un laberinto administrativo y burocrático que lo llevó a sobrevivir casi dos décadas en el hall del aeropuerto.
Para cerrar esta parábola real, el noviembre de 2022, Mehran murió (a los 77 años) en una de las terminales del De Gaulle, al que volvió tiempo atrás después de haber logrado entrar en Francia unos años antes. Había decidido regresar a esa vida de «homeless» luego de gastarse todo el dinero que le dejó la película inspirada en su accidentada vida. Sólo le quedaban un puñado de euros de aquellos 250.000 dólares que le abonaron por su historia.
Nasseri falleció de muerte natural poco antes del mediodía del sábado 12 de noviembre de 2022 en la terminal 2F, adonde se había instalado hace pocas semanas. Conocido por todos los trabajadores y visitantes del aeropuerto como «Sir Alfred», había nacido en 1945 en Masjed Soleiman, en la provincia iraní de Juzestán. Luego de ser detenido y torturado por más de 4 meses en la prisión de Evin por sus críticas y protestas contra el régimen del Shá, fue expulsado de su país en 1977.
A partir de allí comenzó un enorme periplo en busca de su madre por distintos países europeos (Francia, Reino Unido, Holanda, Alemania), donde lo rechazaron una y otra vez por falta de documentación. Eso fue lo que ocurrió también el 8 de agosto de 1988 cuando en el aeropuerto de Londres no le creyeron que le habían robado su pasaporte donde constaba su identidad y su calidad de «refugiado» y lo devolvieron a París, lugar del que había partido en ese viaje. Allí quedó sumergido un limbo burocrático, administrativo y judicial que lo mantuvo atrapado en las instalaciones del aeropuerto hasta julio de 2006.
En esas casi dos décadas viviendo en el aeropuerto De Gaulle, Nasseri se convirtió en un verdadero ícono del lugar. El personal le tomó un gran cariño y le llevaban comida o le lavaban su ropa. Hasta le regalaron un sofá para que pueda tener una mayor comodidad en su día a día, que transitaba escuchando radio, leyendo libros (en particular de economía) y escribiendo su propio diario que luego se convertiría en su autobiografía «The Terminal Man», publicada en 2004 y cuyo coautor es el británico Andrew Donkin.
Pero más allá de la ficción que se expresa en «La terminal», hay historias reales de personas cuyas vidas transcurren en un aeropuerto. Y que llegan allí después de un episodio traumático que los obliga a permanecer en un lugar que para la mayoría es sólo una estación de tránsito y para otros su lugar de trabajo. Pero para personas como Arnaldo o Mehran es mucho más que eso. Es su propio hogar. Su propia vida.
Publicado en cooperación con MundoNews