El rey Carlos III fue ungido y coronado el sábado en el mayor acto ceremonial celebrado en Gran Bretaña en las últimas siete décadas, un suntuoso despliegue de pompa que se remonta a 1.000 años atrás.
Ante un centenar de líderes mundiales y millones de telespectadores, el Arzobispo de Canterbury, líder espiritual de la Iglesia Anglicana, colocó la corona de San Eduardo, de 360 años de antigüedad, sobre la cabeza de Carlos, sentado en un trono del siglo XIV en la Abadía de Westminster.
Se dispararon salvas de artillería en la Torre de Londres y por toda la capital, la nación, Gibraltar, las Bermudas y los barcos en alta mar. «Dios salve al Rey Carlos. Larga vida al rey Carlos. Que el rey viva para siempre», dijo la congregación en la abadía tras una fanfarria de trompetas.
Durante el histórico y solemne servicio de dos horas, que se remonta a la época de Guillermo el Conquistador en 1066, la segunda esposa de Carlos, Camilla, también fue coronada reina.
Aunque arraigada en la historia, la ceremonia es también un intento de presentar una monarquía con visión de futuro, en la que los participantes reflejen un país más diverso y todas sus religiones.
Con la nación tratando de encontrar su camino en la vorágine política tras su salida de la Unión Europea y mantener su posición en un nuevo orden mundial, los partidarios de la monarquía afirman que la familia real proporciona una atracción internacional, una herramienta diplomática vital y un medio para mantener a Gran Bretaña en la escena mundial.
«Ningún otro país podría ofrecer un espectáculo tan deslumbrante: las procesiones, la pompa, las ceremonias y las fiestas callejeras», declaró el primer ministro Rishi Sunak.
A pesar del entusiasmo de Sunak, la coronación tiene lugar en medio de una crisis del costo de la vida y el escepticismo público, sobre todo entre los jóvenes, acerca del papel y la relevancia de la monarquía.
Carlos, de 74 años, sucedió automáticamente a su madre como rey a la muerte de ésta en septiembre, y la coronación no es esencial, sino que se considera un medio para legitimar al monarca de forma pública.