Leyendo:
La telaraña de Trump y la construcción de un nuevo orden mundial
Artículo Completo 9 minutos de lectura

La telaraña de Trump y la construcción de un nuevo orden mundial

Por Andrés Repetto

El flamante presidente de los EEUU empieza a tejer su inmensa red de poder global, hecha de incertidumbre y de una fuerza económica y militar al servicio de sus objetivos políticos. En un mundo en guerra, cada hilo repercute sobre el otro, aunque se encuentre a miles de kilómetros. Ucrania, Gaza o Taiwán son hoy escenarios unidos por una intrincada trama de alianzas, negociaciones y amenazas.

La realidad global se mueve de manera veloz. Los acontecimientos no dan tiempo. Ni siquiera los protagonistas saben cómo será el escenario que deberán enfrentar a las pocas horas de que una noticia irrumpe a nivel internacional.

Desde el último 20 de enero, día de la asunción de Donald Trump, el mundo entró en una nueva dinámica que se acelera con el correr de las semanas y rompe el status quo en cada rincón del planeta.

Por acción u omisión, los movimientos del gigante estadounidense dejarán su marca. Esto está sucediendo desde el aspecto económico, político, militar e incluso geográfico, como sucedió con la modificación que Google finalmente llevó adelante al cambiar, como lo pidió Trump, un simple nombre en el mapa: lo que durante siglos se llamó Golfo de México, ahora se llama Golfo de América.

Esta noticia puede ser considerada irrelevante, pero fue un anticipo de lo que vino después y, posiblemente, de lo que seguirá sucediendo durante su presidencia. La nueva administración de Trump ya está generando el mayor cambio geopolítico de las últimas décadas. En una llamada de unos 90 minutos con su par ruso, Vladimir Putin, terminó con una alianza de 80 años entre EEUU y Europa. En efecto, Trump había anticipado en distintas declaraciones que su plan implicaba que su país deje de ser garante y salvoconducto de la defensa europea.

La idea de lograr una “paz justa” en la guerra de Ucrania hablando directamente con Rusia, pero dejando de lado en las negociaciones a la propia Ucrania y a Europa, dejó con la boca abierta a sus (por ahora) socios y aliados del Viejo Continente, que vieron y escucharon en una conferencia al nuevo hombre fuerte del Pentágono diciéndoles en la cara que “Europa ya no era una prioridad para la seguridad nacional de los EEUU”. Puntos de vista que fueron profundizados poco después por el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, criticando a varios líderes europeos.

En muy pocos días -con los anuncios en torno a el aumento de aranceles sumados al modo en que se comunica, las declaraciones sobre su intención de quedarse con Groenlandia, el canal de Panamá y de la Franja de Gaza, más su cambio histórico de postura hacia Europa en medio del avance ruso en su invasión contra Ucrania-, los aliados de Estado Unidos comenzaran a hacerse una pregunta que no solo mina las acuerdos históricos, sino algo que apunta a algo más profundo y que los economistas afirman es difícil de reconstruir una vez rota: la confianza.

Mientras Trump comienza a tejer su telaraña global, las medidas que fue anunciando día a día, en muchos casos con amenazas, generaron un efecto rebote para los Estados Unidos. Esta crisis de confianza golpea el liderazgo estadounidense a nivel mundial. Los movimientos de cambio son tan bruscos e impredecibles que provocan terremotos con réplicas constantes, dejan en shock a quienes habitan los lugares señalados por la Casa Blanca y los obliga a tomar decisiones imprevistas. Reina la desconfianza.

¿Qué efectos provoca lo impredecible en un mundo en una situación de crisis?
¿Qué genera este nuevo orden mundial que parece destinado a romper las estructuras que hasta el momento buscaban mantener un status quo? Y, quizás lo más importante: ¿a quiénes beneficia y a quiénes perjudica?

UN NUEVO ORDEN MUNDIAL

Ante lo que parece ser una implosión de lo hasta ahora conocido, las fuerzas que van quedando en pie luego del terremoto buscan reagruparse rápidamente. Pero este desorden que nace de un nuevo orden parece invitar al caos. Al menos hasta que se imponga una nueva realidad global.

Las nuevas estructuras de poder ya no parecen tomarse por consenso ni siquiera para la foto. La bota que patea más fuerte el tablero parece ser la nueva manera en que se busca construir lo “nuevo”.

El mundo está en pleno proceso de reconfiguración. Casi como si se tratara de un reality show podemos ver en vivo las distintas cumbres y conferencias que se están llevando adelante, donde se discute la transferencia de poder. Son las contracciones del parto de lo que viene. Todo está ligado entre sí. Como una telaraña. Por eso los acontecimientos deben observarse desde una perspectiva diferente, entendiendo que el mundo lamentablemente está sumido en una nueva guerra mundial. Y cada decisión que se toma está conectada a estos intereses.

En estos días se vive el momento más crítico de esta etapa de la crisis global. Cómo se resuelva lo que se llama una “paz justa de la guerra en territorio ucraniano” será el final de este conflicto mundial o la base para su profundización.

Poco tiempo atrás, un general alemán encargado de preparar a su país para un posible conflicto con Rusia aseguró que, si bien Alemania no está en guerra, en poco tiempo no estará en paz.

La decisión de Trump de negociar unilateralmente con Rusia, dejando abiertamente afuera a Ucrania y a Europa llevó a varias naciones europeas a llevar adelante encuentros contrarreloj para debatir cómo continuar sin el paraguas protector estadounidense. Luego de los encuentros cara a cara entre los estadounidenses y los rusos, Europa teme que, como sucedió en otros tiempos en la historia reciente del continente, si se llega a un alto el fuego, eso solo sea una escala en una invasión rusa a sus vecinos. Todas estas crisis dentro de otra crisis están dando forma a algo aún más grande.

Más allá de la participación de los países de la OTAN en el terreno de batalla ucraniano, obviamente están implicadas varias naciones que parecían lejanas a la guerra, como es el caso de los iraníes, con su ayuda militar; los norcoreanos, con tropas en el terreno y armas; y China, con su amplia alianza militar, política y económica.

Pero este conflicto trasciende las fronteras de Europa, ya que tiene una enorme influencia y se ve reflejado en otros focos de tensión en el mundo, casi como en un espejo. Desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania advertí que esta era una crisis que nos proyectaba a miles de kilómetros de distancia y que podía darse una “situación espejo” si el resultado de la guerra era de bajo costo para el país invasor, en este caso, Rusia.

LA HORA DE LOS FUERTES

Si Rusia no paga un costo elevado por esta invasión (o lo que podría ser peor, terminara victoriosa ya sea en el campo de batalla o en el de un acuerdo de cese del fuego), eso podría llevar a países como China a emular esa decisión y, por ejemplo, invadir la isla de Taiwán.

Entramos en tiempos en los que las naciones que consideran que tienen el poder de resolver sus problemas por medio de la fuerza llevarán adelante unilateralmente sus movimientos, ya que la llamada “comunidad internacional” está en retirada (por no decir moribunda). Entramos en una nueva realidad en la que el multilateralismo parece haber sido secuestrado por gobiernos que, por medio de la fuerza -económica o militar- buscan conseguir sus objetivos por sobre “el bien común”.

La guerra en Ucrania generó nuevas alianzas. No solo entre dos potencias como China y Rusia, sino también entre Corea del Norte y Moscú, así como entre Rusia y el régimen iraní. Como en una gigantesca telaraña, en la que un conflicto está ligado al otro, cualquier hilo que se toque tiene efectos sobre los demás, aunque estén a miles de kilómetros.

Casi al mismo tiempo que se acordaba un cese al fuego entre el grupo terrorista Hamás e Israel, Rusia acordaba con Irán una alianza aún mayor. Poco después, en algún lugar de Irán se mostraban los botes bomba que bajo tierra tenían escondidos las fuerzas revolucionarias iraníes. Y todo esto al tiempo que desde Israel se menciona la idea de “terminar con el problema iraní”, haciendo referencia a la posibilidad de un ataque contra sus centrales nucleares. Los puntos unen países de un extremo y otro del planeta.

EL NUEVO ESCENARIO

Si esta telaraña ya mostraba un escenario complejo, además la Casa Blanca decidió generar un terremoto que aún continúa provocando una réplica detrás de la otra.

Mientras las naciones europeas discuten el envío de tropas a un conflicto bélico en su propio territorio con un riesgo altísimo y reinan la incertidumbre y la desconfianza hacia EEUU, otras potencias podrían intentar tomar lo que ese país vaya dejando en su retirada como líder global.

Durante décadas muchas naciones criticaron el rol estadounidense como “policía del mundo”, pero es este cambio lo que hoy genera intranquilidad, incertidumbre, preocupación, y alimenta al monstruo de lo impredecible. ¿Este cambio será pacífico, sereno, sin confrontaciones? ¿O, por el contrario, los intereses contrapuestos y unidos en parte por esa telaraña provocarán un nuevo escenario de continuos cambios con todo lo que esto implica?

En tiempos de guerra, donde incluso se advirtió sobre una potencial utilización de armas nucleares, no debe imponerse la incertidumbre. Se necesita un liderazgo a la altura de los desafíos y está a la vista que esa carencia ese uno de los grandes problemas que el mundo afronta en estos momentos. No se trata solo del problema. Cómo se aborde esta situación será crucial. La desconfianza aumenta el riesgo y, ante el abismo, cualquier error puede ser fatal.

Ingresa las palabras claves y pulsa enter.