Este martes por la noche se llevó a cabo en los EEUU el tradicional discurso del Estado de la Unión, en el que el presidente presenta un informe del estado del país y presenta sus principales proyectos para el año legislativo, algo similar a lo que ocurre en Argentina con la apertura de sesiones ordinarias. Desde 1934 se realiza en enero (salvo contadas ocasiones), emulando al histórico discurso de los reyes británicos ante el Parlamento.
Este 7 de enero, Joe Biden se presentó en el Capitolio para dar inicio a un año que inició lleno de controversias y en el marco de una fuerte polarización, incluso dentro de los partidos Demócrata y Republicano. Vale señalar que nunca en la historia del país se demoró tanto en escoger un presidente para la Cámara de Representantes, por la negativa de los propios republicanos a apoyar a su compañero, Kevin McCarthy, quien finalmente fue votado.
Además, las palabras del mandatario llegan en medio de una crisis económica global, con una guerra que sigue escalando en Ucrania, la tensión de inteligencia con China y la amenaza de una recesión mundial para 2023.
Allí, Biden enfatizó que las cifras de desempleo en los EEUU son hoy de las más bajas en la historia (aseguró que se crearon 12 millones de puestos de trabajo) y que la inflación sigue bajando, mientras que en Europa y el resto del mundo no termina de consolidarse a la baja a pesar de la permanente suba de tasas. Con ese respaldo de gestión, presentó algunos pedidos concretos al Congreso.
Tal vez el más importante de ellos sea el de elevar el techo de la deuda pública para no entrar en default: si no se autoriza un endeudamiento por encima de los US$ 31,4 billones, el país podría entrar en cesación de pagos.
Por eso, Biden les advirtió que no es un ítem negociable, pero los republicanos no parecieran estar tan de acuerdo, especialmente los sectores más duros, cercanos a Donald Trump. Y más aún considerando que 2024 es un año electoral y todavía no han cicatrizado las heridas de las elecciones 2020, que algunos opositores todavía se niegan a reconocer como válidas. De hecho, le piden a cambio un recorte del gasto social (en el Seguro Social y el programa MediCare).
El otro punto resonante fue la insistencia en establecer un mayor impuesto a los ricos. Se trata de la reactivación de su proyecto de cuadruplicar la tasa que se les cobra a los “billonarios” (en referencia a quienes tienen más de US$ 1.000 millones).
“Ningún multimillonario debería pagar una tasa impositiva más baja que un maestro de escuela o un bombero”, aseveró el mandatario, ante los abucheos de sus opositores, quienes seguramente no avalen la iniciativa, dado que tienen mayoría en la Cámara.
Pero a pesar de que fue una sesión caliente, en la que recibió numerosos gritos, abucheos y reclamos, Biden pidió a los republicanos trabajar juntos en defensa de la democracia. En ese sentido, recordó sus largos años como senador y cómo ambos partidos han colaborado estrechamente por el bien del país.
Por eso, subrayó: «A menudo se nos dice que demócratas y republicanos no pueden trabajar juntos. Pero en los dos últimos años hemos demostrado que los cínicos y los detractores estaban equivocados. A mis amigos republicanos, si pudimos trabajar juntos en el último Congreso, no hay razón para que no podamos trabajar juntos y encontrar el consenso en cosas importantes en este Congreso también».
Por caso, varios republicanos le votaron la Ley de Infraestructura, clave para la gestión durante este año. Y a quienes se negaron, les envió un irónico mensaje: “A mis amigos republicanos que votaron en contra pero siguen pidiendo financiar proyectos en sus distritos, no se preocupen. Prometí ser el presidente de todos los estadounidenses. Financiaremos sus proyectos. Y los veré en la inauguración”.
Para avanzar en ese diálogo, le propuso a McCarthy trabajar juntos. “No quiero arruinar su reputación, pero estoy deseando trabajar con usted», bromeó Biden, cuya imagen se ha mostrado en aumento en los últimos meses, especialmente después de su derrota con sabor a triunfo en las elecciones de medio término de noviembre pasado.
De todos modos, su imagen positiva no supera el 41%, mientras que un 65% cree que va por mal camino, según un estudio de Reuters/Ipsos.
Biden continúa mostrándose como principal alternativa electoral para los demócratas en 2024, especialmente por ser el presidente en ejercicio. Sin embargo, cumplió 80 años y asumiría su segundo mandato con 82, preocupación central de los votantes a la hora de elegirlo o no. Pese a ello, aseguran que en las próximas semanas lanzaría su nueva campaña.