Por Gabriel Michi
Hay un fantasma que acecha en los Estados Unidos. Un fantasma que remite a los peores episodios de violencia institucional de su Historia. Un fantasma que resurge cuatro años después de aquella criminal toma del Capitolio por parte de los seguidores de Donald Trump, que no reconocían -como su líder- la derrota electoral ante Joe Biden. Y que decidieron asaltar el Congreso estadounidense aquel sangriento 6 de enero de 2021, con el trágico saldo de 5 muertos.
El temor a que se repita un escenario de violencia electoral reapareció ahora que se aproximan los comicios del próximo 5 de noviembre en los que el mismo Trump se enfrentará con Kamala Harris. Y se corporizó particularmente en aquellos distritos donde el resultado pueda estar especialmente ajustado. Y donde los fanáticos podrían llegar a desconocer una derrota por pocos votos. Obviamente, todas las miradas apuntan a los fanáticos de Trump, dado los antecedentes. Eso está llevando a que se tomen medidas preventivas para frenar una potencial violencia de los antidemocráticos.
En esos Estados «en batalla» los funcionarios imaginan una guerra disparada desde campañas de desinformación, «fakes news», alocadas teorías conspirativas y que todo eso podría ser el campo propicio para que se siembre violencia. Y, por eso, buscan formas de prevenirlo.
En ciudades como Filadelfia (Pensilvania), Detroit (Michigan) y Atlanta (Georgia), tres de los blancos favoritos del expresidente Donald Trump para las falsas denuncias de fraude electoral, las autoridades reforzaron sus operativos para evitar que se repita el caos de 2020. Por ejemplo, el centro de recuento de votos de Filadelfia parece una trinchera ya que está rodeado por una valla perimetral que incluso es blindado con alambres de púas para vitar cualquier incursión de intrusos violentos. En Detroit, al igual que Atlanta, algunas oficinas electorales debieron ser blindadas por cristales a prueba de balas.
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Vale recordar que los Estados de Pensilvania, Michigan y Atlanta son tres de los siete que figuran como «péndulos» y en donde, según las encuestas, las tendencias están muy parejas entre los dos candidatos, con la posibilidad de que la elección en esos lugares se vuelquen para un lado o para el otro y, con eso, un puñado de votos pueden llevar a que un postulante se lleve todos los delegados del distrito. Por eso los temores y las precauciones.
En Wisconsin, otro de los Estados en disputa, los trabajadores electorales tuvieron que ser capacitados sobre técnicas de «desescalada», por si se produce una explosión de tensiones y violencia. A tal punto que se han reorganizado los centros de votación para que los trabajadores tengan rutas de escape si son amenazados por manifestantes violentos y pongan en riesgo su integridad física.
Otro de los Estados en batalla y sin una definición clara es Arizona, lugar en que en 2020 se transformó en uno de los epicentros de las acusaciones y falsas denuncias por parte de los republicanos. Hoy las encuestas le otorgan una pequeña ventaja a Trump, pero un escenario adverso y por poca diferencia a favor de los demócratas el día de la votación podría desatar un terremoto entre los fanáticos del magnate. Por eso las autoridades vienen trabajando para atajar lo que pueden ser nuevas campañas de desinformación que ya empezaron a detectarse, incluso con técnicas de Inteligencia Artificial (IA) o de imágenes falsificadas de supuestos mecanismos de fraude.
Los funcionarios estatales a nivel nacional -como también varios de los locales- están convencidos de que si los resultados resultan muy ajustados o si se demora una definición -algo que podría ocurrir en aquellos lugares donde la pelea es voto a voto- van a empezar a agitarse todo tipo de actitudes y mensajes «conspiranoides». Y que eso podría desembocar en situaciones imprevisibles y hasta violentas empujadas por los fanáticos trumpistas incluso durante la misma noche de las elecciones mientras aún se están contando los votos.
Allí aparece la amenaza de judicializaciones -por quizás un puñado de votos- que podrían atrasar los resultados definitivos y, con eso, retroalimentar el tenso clima.
La comisionada municipal de Filadelfia, Lisa Deeley (demócrata) señaló: “Si la votación es muy reñida, entonces van a hacer todo lo que puedan, ¿no? No hay nada que podamos hacer para impedir que el ex presidente continúe con su campaña de desinformación y desinformación. Pero lo que sí podemos hacer es seguir contraatacando con hechos”.
Frente a semejante desafío, la comisionada junto a otros 30 funcionarios electorales de ambos partidos advirtieron que se están preparando para una réplica de lo ocurrido en 2020, cuando Trump y sus abogados presentaron una batería de acusaciones falsas sobre el envío de boletas a altas horas de la noche y supuestas máquinas manipuladas en un intento de revertir su derrota, algo que no lograron pero que generaron un caldo de cultivo para lo que luego desembocaría en la violenta toma del Capitolio del 6 de enero de 2021.
Esas acusaciones llevaron a que funcionarios de todo el país fueran víctimas de amenazas y acosos de todo tipo por parte de los partidarios de Trump que, aún hoy, siguen manifestando -como el propio ex presidente- que esas elecciones les fueron robadas. El fantasma de que desde las huestes del republicano puedan volver a intentar impugnar los resultados flota en el ambiente. Y algunas declaraciones hechas por el propio magnate apuntan a que eso podría ocurrir.
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Sin embargo, Danielle Alvarez, asesora principal de la campaña y del Comité Nacional Republicano, aseguró que el partido reclutó a 230.000 observadores electorales, trabajadores electorales y expertos legales para “aportar transparencia y rendición de cuentas” a las elecciones. «Si bien los demócratas no se detendrán ante nada para debilitar nuestras elecciones, estamos luchando por un proceso justo y seguro donde cada voto legal se cuente correctamente», dijo. El propio Donald Trump publicó hace pocos días en su red social Truth Social que hubo «trampas y traiciones desenfrenadas» en 2020 y amenazó con procesar a los funcionarios electorales y a otras personas «involucradas en conductas inescrupulosas» en aquel momento.
Hay mucha preocupación entre los funcionarios electores porque notaron que los observadores electorales republicanos -que son los que supervisan el desarrollo de los comicios para ese partido- han sido entrenados para ser agresivos en el escrutinio del proceso, y sus filas están llenas de activistas que todavía niegan los resultados de 2020, algo que se vuelve aún más amenazante.
Y esa parece ser la bajada que reciben de la cúpula de esa agrupación. De hecho, el Comité Nacional Republicano ya presentó decenas de demandas contra los funcionarios electorales impugnando diversos aspectos del proceso de votación, algo que podría ser el preludio de lo que vendrá.
Filadelfia, Atlanta y Detroit aparecen en el centro de la escena porque son ciudades donde votan una gran cantidad de demócratas y porque y en 2020 fueron acusados por Trump de haber incurrido en fraude electoral, algo que volvió a deslizar desde el comienzo dce la actual campaña. Y lo ha hecho incluso incitando a sus seguidores de otros lugares a movilizarse hasta esas urbes para «proteger el voto». Esa frase, lanzada en diciembre en un mitin político en Iowa, despertó todas las alarmas entre los demócratas que temieron por episodios de violencia o que incluso semejante situación podría presionar para que sus partidarios no vayan a votar, más allá de la amenaza que eso podría representar en el momento del recuento de votos.
En ese sentido, Daniel Baxter, director de operaciones de Detroit para votación en ausencia y proyectos especiales, sostuvo que en esa ciudad -de 640.000 habitantes, con la mayor población negra de los EEUU- se está preparando para posibles disturbios. Por eso están trabajando en la planificación con la Policía local y los funcionarios federales para poder enfrentar ese peligroso escenario.
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Así, la sede electoral fue reforzada especialmente con guardias armados y vidrios a prueba de balas. Y hasta han hecho cambios en el lugar donde se debe realizar el recuento de votos por correo, trasladándolo a un lugar más seguro. Está vivo el recuerdo en esa locación de cómo en 2020, fanáticos de Trump buscaron interrumpir el proceso de recuento de votos golpeando las ventanas y gritando violentamente para frenarlo. Hoy Baxter -que no está afiliado a ningún partido- asegura: «Estamos preparados para un motín. Sólo queremos asegurarnos de que hemos preparado lo peor, ya que esperamos lo mejor».
Pero, pese a las prevenciones, los movimientos previos que se ven desde el trumpismo no son alentadoras. De hecho, en una reunión virtual para posibles trabajadores electorales, un funcionario del Comité Nacional Republicano advirtió a los voluntarios que no se podía confiar en Detroit. «Si pudiera salirme con la mía… ya saben, quemarla hasta los cimientos, lo intentaría», dijo Morgan Ray, directora de integridad electoral del RNC para Michigan, según una grabación no publicada previamente de la reunión del 10 de septiembre obtenida por la agencia de noticias Reuters.
Trump atacó muy fuertemente a esa ciudad cuando advirtió que si ganaba Kamala Harris el resto del país se convertiría en algo así “como Detroit”. Por eso, la secretaria municipal local (del Partido Demócrata), Janice Winfrey, señaló que el racismo es la raíz de los ataques del ex presidente contra ciudades como la suya. “Es el tipo de persona que cree que puede intimidar fácilmente a los habitantes de Detroit porque somos una ciudad predominantemente negra. Pero él no nos intimida en absoluto”, dijo Winfrey.
Otra ciudad que aparece en la mira es Filadelfia donde se han controlado el recuento de votos desde que las demoras que se experimentaron en 2020 -por la gran cantidad de votos recibidos por correo como efecto de la Pandemia- y que le permitieron a Trump y sus seguidores lanzar todo tipo de teorías conspirativas. Eso derivó en ataques y amenazas muy violentas contra los funcionarios electorales. Aquella noche de 2020 el magnate se declaró ganador en Filadelfia, después de que se difundieran los primeros datos que le daban cierta ventaja, pero cuando faltaban escrutar miles y miles de votos. La ciudad tardó cinco días en contar suficientes papeletas para dejar claro que Biden había ganado efectivamente en Pensilvania, y con eso acceder a la Casa Blanca. Así de importante y definitorio fue ese recuento de votos.
Fue tal la tensión que se vio en Filadelfia hace cuatro años que las autoridades decidieron mudar las operaciones electorales a un enorme galpón que está rodeado por una valla perimetral con alambres de púa. Incluso lo alejaron del centro de cómputos anterior y hoy está a 24 kilómetros de aquel epicentro del conflicto que en 2020 apareció cercado por manifestantes trumpistas enfurecidos.
El Estado de Pensilvania -con los 19 delegados que otorga- es clave nuevamente en esta contienda porque pueden inclinar la balanza para un lado o para otro. Y tiene una particularidad: a diferencia de otros Estados, la ley estatal prohíbe a los funcionarios electorales comenzar a trabajar en las papeletas enviadas por correo hasta las 7 de la mañana del día de las elecciones, es decir, el mismo 5 de noviembre.
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En cambio, en Michigan, otro de los Estados «en batalla», en 2022 se aprobó una ley que permite el procesamiento previo de las papeletas de voto por correo. Y esperan que el mismo 5 de noviembre a las 11 PM ya puedan informar los resultados de esa votación. En Filadelfia esperan no repetir la letanía de hace cuatro años y poder contar con los datos de manera más rápida, quizás teniendo todos los resultados al otro día o a los dos días posteriores a los comicios. Más allá de que imaginan que recibirán mucho menos boletas por correo que en 2020 cuando el Mundo atravesaba la Pandemia, hoy la ciudad cuenta con máquinas nuevas y más rápidas para abrir los sobres y escanear las papeleta. Si se puede anunciar de manera más acelerada los resultados, eso contribuiría a frenar las campañas de «fakes news» y teorías conspirativas basadas en la desinformación desde el momento del cierre de las urnas y el escrutinio.
También en Atlanta, la zona más poblada de Georgia -otro de los Estados diputados- y con una población mayoritariamente negra, los funcionarios electorales también están trabajando en los preparativos para frenar lo que pueda resultar de las campañas de confusión disparadas por el trumpismo. Vale recordar que en ese Estado en 2020, el abogado de Trump, Rudolph Giuliani -el famoso ex alcalde de Nueva York que impuso la llamada «Tolerancia Cero» contra el delito-, acusó falsamente a dos trabajadores electorales de haber contado votos ilegales, lo que provocó amenazas de muerte contra ellos y retroalimentó la incertidumbre durante bastante tiempo e hizo crecer la sospecha falsa de que Trump había ganado en ese Estado.
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Sin embargo, la Junta Electoral del Estado de Georgia, ahora dominada por tres republicanos pro-Trump, ha pedido nuevas investigaciones del condado de Fulton, uno de los más cuestionados. Sin embargo, el propio Giuliani fue condenado por la Justicia por sus mentiras y les deberá pagar a los funcionarios electorales agredidos con propiedades y bienes de lujo. En Georgia también esperan que pueda haber incidentes con seguidores de Trump. Por eso decidieron que el recuento de votos se televisará en pantallas gigantes, lo que abonará la transparencia.
Entre los Estados en «batalla» figuran también Arizona, Nevada, Wisconsin y Carolina del Norte. En todos ellos los funcionarios electorales también están haciendo preparativos ante lo que pueda ocurrir. Por ejemplo, en Carolina del Norte, en oficinas electorales Instalaron botones de pánico, vidrios a prueba de balas, cámaras de seguridad y puertas más resistentes. Además, las autoridades electorales fueron capacitadas para lidiar con un potencial escenario de activistas enojados. Incluso le entregaron a la Policía guías de bolsillo sobre los desafíos que se pueden presentar.
En tanto, en Nevada, donde en 2020 hubo demoras de hasta cuatro días en la emisión de los votos, modificaron leyes y procedimientos para que el el recuento se haga más rápido y para potenciar la confianza en los resultados que vayan apareciendo. Por ejemplo, en esta ocasión se debutó con un conteo de los votos desde dos semanas antes del día de las elecciones, algo que hasta el momento no se hacía. Y, es más, también se estrenó una nueva base de datos centralizada de registro de votantes a nivel estatal que le permite a los ciudadanos realizar un seguimiento de sus boletas y así se garantice la transparencia del proceso, alejando todos los fantasmas de un posible fraude.
Por su parte, en Arizona, las autoridades capacitaron a funcionarios electorales para responder a la desinformación generada, por ejemplo, a través de la Inteligencia Artificial y que se han multiplicado con el uso de videos y todo tipo de imágenes falsas.
En Wisconsin, fueron un poco más allá en su intento de proteger a los funcionarios electorales ante potenciales agresiones de grupos de fanáticos. La legislatura local aprobó una «Ley de Protección Electoral» que configuró un nuevo delito de «agresión a un funcionario electoral». Y, en algunos condados incluso aprobaron ordenanzas para penalizar a quienes intenten perturbar la votación.
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Sin embargo, todas las prevenciones parecen pocas frente a los fanáticos. De hecho, en el mismo momento en que los trabajadores electorales en el área de Milwaukee comenzaron a contar los votos por correo, los activistas que respaldan la afirmación de Donald Trump de que su derrota de 2020 fue fraudulenta, comenzaron a poner en duda las votaciones. Y lo hicieron pese a que los responsables del conteo actuaron con total transparencia y ajustados a lo que dicen las leyes del Estado de Wisconsin. El objetivo: amedrentar a los funcionarios electorales y colocar sombras de sospecha sobre el proceso. Como lo hicieron en 2020.
Ya ha habido también otros hechos que generaron mucha preocupación. Por ejemplo, la quema de dos urnas electorales con cientos de votos anticipados en los Estados de Washington y Oregón, en el noroeste de Estados Unidos, bastiones del Partido Demócrata. Y eso no hizo otra cosa que retroalimentar los peores temores. Aquellos que hace cuatro años escribieron páginas marcadas con sangre y vergüenza. Porque aquellas «fakes news» y campañas de desinformación tuvieron una traducción en hechos inimaginables. Algo que desembocó en los peores hechos de violencia institucional en la historia de EE.UU. Por eso las prevenciones. Porque los fantasmas de violencia están allí. Al acecho.
Publicado en cooperación con MundoNews