Este lunes, las familias reales de toda Europa se reunieron en Atenas para asistir a los funerales de Constantino II, último rey de Grecia, quien falleció la semana pasada a los 82 años.
Constantino II, quien era hijo del rey Pablo I de Grecia y Federica de Hannover, pertenecía a la Casa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg (conocida simplemente como la Casa de Glücksburg), que tiene vinculaciones con toda la realeza europea. De hecho, él era hermano de la reina Sofía de España, primo segundo del rey Carlos III de Gran Bretaña, padrino del principe William (heredero al trono) y se casó con Ana María de Dinamarca, lo que lo convertía también en príncipe de esa nación.
Pese a ello, Constantino II solo logró gobernar tres años. Fue coronado en 1964, pero en 1967 se produjo un golpe militar que se conoció como la Dictadura de los Coroneles. Primero el monarca juró ante estos revolucionarios, lo que lo volvió sumamente impopular, y luego intentó derrocarlos, pero finalmente en en 1973 se realizó un referéndum para abolir la monarquía (ganó la abolición con un 70% de los votos), y en 1974 de dejaron de reconocer todos los títulos de nobleza en ese país.
Marchó al exilio y vivió en Londres muchos años, regresando solo ocasionalmente a Grecia por cuestiones inmobiliarias o su litigio con el Estado, al que le reclamaba una compensación económica. Finalmente, en 2013 pudo regresar a vivir en una de sus residencias griegas, ejerciendo sus títulos daneses y con el apoyo de un núcleo monárquico que todavía sueña con que sea reconocido como rey su hijo, Pavlos.
A sus funerales y al servicio cristiano ortodoxo asistieron la princesa Ana de Reino Unido; los reyes de España, Felipe y Letizia; y miembros de las casas reales de Dinamarca, Noruega, Suecia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Mónaco. Muchos de ellos, como se señalaba, son sus parientes. Por caso, el rey Felipe de España, su primo hermano, se fundió con Pavlos en un fraternal abrazo.
En la década de los ‘90, Grecia le quitó a Constantino su nacionalidad, y así se logró avanzar sobre algunas de sus propiedades, incluyendo una finca en Tatoi y un palacio en la isla de Corfú (donde Sofía tuvo a Felipe). Tras su muerte, el exrey será enterrado en Tatoi.