Por Gabriel Michi
Mientras desde la OTAN piden a las empresas que estén preparadas para enfrentamientos que se vienen con Rusia y China, Trump anuncia descomunales subas en los aranceles.
Hay guerra y guerras. Guerras militares. Guerras políticas. Guerras comerciales. Y, casi siempre, unas vienen atadas a otras. Eso es lo que parecen estar demostrando los últimos conflictos bélicos internacionales y uno en particular: la guerra entre Rusia y Ucrania. El juego de intereses cruzados quedó demostrado en la previa del inicio de la invasión rusa (en febrero de 2022) sobre territorio ucraniano y también una vez que el conflicto se desató, donde a pesar de las sanciones de Occidente sobre el gobierno de Vladimir Putin, muchos de esos países siguieron comprándole petróleo y gas y vendiéndole otros productos. Pero además Rusia supo sortear gran parte de esas sanciones vinculándose más fuertemente con otros países, como China, Irán, India, Corea del Norte, entre otros. Sin embargo, lo que quedó demostrado es que las guerras militares también vienen emparentadas con guerras comerciales. Y eso se proyecta como un fantasma que puede condicionar muy fuertemente el futuro del Mundo entero. Y el regreso de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos puede cambiar el destino de la guerra entre Rusia y Ucrania (dejando de enviar apoyo al país gobernado por Volodymyr Zelenski) pero también el anuncio de fenomenales aranceles contra las importaciones (no sólo de China, sino de sus otros dos máximos comerciales, México y Canadá) que presagia un escenario de guerra comercial a escala planetaria.
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En ese sentido, el jefe militar de la OTAN, el almirante holandés Rob Bauer, instó a las empresas a estar preparadas para un contexto de guerra y ajustar sus líneas de producción y distribución en consecuencia, para ser menos vulnerables al chantaje de países como Rusia y China. «Si podemos asegurarnos de que todos los servicios y bienes cruciales puedan ser entregados pase lo que pase, entonces esa será una parte clave de nuestra disuasión», dijo. Y agregó: «Estamos viendo eso con el creciente número de actos de sabotaje, y Europa ha visto lo mismo con el suministro de energía. Pensábamos que teníamos un acuerdo con Gazprom, pero en realidad teníamos un acuerdo con el señor Putin. Y lo mismo ocurre con la infraestructura y los bienes de propiedad china. En realidad tenemos un acuerdo con (el presidente chino) Xi (Jinping)».
En ese punto, Bauer remarcó la enorme de dependencia que Occidente tiene de los suministros procedentes de China. Y los ejemplificó con lo que pasa con determinados circuitos de producción ya que en gigante asiático produce el 60% de todos los materiales de tierras raras y se procesa el 90% restante. Pero fue más allá en su preocupación: los ingredientes químicos para sedantes, antibióticos, antiinflamatorios y medicamentos para la presión arterial baja también provienen sobre todo de China.
«Somos ingenuos si pensamos que el Partido Comunista nunca utilizará ese poder. Los líderes empresariales de Europa y Estados Unidos deben darse cuenta de que las decisiones comerciales que toman tienen consecuencias estratégicas para la seguridad de sus naciones», alertó Bauer. Y sentenció: «Las empresas deben estar preparadas para un escenario de guerra y ajustar sus líneas de producción y distribución en consecuencia. Porque, si bien pueden ser los militares los que ganan las batallas, son las economías las que ganan las guerras».
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En esas guerras económicas y comerciales, Donald Trump parece querer encarar una batalla central dentro de su próxima administración. Un posicionamiento que será mucho más duro que incluso el de su gestión anterior (2017-2021). Tal es así que ahora anunció que cuando asuma el próximo 20 de enero de 2025, piensa imponer fuertes aranceles a los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos: no sólo China, sino también a sus vecinos México y Canadá. En el caso de los productos importados desde el gigante asiático, esos impuestos podrían superar el 60%, mientras que en sus socios del T-MEC le impondría aranceles del 25%. Según sus palabras eso sería así hasta que Canadá y México tomen medidas enérgicas contra las drogas, particularmente el fentanilo, y los migrantes que cruzan la frontera, en una medida que parecería violar un acuerdo de libre comercio.
«El 20 de enero, como una de mis muchas primeras órdenes ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para cobrar a México y Canadá un arancel del 25% sobre TODOS los productos que ingresan a los Estados Unidos, y sus ridículas fronteras abiertas», dijo Trump en su red Truth Social.
Esta situación generó enorme preocupación en sus vecinos ya que Estados Unidos representó más del 83% de las exportaciones de México en 2023 y el 75% de las de Canadá. Inmediatamente surgieron advertencias de que esa amenaza de Trump violaría los términos del Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC) sobre comercio, que él mismo convirtió en ley (2020) y que significó que estuvieran libre de aranceles entre los tres países. Y, es más, también podrían significar problemas para muchas empresas extranjeras como los fabricantes asiáticos de automóviles y productos electrónicos que utilizan a México como una puerta de entrada de producción de bajo costo para EE.UU.
El impactante anuncio de Trump provocó un inmediato repunte del dólar (subió un 1% frente al dólar canadiense y un 1,6% frente al peso mexicano), mientras que los mercados bursátiles de Asia cayeron, al igual que las bolsas europeas en las primeras operaciones. Lo que demuestra la envergadura de semejante medida para el comercio y la economía mundial.
Pero más allá de lo que tiene que ver con los aranceles que Trump le impondrá a sus vecinos, la máxima tensión se puede generar con China. Más allá de la idea de fortalecer su concepto «Make America Great Again» (MAGA), protegiendo a sus industrias, el presidente electo también metió en su disputa con Beijing la acusación de que las autoridades chinas no toman medidas lo suficientemente enérgicas para detener el flujo de drogas ilícitas hacia Estados Unidos desde México, apuntando a los precursores químicos que llegan desde Asia para la producción de fentanilo por parte de carteles narcos mexicanos, droga que luego se vende en EE.UU. generando una epidemia de adictos con cerca de 100.000 muertos cada año. «Hasta que dejen de hacerlo, seguiremos cobrando a China un arancel adicional del 10%, además de cualquier arancel adicional, sobre todos sus numerosos productos que ingresan a los Estados Unidos de América», advirtió el republicano.
Del otro lado de la trinchera, desde la embajada china en Washington, señalaron que China considera que la cooperación económica y comercial entre China y Estados Unidos es mutuamente beneficiosa. «Nadie ganará una guerra comercial o una guerra arancelaria», dijo el portavoz Liu Pengyu. y recordaron que ya China acordó que detendría la exportación de artículos relacionados con la producción de ese opioide fentanilo. «Todo esto demuestra que la idea de que China permita deliberadamente el ingreso de precursores de fentanilo a Estados Unidos es completamente contraria a los hechos y a la realidad», afirmó el portavoz.
Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China señaló en un comunicado que ese país está dispuesto continuar la cooperación antidrogas con EE.UU. sobre la base de la «igualdad, el beneficio mutuo y el respeto mutuo. La parte estadounidense debe valorar la buena voluntad de China y salvaguardar la sólida situación de cooperación en materia de control de drogas chino-estadounidense, lograda con mucho esfuerzo».
La amenaza de Trump fue escalando y llevó a que vicepresidente chino, Han Zheng, asegurara que esa nación estaba lista para trabajar con otros países para construir un sistema económico mundial abierto y mantener la estabilidad de las cadenas industriales y de suministro globales. Vale recordar que así como China es uno de los mayores socios comerciales de EE.UU, es también el principal socio comercial de dos tercios de los países del Mundo, lugar que en las décadas de 1990-2000 ocupaba justamente la mayor potencia de Occidente y del planeta.
Previo a las elecciones del 5 de noviembre, Trump ya advirtió que impondría aranceles generales del 10% al 20% a prácticamente todas las importaciones. Pero fue más allá: anunció que habría imposiciones impositivas de hasta el 200% a los automóviles que cruzaran la frontera entre Estados Unidos y México.
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Frente a esa situación, la respuesta del gobierno de Claudia Sheinbaum no se hizo esperar. Desde el Ministerio de Hacienda de México señalaron que la amenaza arancelaria de Trump era un peligro: «México es el principal socio comercial de Estados Unidos y el T-MEC proporciona un marco de certeza para los inversores nacionales e internacionales».
Según los analistas económicos, las promesas arancelarias trumpistas retrotraerían la situación a los niveles de la década de 1930 y podrían desatar una mayor inflación, además de hacer colapsar el comercio entre Estados Unidos y China, las dos máximas potencias del planeta, desatando una guerra comercial son precedentes que despertarían represalias mutuas e impactarían drásticamente las cadenas de suministro. Una guerra comercial que podría derivar en otros tipos de guerras, más peligrosas e inciertas. Con un final abierto.
Publicado en cooperación con MundoNews