Por Andrés Repetto
Mientras el mundo se encamina a una nueva guerra mundial con la latente amenaza de un holocausto nuclear, Donald Trump vuelve a la presidencia de los EEUU con la promesa de solucionar todo en 24 horas. ¿Podrá? ¿Querrá? Cuáles son sus principales desafíos en este complejo y peligroso escenario global.
Todo gira a su alrededor. Los movimientos tectónicos de la política global ya sienten el impacto de su cercanía al poder. Donald Trump está en todos lados y aún no es el presidente en ejercicio. Su regreso a la Casa Blanca es mucho más que un nuevo periodo presidencial. Se siente en el ambiente. Todos se preparan para su primer día de gobierno y, a partir de ahí, a ajustarse los cinturones.
Desde que los medios del mundo daban los resultados de su aplastante victoria, distintos jefes de Estado parecían empujarse para llegar primero a la fila de los saludos. Desde hace semanas los líderes internacionales buscan mostrarse cerca del presidente electo, remarcan las buenas comunicaciones telefónicas que mantuvieron con él, como si quisieran calmar las tremendas expectativas que su llegada genera a nivel global.
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Las declaraciones de los distintos actores del poder mundial que ya tuvieron contacto con el futuro presidente muestran un rasgo de lo que vendrá, la imprevisibilidad y la preocupación por sus posibles decisiones.
La crisis global no puede esperar. La realidad en el contexto mundial actual es pura inestabilidad y cambia de forma vertiginosamente (y por momentos, de manera radical).
El mundo está ahí. Solo hace falta abrir la puerta para ver lo complejo de la situación. En estos días todo parece ser posible. Por ejemplo, cumbres climáticas realizadas en países que viven del combustible fósil y que nacen ya moribundas. El planeta está en serios problemas. Mejor dicho, la humanidad está desorientada entre tanta falta de visión sobre los problemas reales que debemos afrontar con urgencia.
El mundo del multilateralismo está siendo desmembrado vivo, como en el circo romano. “Primero América” (tal es el lema de Trump), podría esconder el “primero yo”. No importa de qué país hablemos ni del presidente en cuestión; se trata de una política que es global, no porque se compartan valores y se intercambien opiniones, sino porque, como espejos, multiplican la imagen de la falta de cooperación internacional.
El mundo necesita otro liderazgo, ya que podría dirigirse a toda velocidad hacia un sálvese quien pueda.
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La política global está impregnada con la idea de que el más fuerte es quien impone su voluntad, y esto es sinónimo de caos.
Las imágenes que vemos por todas las plataformas nos devuelven escenas de guerra; no importa a qué región del mundo apunta la brújula. El miedo parece tener de rehén al liderazgo que era necesario para afrontar los desafíos más importantes en nuestra era y para el futuro de las próximas generaciones. En este escenario, regresa Donald Trump.
UN ELEFANTE EN UNA CRISTALERÍA
La mayor potencia militar de la Tierra tendrá un nuevo comandante en jefe, el hombre que regresó para no repetir los mismos errores. Pero, ¿errores en cuanto a su gestión o respecto a su trato a quienes lo sacaron del poder?
El presidente electo que prometió resolver en 24 horas los conflictos más profundos y complejos deberá ahora enfrentar una situación muy diferente a la que dejó cuando se fue de la presidencia. El gigante estadounidense, por más pequeños y suaves que haga sus movimientos, será como un elefante en una cristalería: siempre dejará su huella.
No todos saben cómo moverse en una situación tan complicada y la realidad, si bien parece más una película de ciencia ficción y por momentos de terror, no se trata de decidir si cortar el cable rojo o el azul. La bomba tiene ramificaciones y trampas.
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En este contexto el equipo que acompañará al presidente, tome la decisión que tome, tendrá un impacto significativo. Los nuevos hombres y mujeres que por el momento parecen destinados a seguirlo en el comienzo de la segunda gestión tienen un denominador común: la lealtad, una palabra que necesita tiempo, como el buen whisky, para mostrar su verdad. Pero esa lealtad podría transformarse en la necesidad de seguirlo a como dé lugar en detrimento de su gestión y, por su peso específico, el de todo el mundo, especialmente en aquellos sitios en los que están fijados los intereses de los Estados Unidos.
Lo que ya está en movimiento no tiene que ver con el poder que ahora está sobre los hombros de la figura presidencial, sino en lo que se hará con él.
En un mundo en guerra, lo impredecible es un enemigo invisible que puede hacer mucho daño. Nos encontramos en tiempos en los que se necesita lo mejor de nosotros y de quienes tienen la responsabilidad de administrar el poder que se les prestó por un tiempo determinado. Ante la profundidad de la crisis global, a la vista está que liderazgo es lo que falta y que los desafíos se hacen cada vez más grandes y difíciles.
¿Se podrá terminar con la guerra en Ucrania en 24 horas? Hay que tener presente que en la geopolítica lo que parece una solución en muchos casos al no ser acordada con profundidad y con una visión de largo plazo, podría convertirse en el eslabón para una crisis aún mayor.
Recordaba días atrás un nuevo aniversario del armisticio que dio paso al final de la Primera Guerra Mundial pero que dejó la semilla de lo que décadas después fue una guerra aún más destructiva en Europa.
LA GUERRA NUCLEAR
Por estos días, el jefe del organismo de la agencia atómica de las Naciones Unidas, el argentino Rafael Grossi, advirtió que debían lograrse avances para evitar la guerra, haciendo referencia a Irán y a su desarrollo atómico. Que un diplomático utilice esa palabra en el contexto actual nos muestra lo delicado de la crisis en torno al enriquecimiento de uranio iraní en su camino atómico. Enriquecimiento que acerca al régimen de los ayatolás, si así lo deciden, a estar muy cerca de la posibilidad de fabricar una bomba atómica.
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La crisis actual en torno a Irán y a su posible acceso a una bomba nuclear se debe a que durante la primera administración de Trump se decidió romper el acuerdo mundial firmado por Irán, Europa, Rusia y los EEUU en tiempos de la administración Obama. Esto, a cambio del levantamiento de las sanciones que ahogaban la economía iraní.
Pero fue la decisión de Donald Trump la que llevó la crisis a un nivel mucho más complejo. Irán comenzó a enriquecer uranio y a no cumplir con los mandatos de la agencia nuclear de la ONU o, al mejor estilo del régimen iraní, a esquivarlo para llegar al 60% de uranio enriquecido, es decir, muy cercano a lo necesario para la bomba.
En esa crisis, quedó a la vista que Donald Trump cortó el cable equivocado y, años después, la crisis es mucho más compleja y peligrosa.
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¿Quién gobernará EEUU a partir del 20 de enero de 2025? ¿El mismo presidente de la gestión anterior? ¿El candidato que en campaña amenazaba con usar el poder de las fuerzas armadas para perseguir a sus contrincantes políticos? ¿O un nuevo líder que entiende el rol que, por acción u omisión, le ocupa a su nación? ¿Será una persona diferente a la que se vio en campaña hace un par de semanas? Quizás sea como en aquella moraleja de la rana que mira con asombro al escorpión que la picó en el lomo cuando lo ayudaba a cruzar el río y, sorprendida por la decisión suicida del escorpión, recibió como respuesta, mientras ambos se ahogaban, “es mi naturaleza”.
La próxima presidencia de Donald Trump enfrentará desafíos enormes a nivel global. Un mundo que está en una guerra que logró unir a muchos de los conflictos satélites. Las crisis que parecían correr en paralelo y no poder tocarse, ahora lo hacen. La crisis en Medio Oriente vincula a Irán con el destino de la guerra en Ucrania, y también sucede lo mismo con China y hasta con Corea del Norte, que ya tiene soldados en el terreno.
Todos los intereses se tocan gracias a la habilidad de Putin. Y a sus alianzas. En este caso, ¿no repercutirá en Moscú la decisión de un ataque a gran escala contra las instalaciones nucleares iraníes? Teherán colabora con Rusia con mucho más que drones y misiles. En el caso de Corea del Norte, un país que desafía al mundo con el lanzamiento constante de misiles con capacidad nuclear, ahora se estima que podría enviar decenas de miles de hombres más para sumarse a los que ya tiene en combate en Europa. China es un aliado clave de Putin en la economía, pero también en la guerra.
Por todo esto, los socios de EEUU en la OTAN buscan dejar en claro a la próxima administración que ahora todo está ahora relacionado.
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Por estos días, el mundo pasa por el momento más dramático desde la crisis de los misiles en Cuba de 1962, cuando la Unión Soviética y EEUU estuvieron muy cerca de un enfrentamiento nuclear.
La decisión del saliente presidente Biden de otorgar a Ucrania, quien viene perdiendo territorio y posiciones clave contra Rusia, de usar misiles de largo alcance para atacar suelo ruso (al igual que los británicos) generó el interrogante de si Putin se animará a llevar adelante lo que la nueva doctrina de defensa atómica de su país, reformulada por él, lo habilita, es decir, un ataque nuclear contra Ucrania.
Pero no se trata de si el presidente ruso se anima a o no a llevar adelante una decisión trascendental como esta, sino si militar y políticamente le conviene.
Teniendo presentes los nuevos funcionarios nombrados por Trump para dirigir los servicios de inteligencia, tachados de prorrusos, y las declaraciones del presidente electo sobre su visión de la OTAN y la intervención de su país en la guerra en Ucrania, todo indicaría que Trump buscará llevar adelante un cambio radical en la guerra. Pero faltan aún varias semanas para que el poder real le sea conferido y, en estos tiempos, lo impredecible toma cada vez más espacio en el conflicto.
La nueva Era Trump necesitará de liderazgo y alianzas para los conflictos que ya están en desarrollo. Amante de la comida rápida, el presidente electo enfrenta el desafío de comprender que nada hecho rápido o solo siguiendo sus percepciones será suficiente. Necesitará equipo interno y externo para liderar a la mayor potencia del mundo en un tiempo de fin de ciclo global.
La actual realidad no permite errores.