Según lo publica Reuters este martes, representantes de la Unión Europea (UE) se pusieron en contacto con el Gobierno de Brasil para reflotar el paralizado acuerdo comercial entre ese bloque y el Mercosur.
En 2019 se frenaron los avances logrados entre ambos bloques por deferentes razones. Tal vez la primera de ellas es que el triunfo del peronismo en Argentina, uno de los principales jugadores sudamericanos en energía y materias primas, puso trabas al avance; pero al mismo tiempo Europa puso en duda la sustentabilidad, dada la preocupante situación medioambiental en Brasil.
Desde 2021, la UE propuso una carta adjunta (todavía no redactada) al acuerdo para incluir garantías sobre el medio ambiente, basándose especialmente en los alarmantes datos de deforestación en la Amazonia, por la que responsabilizan a la administración de Jair Bolsonaro.
Pero el contexto de crisis global en las cadenas de suministros está empujando a las potencias europeas a rever sus posiciones. Brasil se ha posicionado como un importante proveedor de energía y alimentos, en un contexto de precios récord y una creciente demanda, especialmente de combustibles y proteínas.
Además, mucho tiene que ver en esto el avance de China. Por un lado, Uruguay ya ratificó que buscará un acuerdo propio con ese país, a contramano de sus compañeros de bloque; por el otro, EEUU pidió a Paraguay potenciar los convenios con Taiwán, en desmedro del comercio de hecho que tiene con Pekín. Algunos analistas incluso se preguntan si esto no está vinculado de algún modo a las recientes acusaciones de corrupción contra el vicepresidente, Hugo Velázquez, que tuvo que renunciar, o contra el expresidente Cartes.
La estrategia de China respecto a Latinoamérica está fuertemente apoyada en el respaldo crediticio. Los famosos «swaps» chinos han servido para respaldar la toma de deuda a países fuertemente endeudados. A cambio, las naciones apoyadas acceden a la instalación de bases con distintos fines (sobre todo, científicos). Pero también se trata de un importante comprador de materias primas y proveedor de tecnología, lo cual establece vínculos geopolíticos que suelen ser criticados por EEUU.
Por eso, responsables de los ministerios brasileños de Economía y de Relaciones Exteriores mantuvieron hace dos semanas una conversación preliminar con enviados europeos, y fijaron un nuevo encuentro para finales de septiembre.
Fuentes que participaron de esas reuniones le dijeron a Reuters: «Esta discusión fue enterrada. Volvieron a discutir el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea precisamente porque necesitan productos agrícolas, minerales y energéticos. Ya no pueden contar con Rusia, y existe el problema de la interrupción de la cadena de suministro, por la excesiva dependencia de Asia».
Ese posible pacto Europa-Mercosur podría generar el mayor acuerdo de libre comercio del mundo en términos de población.
Sin embargo, algunas potencias del bloque europeo siguen poniendo reparos por la cuestión ambiental, y en ese sentido Brasil es clave. Desde el entorno de Bolsonaro creen que la discusión no debe reabrirse, pero en octubre hay elecciones y todas las encuestas muestran a Lula imponiéndose en primera vuelta. Por eso, también existieron reuniones entre representantes de la UE y los equipos del exmandatario.
Según trascendió, Lula estaría a favor de un acuerdo, al tiempo que se avanza en la creación de una moneda común para los países del Mercosur, como parte de una estrategia para limitad la histórica dependencia del dólar. En excanciller de Lula, Celso Amorim, admitió en una entrevista su interés en reflotar el acuerdo, pero con términos más beneficiosos para la región.
¿Tendrá apoyo de Argentina para ello? La búsqueda de un acuerdo por parte de la gestión de Mauricio Macri fue fuertemente criticada por los sectores vinculados al kirchnerismo, pero en tiempos de revisión de las medidas económicas con un giro ortodoxo encabezado por Sergio Massa, no se descarta un potencial aval a un tratado de libre comercio con Europa. En tanto, un eventual triunfo de Juntos por el Cambio pareciera abrir las puertas a un avance rápido.
Quien mayores resistencias está poniendo a una alianza comercial es Francia, uno de los mayores productores agrícolas del Viejo Continente. A tal punto la rechaza, que el año pasado sostuvo que no había ninguna posibilidad de ratificar un pacto. Como respuesta, el ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, sostuvo que Francia tenía cada vez menor influencia para la economía de Brasil y Sudamérica.