Por Ed Browne, de Newsweek
La amenaza de la explosión de una bomba nuclear evoca recuerdos de la Guerra Fría, presuntamente concluida hace más de tres décadas. No obstante, dadas la creciente hostilidad entre OTAN y Rusia por la invasión de Ucrania, y la tensión entre China y Estados Unidos por el asunto de Taiwán, la posibilidad de una guerra nuclear ha dejado de ser un fantasma del pasado.
Estos escenarios perturban a Peter Kuznick, profesor de historia y director del Instituto de Estudios Nucleares en la Universidad Americana de Washington D. C. Él ha dedicado décadas al estudio de los efectos de las bombas nucleares estadounidenses lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki: dos ataques catastróficos que, según un cálculo conservador publicado en la revista Bulletin of the Atomic Scientists, cobraron las vidas de más de 110.000 personas.
“Varias cosas se han hecho evidentes a lo largo de los años”, dice a Newsweek, “y la primera de ellas es la devastación que causaron dos bombas relativamente pequeñas y primitivas”. “Según cálculos recientes, la bomba de uranio de Hiroshima tuvo un rendimiento destructivo de 16 kilotones, mientras que la de Nagasaki fue de 21 kilotones. En contraste, el rendimiento de casi todas las armas nucleares modernas es de 7 a 70 veces mayor”.
¿ES MEJOR MORIR?
Aun con esas bombas “pequeñas”, la destrucción fue inmensa. Los japoneses que se hallaban cerca del centro quedaron carbonizados, asegura Kuznick, y los que lograron sobrevivir pasaron el resto de sus vidas lidiando con los efectos de la radiación.
“Desarrollaron diversas formas de cáncer y otras enfermedades. Algunos tuvieron que someterse a varias cirugías”, prosigue el profesor. “Muchos han dicho que quienes sobreviven a una guerra nuclear terminan por envidiar a los fallecidos. Y aunque me parece una afirmación un poco exagerada, no hay duda de que el sufrimiento de los supervivientes es terrible”.
Ahora que un conflicto nuclear vuelve a ocupar la conciencia colectiva, cabe preguntarnos cuál sería la mejor manera de sobrevivir a una explosión.
DAÑOS FÍSICOS DE UNA BOMBA NUCLEAR
Lo primero que percibiríamos de una bomba nuclear sería una bola de fuego enorme y un estallido de calor, a los que seguiría una onda de choque destructiva que se desplazaría a una velocidad mayor que la del sonido.
Los daños dependerían del tamaño de la bomba (y las dimensiones varían muchísimo), así como de la distancia que mediara entre las personas o los edificios y el centro de la explosión. Desde esa perspectiva, la supervivencia sería cuestión de suerte.
“El radio de la bola de fuego de una bomba nuclear de 15 kilotones —considerada ‘táctica’ y relativamente pequeña— abarcaría unos 100 metros, pero destruiría todo lo que se encontrara a 1.6 kilómetros alrededor del epicentro”, interpone Paul Hazell, profesor de dinámica de impacto en la Escuela de Ingeniería y Tecnología de la Información (SEIT), en la Universidad de Nueva Gales del Sur de Canberra, Australia.
Las bombas modernas son más potentes, por lo que se consideran “limpiadoras de ciudades”, añade el profesor. Sin embargo, hay ciertas estrategias que mejorarían las probabilidades de supervivencia en zonas que no queden completamente destruidas.
Entre ellas: refugiarnos en un edificio -como un búnker de hormigón o un sótano- antes de que ocurra la explosión. Buena parte de los edificios modernos utiliza montones de vidrio, y esa característica arquitectónica podría resultar muy peligrosa.
EL VIDRIO ES UN ENEMIGO
“Las estructuras con fachada de vidrio serían mortales. Los edificios construidos con vidrio laminado pueden resistir cargas de viento y pequeñas explosiones. Mas no tendrían la menor oportunidad contra un estallido nuclear. “Además, las esquirlas de vidrio resultantes serían letales. Como millones de cuchillos diminutos lanzados al aire a una velocidad superior a la del sonido; el cual, como sabemos viaja a 343 metros por segundo”, explicó Hazell.
“Si te encuentras en un edificio de apartamentos, corre a la escalera de emergencias. Es común que se encuentre ubicada en el núcleo estructural de la construcción. Y evita las estructuras de madera, fibrocemento o prefabricadas, ya que será muy difícil que sobrevivan”.
Por su parte, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) previenen que los automóviles no brindan protección contra materiales radiactivos.
Si estás en exteriores, la indicación de Ready, sitio web especializado del gobierno estadounidense, es que te pongas a cubierto bajo cualquier cosa que pueda protegerte. Acuéstate boca abajo y, en la medida de lo posible, evita tocarte ojos, nariz y boca.
De encontrarte dentro de un auto, el mismo sitio aconseja estacionar el vehículo y agazaparte en el interior. Una vez que pase la onda expansiva, tendrás unos diez minutos para encontrar un refugio adecuado.
EL ASESINO INVISIBLE
Además de la explosión y las ráfagas de aire candente, la radiación es otro aspecto mortífero de una bomba atómica. Como se señaló antes, la intensidad de la radiación disminuye conforme nos alejamos del centro de la explosión. Con todo, no hay una regla para determinar una distancia segura, puesto que el tipo y el tamaño de la bomba son muy variables.
Patrick Regan, profesor de metrología de radionúclidos en la Universidad de Surrey, Inglaterra, dice a Newsweek que las personas que se vean expuestas a cantidades elevadas de radiación morirían de manera instantánea, mientras que las demás podrían desarrollar enfermedades más adelante.
La dosis de radiación que absorbe un individuo se mide en unidades “gray”, en la que un gray equivale a la absorción de un joule de energía de radiación por kilogramo de materia.
Regan calcula que “si las personas recibieran un disparo de 10 grays de radiación en todo el cuerpo, el 50% de ellas colapsaría y moriría casi de inmediato debido a los daños causados al sistema nervioso central”.
Si bien es posible que una dosis de radiación más reducida no cause la muerte inmediata, los individuos expuestos tendrían un mayor riesgo de sufrir un síndrome de radiación aguda y de desarrollar cánceres a largo plazo.
“Lo más importante para la supervivencia es evitar la radiación intensa”, enfatiza Regan. “Y hay manera de protegernos: por ejemplo, permaneciendo en interiores; pues una peculiaridad de la lluvia radiactiva es que se degrada con relativa rapidez”.
NI TECHO NI PAREDES
Los CDC sugieren entrar en un edificio lo antes posible y refugiarse en el sótano o en el centro de la estructura. Esto es muy importante porque los materiales radiactivos se asientan en el exterior, de modo que no es conveniente permanecer cerca de las paredes o en el techo.
Antes de entrar, debemos despojarnos de las capas de ropa más exteriores; de lo contrario llevaríamos el material radiactivo depositado en esas prendas adonde se encuentran refugiadas otras personas. Una vez dentro del edificio, hay que lavar todas las áreas del cuerpo que estuvieron expuestas al exterior y después, de ser posible, vestir ropa limpia para evitar la dispersión de materiales radiactivos.
El gran problema de los refugios improvisados estriba en los suministros; en particular, cuando el incidente radiactivo nos toma desprevenidos. Y ni pensar en salir a buscarlos.
Regan pone el ejemplo de Chernóbil. Cuando “la hierba se contaminó, las vacas comieron ese pasto; la gente ordeñó esas vacas y dieron la leche a los niños”, recuerda el experto. “Si me pidieras un consejo, diría que te abstengas de consumir cualquier cosa que haya estado en el suelo; al menos durante un tiempo”.
“Lo más devastador sería la infraestructura circundante. ¿Qué necesitarías para aprovisionar un búnker nuclear? Para empezar, agua y alimentos enlatados. Y cuanto más tiempo permanezcas allí, mejor. La radiactividad disminuye en función del tiempo”.
Regan aclara que el agua podría ser otro problema. Los CDC advierten que, después de una bomba nuclear, habría que hacer pruebas de radiactividad en los suministros de agua potable. Así que, hasta obtener resultados, nuestro único recurso sería el agua embotellada, porque hervirla no sirve de nada.
AGUA EMBOTELLADA Y COMIDA ENLATADA
Por ello, las provisiones de emergencia deben incluir agua embotellada, así como jugos y demás bebidas conservados en recipientes sellados y apartados de la radiación. Lo mismo aplica a los alimentos, los cuales deben guardarse en recipientes sellados y lejos de fuentes radiactivas.
Otra recomendación de los CDC es que, antes de abrir los contenedores debemos limpiarlos con un trapo húmedo o una toalla limpia, y luego depositar esos implementos en recipientes sellables o en bolsas de plástico que habremos de conservar en un lugar lo más apartado posible.
Son tres los tipos principales de radiación: alfa, beta y gamma. Regan dice que, aún cuando la radiación gamma es capaz de atravesar las paredes, causa menos daños porque no interactúa gran cosa con la materia. En cambio, las partículas alfa “matan todo cuanto encuentran a su paso”.
“Lo peculiar de esas partículas es que, aunque acaban con todo lo que tocan, pierden energía con mucha rapidez. Si pusieras emisores alfa en la superficie de tu piel, las capas de piel muerta bastarían para detener las partículas alfa.
LAS PAREDES NO BASTAN
“No debemos permitir que ese tipo de material radiactivo entre en el cuerpo, ya sea a través de la respiración o con alimentos o bebidas, ya que las partículas pasan al torrente sanguíneo y matan todas las células con las que tienen contacto”.
Al respecto, los CDC afirman que las paredes de una vivienda pueden bloquear gran parte de la radiación nociva de un incidente nuclear, por lo que permanecer dentro de la casa durante un mínimo de 24 horas podría brindar protección mientras los materiales radiactivos se debilitan. Pese a ello, el Gobierno de Estados Unidos aconseja que tengamos siempre provisiones suficientes para tres días o más.
Dichas provisiones deben incluir agua embotellada, alimentos empaquetados, medicamentos, una linterna, baterías y una radio portátil —de manivela o baterías— para sintonizar las transmisiones de emergencia.
Debido a que el aire puede arrastrar partículas radiactivas, los CDC también sugieren mantener bien cerradas las puertas y las ventanas; refugiarse en un sótano o en el centro de un edificio; y apagar ventiladores, aires acondicionados y cualquier otro aparato que introduzca aire del exterior.
Por supuesto, lo anterior no es un listado minucioso del equipo de supervivencia necesario para un incidente nuclear. El sitio web de los CDC detalla otras medidas a tomar.
CON VISTAS AL FUTURO
“Lo único bueno que han dejado las crisis de Ucrania y Taiwán es que la amenaza nuclear vuelva a la conciencia pública”, comenta Kuznick.
“Desde que terminó la Guerra Fría —y tal vez durante unos años antes, gracias a los esfuerzos heroicos del recién fallecido Mijaíl Gorbachov—, la mayoría hemos actuado como si la amenaza nuclear se hubiera reducido. Y sí, puede ser que se haya reducido. Pero sigue presente”.
En opinión del historiador, hasta un conflicto nuclear limitado entre India y Pakistán podría conducir a la muerte de casi 2.000 millones de personas a resultas del hambre y las enfermedades.
“En este momento, Joseph Biden y Vladimir Putin tienen poder de veto sobre la continuidad de la vida en nuestro planeta. Y todo apunta a que Xi Jinping quiere unirse a ellos en esta perversa letalidad”.
Publicado en cooperación con Newsweek