El sueño nuclear de Saddam Hussein, el líder iraquí que en aquellos años era un aliado de Estados Unidos, terminó hace 40 años, el 7 de junio de 1981, cuando una flotilla de aviones israelíes destruyó un reactor iraquí que estaba en construcción, al sureste de Bagdad, en la provincia de Tamuz,
La historia de esta incursión israelí, llamada «Operación Opera», también conocida como «Operación Babilonia» u «Operación Ofra», culminó con un ataque preventivo que en aquellos años conmovió a la política internacional.
Pese a las preocupaciones de Israel por el poderío nuclear iraquí, el Gobierno de Hussein sostenía que el reactor de Osirak, que estaba en construcción a 17 kilómetros al sureste de Bagdad, tenía fines pacíficos.
El hecho ocurrió tres semanas antes de las elecciones en la Knesset (Parlamento) bajo el Gobierno del primer ministro, Menagen Beguin.
La elección del día, un domingo, y la hora -17.30 hora local- fue fundamental para que ocho cazas F-16 de la Fuerza Aérea israellí bombardearan las instalaciones de Osirak, ya que coincidía con el cambio de guardia de las unidades antiaéreas iraquíes.
Además, era la jornada de fiesta de los científicos franceses que trabajaban en la planta.
Paradójicamente, Francia, el país que más ayudó a Hussein para construir su reactor nuclear, había colaborado también en el desarrollo atómico israelí en la década de 1950.
El primer ministro Beguin, responsable del ataque a Osirak, no contaba en aquel momento con el apoyo de su número dos Yigael Yadin, ni del jefe de la oposición Shimón Peres o el exministro de Defensa, Ezer Weizman.
Un mes antes del bombardeo y durante el funeral del hijo del jefe del Ejército, Raful Eitan, Weizman le comentó a varios ministros: «No hagás la operación. ¿Se volvieron locos o qué?», según informes del diario español El Mundo.
Beguin creía que una bomba nuclear en manos de Hussein podía implicar una «segunda Shoá» (Holocausto en hebreo).
«Si el enemigo dice que desea, aspira y sueña acabar con todos los judíos, no hay que ignorarlo. Debemos tomar sus palabras con seriedad y hacer todo lo posible para evitarlo», dijo Beguin, señalando que la militar «es la última opción, pero está sobre la mesa».
Aquel discurso de Beguin es considerado una «valiente decisión» por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que en la actualidad desconfía de los supuestos objetivos pacíficos del programa nuclear de Irán.
Beguin dijo después a la prensa que el ataque a Osirak fue «la decisión más difícil de su mandato», tras fracasar la vía diplomática.
Pero el bombardeo israelí no estuvo exento de algunas dificultades. Por ejemplo, el 10 de mayo de 1981, fue aplazada la operación debido a la desconfianza de que fracasara el «factor sorpresa».
«Beguin (tras recibir una carta de Shimon Peres) creyó que la filtración podía haber llegado a más personas. Por eso canceló la misión cuando los pilotos se dirigían a los aviones», recordó el entonces jefe de la Fuerza Aérea israelí en 1981, David Ivry.
Los aviones utilizados por Israel estaban destinados inicialmente a Irán, pero tras la Revolución Islámica en ese país en 1979, Estados Unidos se los ofreció a Israel.
Durante el ataque a las instalaciones nucleares de Irak, se lanzaron doce bombas de una tonelada cada una.
Alarmado por la noticia, el expresidente estadounidense, Ronald Reagan, congeló temporalmente el envío de equipamiento militar a su principal aliado en Medio Oriente.
Pero, lejos de las cámaras, Reagan felicitó a Israel. Por aquellos días, el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Richard V. Allen, viajó a Jerusalén y conversó a solas con Beguin, según informes de prensa.
Entre 1980 y 1988, Irak mantuvo una guerra con Irán que finalizó sin un claro vencedor, en la que Gobierno de Hussein fue apoyado por Estados Unidos.