En el marco de las tensiones en Taiwán y de una guerra comercial -que incluye la crisis de los semiconductores y la disputa por el big data mundial-, hace poco más de un mes se anticipó que los presidentes de EEUU y China podrían reunirse en Indonesia, pero no en el marco de la próxima cumbre del G20.
Aunque fuentes extraoficiales de ambas naciones daban por hecho el encuentro, oficialmente se demoraba su confirmación, y se sospecha que uno de los motivos era ver cómo ambos líderes salían parados de las elecciones en sus países. Y ambos ratificaron su poder.
Primero fue el turno de Xi Jinping, quien logró que el congreso del Partido Comunista Chino (PCC) le otorgara un inédito quinto mandato; y el pasado martes le tocó a Joe Biden refrendar su liderazgo, y consiguió una derrota con sabor a triunfo, ya que fue la mejor elección de medio término para un presidente demócrata en ejercicio.
Con este marco de fondo, Xi y Biden se reunirán en el Sudeste Asiático, pero por fuera de la agenda formal del bloque. Desde las Casa Blanca informaron que el objetivo es debatir estrategias conjuntas para «manejar responsablemente» las disputas bilaterales (con Taiwán como eje) y «trabajar juntos donde sus intereses coincidan», de acuerdo a la vocera presidencial, Karine Jean Pierre.
Por causa de la pandemia, desde que Biden asumió, en enero de 2021, mantuvo cinco reuniones con Xi, pero todas telefónicas o por viceoconferencia. De modo que esta será la primera presencial.
En una conferencia de prensa realizada el miércoles en Washington, luego de los comicios, el estadounidense se refirió a esta reunión. “Lo que quiero hacer con él, cuando hablemos entre nosotros, es determinar el tipo de líneas rojas«, en referencia a los límites que ambas naciones establezcan a partir de los cuales se afecten directamente los intereses del otro y se produzca un conflicto.
Pero, de todos modos, Biden dejó en claro una vez más que no tiene intenciones de cambiar la tradicional política de “una sola China” y de no reconocimiento de la independencia de Taiwán. Vale recordar que luego de la revolución de Mao, muchos disidentes emigraron a la isla y establecieron allí un bastión con armamento y financiamiento de EEUU, que no reconoce su independencia, pero con quien mantienen un intenso trato comercial directo desde 1979.
«La doctrina sobre Taiwán no ha cambiado en absoluto», garantizó Biden, quien había dicho que defendería a Taiwán en caso de un ataque chino. En su discurso ante el PCC, Xi ratificó su derecho a usar la fuerza para consolidar su soberanía, en un contexto de creciente tensión en Ucrania y ambas Coreas.
Pero no serán los únicos temas. Adelantaron que también se pondrán sobre la mesa las preocupaciones de EEUU sobre presuntas violaciones chinas a los derechos humanos (se hizo público recientemente un informe de la ONU con graves denuncias); las prácticas comerciales desleales; y el acercamiento a Rusia, con quien Xi consolidó una alianza recientemente.
De todos modos sostienen que será una reunión en la que no se tomarán medidas concretas, sino en la que ambas partes sentarán sus posiciones “para evitar malentendidos” en un marco de creciente tensión.
Desde luego, China también tiene mucho para decir. EEUU impuso un fuerte control sobre los chips chinos, que profundizó la crisis de los semiconductores. “Es una medida selectiva” que está «motivada por razones de seguridad y defensa”, explicaron desde la Casa Blanca. Se refieren a la mencionada batalla por la data global, que incluso a movido a grandes compañías como Apple a mover sus plantas de producción de iPhones a India; y a la app china TikTok a aceptar las condiciones de datos de los EEUU.
Pero Pekín lo entiende como una maniobra comercial que afecta el desarrollo de su industria.