Por Paul Rhodes (*)
Frente a los ataques terroristas de Hamas y a sus propias amargas divisiones políticas, Israel se encuentra en un momento de crisis. El mundo está convulsionado luego del peor ataque que sufrió el pueblo israelí en territorio propio en los últimos 50 años. Sin embargo, un enviado especial de Newsweek, quien visitó por primera vez la zona, vio algunos signos de esperanza.
David Ben-Gurion, ex primer ministro de Israel, dijo una vez: «Para ser realista, debes creer en los milagros». No vi ningún milagro durante mi visita de cinco días al país, la primera, a principios de julio, pero parecería que a Israel le vendría bien alguno.
El país que pude vislumbrar estaba bajo intensa presión, inclusive antes de sufrir un feroz ataque terrorista de Hamas. El día después de mi llegada, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) atacaron un campo de refugiados palestinos en Jenin, Cisjordania, una medida que puso al país en vilo y desencadenó ataques de represalia por parte de Hamas. Mientras tanto, aumentaba la tensión por la propuesta de una reforma del poder judicial en el país por parte del gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu. A pesar de las grandes y furiosas protestas, parte de la reforma destinada a limitar el poder de la Corte Suprema de Israel fue aprobada el 24 de julio por la Knéset (órgano unicameral que ostenta el poder legislativo del Estado de Israel).
Soy periodista radicado en Londres y fui a Israel como parte de un grupo de prensa invitado por la Red de Liderazgo Europeo (ELNET), una organización no gubernamental pro-israelí fundada hace 15 años que, según informa su sitio web, trabaja para fortalecer los lazos entre Europa e Israel «basados en valores democráticos e intereses estratégicos compartidos». Me prometieron un viaje a diferentes partes del país y la oportunidad de conocer a muchas personas de diferentes ámbitos, incluidos políticos, soldados, académicos, expertos en políticas y periodistas locales. Newsweek Internacional pagó mis gastos. Las siguientes líneas reflejan algunas instantáneas de mi visita.
‘UN BARRIO DIFÍCIL’
El 4 de julio, el ataque de las FDI al campamento de Jenin dominó las noticias tanto israelíes como internacionales. Murieron doce palestinos y un soldado israelí. Pero todo eso parecía estar lejos de la mente de la gente en el Muro de los Lamentos en Jerusalén ese mismo día. A las 10 de la mañana, la temperatura en la plaza empedrada fuera del Monte del Templo (o Explanada de las Mezquitas) ubicada en la ciudad vieja se había disparado a casi 33°C. Había una ambiente casi de fiesta entre las familias judías abarrotadas para celebrar bar y bat mitzvahs. El sonido de tambores, clarinetes y cantos llenaban el aire, mientras hombres y mujeres y niños y niñas mayores de edad se acercaban al muro para orar.
Al día siguiente, cuando me dirigía a Tel Aviv, una alerta de noticias en mi teléfono celular me informó de un ataque terrorista allí. Una camioneta conducida por un palestino embistió a peatones cerca de una parada de colectivo. Luego salió del vehículo y apuñaló a un individuo en el cuello. Ocho personas resultaron heridas, incluida una mujer embarazada que perdió a su bebé. El agresor, de 20 años, fue asesinado a tiros por un transeúnte. Posteriormente, Hamás se atribuyó la responsabilidad del ataque.
La noticia –y mi proximidad a ella–, me fastidió sobremanera. Tuve la misma sensación de depresión que experimenté después de los ataques terroristas en Londres el 7 de julio de 2005, y los ataques al Puente de Westminster y al Puente de Londres en 2017. Pero después de esos horrores, recordé que Londres no perdió su ritmo.
Tampoco Tel Aviv. Cuando llegué allí esa tarde, las arenas doradas que se extienden a lo largo de su costa mediterránea estaban repletas de bañistas jugando voleibol. Amantes del kayak y remo chapoteaban en el mar. Familias paseaban frente a los hoteles turísticos que bordean la costa mientras los jóvenes recorrían el paseo marítimo en monopatines eléctricos alquilados. Los bares y restaurantes parecieron no sufrir su actividad comercial. Fue como pasar un día lindo en Venice Beach, California; como si nada hubiera pasado.
“Israel es un país extremadamente fuerte”, me dijo el Dr. Ilan Samish, residente de Tel Aviv y director ejecutivo de la startup de tecnología alimentaria Amai Proteins. «Vivimos en un barrio difícil… [Hemos] conocido períodos de terror peores que los que están sucediendo ahora”.
«En general, Tel Aviv es un lugar muy seguro», continuó, antes de hacer una comparación con el tiempo que vivió en Filadelfia, realizando estudios postdoctorales en la Universidad de Pensilvania. «Allí no podía dejar que mis hijos salieran después de las 22.00 horas. Las posibilidades de que algo malo le suceda con mucho menores aquí que en otras ciudades importantes como Nueva York y Londres».
LA ORUGA SONRIENTE
El legado patrimonial del Parque Buenos Deseos en Sderot, una ciudad de unos 30.000 habitantes en el distrito sur de Israel, es una típica plaza infantil. Hay hamacas, bancos y árboles que dan sombra. También hay un tubo de hormigón de 12 metros de largo pintado como una oruga sonriente, un lugar perfecto para un jugar a las escondidas. Pero también sirve como refugio antiaéreo. La ciudad está a menos de dos kilómetros de la Franja de Gaza, gobernada por Hamas, y es un blanco frecuente de ataques con misiles.
Visité el lugar la mañana siguiente de que cinco misiles fueron disparados contra Sderot en represalia por el ataque de las FDI al campamento de Jenin. La Fundación Sderot, una organización comunitaria, revela que 12.000 misiles de Hamas han atacado la ciudad en los últimos 20 años. Como me dijo un lugareño: «Toda la ciudad está en un estado perpetuo de estrés postraumático».
Cuando suena la sirena de ataque, los residentes tienen, como mucho, 15 segundos para esconderse. La mayoría de las casas tienen una habitación reforzada, a menudo la habitación de un niño, que actúa como refugio antiaéreo. Los negocios y restaurantes están adornados con carteles que indican a sus refugios, y además hay refugios de hormigón al lado de cada parada de colectivo. Los padres en sus autos se detienen, ponen a sus hijos en el suelo, se acuestan encima de ellos, se cubren la cabeza y rezan.
A pesar de la constante amenaza existente, la ciudad es un imán para las familias jóvenes. A sólo 45 minutos en tren de Tel Aviv, es menos costoso que vivir en el centro tecnológico y cultural de Israel. Además, se suman otros atractivos como grandes exenciones fiscales y los subsidios de salud.
La mayoría de los cohetes, como los cinco lanzados la noche anterior, son interceptados en cuestión de segundos por el sistema de defensa antimisiles conocido como la Cúpula de Hierro de Israel. El arsenal de misiles en las afueras de Sderot consta de dos lanzadores, una armería y un par de tiendas de campaña.
Una de las mujeres soldados estaba hastiada, más allá de de sus jóvenes 19 años. Ella, al igual que sus compañeros reclutas, estaba cumpliendo su servicio militar obligatorio de dos años, que comienza a los 18 años, a excepción de los ultraortodoxos que están exentos. Ella y sus compañeros no reciben ninguna advertencia previa cuando se disparan los cohetes de la Cúpula de Hierro, y dice que le tomó dos meses acostumbrarse al ruido que hacen. ¿Hizo algo para prepararse mentalmente para este trabajo?
«Creo que la terapia viene después», me dijo, con un rifle de asalto M5 colgando de su hombro.
‘MI PAÍS ESTÁ EN LLAMAS’
Para algunos israelíes, la mayor amenaza a su democracia no es el actual conflicto con Hamas, en Gaza al sur, ni Hezbolá, en el Líbano, sino las políticas del Primer Ministro Benjamín Netanyahu y su gobierno de coalición de derecha religiosa, especialmente la reforma judicial que ha impulsado a través de la Knesset.
El objetivo principal de la reforma es limitar el poder de la Corte Suprema para anular las decisiones tomadas por los funcionarios electos al dictaminarlas «irrazonables.» Los opositores e incluso algunos miembros de los medios de comunicación han calificado los cambios propuestos como un «golpe» que eliminaría los controles y equilibrios necesarios. A diferencia de Estados Unidos, por ejemplo, Israel tiene una sola cámara parlamentaria y no tiene una constitución escrita.
Sin embargo, Hanoch Dov Milwidsky, miembro de la Knesset por el Partido Likud de Netanyahu, me dijo que el estándar de «razonabilidad» es antidemocrático e insistió en que las reformas impondrán los controles necesarios en el poder judicial.
El propio Netanyahu ha dicho: «La independencia de la Corte y los derechos civiles en Israel no se verán perjudicados de ninguna manera». Parece que pocos fuera de su coalición ultraortodoxa le creen. Quienes se oponen a la nueva ley se apresuraron a pedir a la Corte Suprema que escuchara las impugnaciones tan pronto como fuera aprobada, y la Corte respondió que lo haría en septiembre. Esto plantea la posibilidad de un enfrentamiento constitucional en el que la Corte derogue una ley expresamente diseñada para limitar su poder para derogar leyes. Lo que suceda después de eso es una incógnita.
«Mi país está en llamas en este momento», me dijo Gal Salomon, cofundador y presidente ejecutivo de la empresa de tecnología sanitaria CLEW. Recordó el revuelo inicial por las propuestas de reforma ocurridas en enero. «Nos despertamos una mañana y todo el país cambió por completo».
Desde entonces se han organizado manifestaciones contra las reformas y fueron tomando más relevancia tras la aprobación del proyecto de ley el 24 de julio. Se realizaron protestas en todas partes, desde las calles de Tel Aviv hasta el aeropuerto Ben Gurion y en la Knesset. A pesar de ser pacíficos (aunque Milwidsky afirmó que se volvieron más extremos), los manifestantes se han enfrentado a cañones de agua y granadas paralizantes de la policía. Las protestas han sido apoyadas por personas que van desde jefes militares retirados, reservistas y el sindicato nacional de trabajadores de Israel hasta su asociación médica, expertos legales y líderes empresariales como Salomon y Samish.
Samish dice que las reformas judiciales han creado una incertidumbre que asusta a los inversores. Las nuevas empresas son un gran impulsor de la economía de Israel y representan el 15% de las exportaciones y el 18% del PIB, según el grupo empresarial Start-Up Nation Central. Alrededor del 85% de la financiación proviene del extranjero, principalmente de Estados Unidos. En julio, Samish consiguió 10 millones de dólares en financiación para su empresa de siete años, pero las nuevas empresas no logran atraer capitales. La inversión en el sector de alta tecnología ha bajado un 70% este año.
«Mientras el mundo hace negocios entre empresas, en Israel no está sucediendo», afirma. Samish ha amenazado con emigrar su empresa de Israel si finalmente se aprueban todas las reformas propuestas por la coalición de Netanyahu.
Ruth Wasserman Lande, ex miembro de la Knesset con la coalición política centrista Azul y Blanco, dice que existe una necesidad legítima de reforma, pero ha pedido conversaciones más francas, transparentes e inclusivas al respecto. Ella me dijo: «Sería una vergüenza para la democracia ignorar la ira pública.»
Los críticos de Netanyahu y su coalición de gobierno temen que si finalmente se aprueban todos los aspectos de la revisión judicial, los nombramientos políticos clave estarán repletos de ultraortodoxos de línea dura. Esto llegaría en un momento en que el Consejo Supremo de Planificación de Israel está aprobando más asentamientos judíos en Cisjordania. Aprobó un récord de 12.855 unidades de vivienda en Cisjordania en el primer semestre de 2023, según el grupo de izquierda Peace Now.
Sin embargo, otro miembro del Likud Knesset que conocí, Tsega Melaku, quien emigró a Israel desde Etiopía en 1984 a la edad de 16 años, se quejó: «La mayoría de la cobertura mediática de los problemas que enfrenta Israel es antisemita».
‘TODA LA ESPERANZA QUE NECESITO’
«La única solución que veo ahora son dos Estados», dice Salomon. «Tenemos que dejar ir [a los palestinos]».
Sin embargo, las posibilidades de una solución de dos Estados en un futuro próximo parecen escasas. Hamas ha dicho repetidamente que quiere la destrucción del Estado judío. Israel ha dicho repetidamente que no negocia con terroristas, y Hamas y Hezbolá son considerados grupos terroristas por Israel y el Departamento de Estado de Estados Unidos.
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El apoyo público a una solución de dos Estados cada vez es menor. Bajó del 43% en septiembre de 2020 al 33% entre los palestinos y del 42% al 34% entre los judíos israelíes, según una encuesta realizada en enero de 2023 por el Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Políticas en Ramallah y el Programa Internacional de Mediación y Resolución de Conflictos en la Universidad de Tel Aviv. Entre todos los israelíes (judíos y árabes), el 39% respalda una solución de dos Estados, el nivel más bajo de apoyo desde que comenzaron las encuestas en junio de 2016.
Sin embargo, hay algunos destellos de optimismo. La red de noticias global independiente de Tel Aviv, i24 News, que se lanzó en 2013, no transmite en hebreo sino en inglés, árabe y francés. A diferencia de otros canales de noticias nacionales, su entusiasta director ejecutivo, Frank Melloul, me dijo que i24 recibe a representantes de Hamas, así como a políticos y comentaristas israelíes, para que los televidentes puedan escuchar a ambas partes y decidir por sí mismos.
Después de un tiempo, comenzó a notar algo. “Al principio, los invitados simplemente caminaban hasta sus autos y se iban a casa”, dijo Melloul. “Después de aproximadamente un año, hablaban juntos camino a los autos. Luego iban a tomar una taza de café y, un tiempo después, a veces incluso compartían una comida”.
Milwidsky, miembro de la Knesset, dice que se necesita un acuerdo con los palestinos, pero que tendrá que lograrse con menos ayuda de la habitual por parte de Estados Unidos. “Tenemos que hacerlo entre nosotros mismos”, me dijo. “Una de las principales cuestiones que este gobierno debe hacer es volver a unir a la nación. ¿Cómo podemos encontrar ese punto de encuentro que perdimos?».
El experto en Medio Oriente Meir Javedanfar, un judío iraní que llegó a Israel a través del Reino Unido en 2004, dice que Estados Unidos está distraído por la guerra en Ucrania, su rivalidad con China y sus propios dolores de cabeza internos. “Medio Oriente cree que debería ser el centro del mundo, pero tenemos que cuidarnos más”, me dijo. Aún así, Javedanfar tiene esperanzas de una eventual reconciliación, por lenta y dolorosa que pueda ser. Dice que se siente animado por las protestas, que en sí mismas son una forma de diálogo.
«Mire las manifestaciones. En las democracias, a la gente no le gusta manifestarse porque van a votar cada cuatro años. [Las protestas] me dan toda la esperanza que necesito [para saber] que nuestra democracia va a sobrevivir».
(*) Enviado especial de Newsweek Internacional – Editor editorial adjunto de Newsweek