Es la cuarta jornada de manifestaciones convocada por partidos políticos de izquierda, sindicatos y movimientos sociales contra el mandatario, que además está siendo investigado por la Fiscalía por no denunciar sospechas de irregularidades en la negociación de vacunas contra el coronavirus.
Una de las marchas que arrancó más temprano, de las más de 400 convocadas en ciudades y municipios de Brasil y en lugares del el exterior, fue la del centro de Rio de Janeiro, donde miles de personas hicieron sentir sus reproches.
Los manifestantes, la mayoría vestidos de rojo y con mascarillas o tapabocas, portaban pancartas con lemas como «Fuera corrupto criminal», «Nadie aguanta más, el ya clásico «Fuera Bolsonaro» y «Las revoluciones son imposibles hasta que se vuelven inevitables», informó la agencia de noticias AFP.
Hasta el mediodía, se habían celebrado marchas en por lo menos cinco capitales de estado, entre ellas Recife y Belén, con críticas a la tardía campaña de vacunación y el aumento del desempleo, junto con pedidos para aumentar las ayudas de emergencia a los más pobres en tiempos de pandemia.
Por la tarde, están previstas manifestaciones en otras capitales, entre ellas San Pablo, que suele ser la más concurrida, y Brasilia.
Bolsonaro, criticado también por su discurso a favor de la explotación de las áreas protegidas de la Amazonía, sus políticas sobre armas en Brasil y su ambicioso programa de privatizaciones ya en marcha, vive su peor momento desde que llegó al poder en 2019.
Su popularidad está en su nivel más bajo, 24%, y los sondeos indican que en las presidenciales de octubre del año que viene sería derrotado por su mayor rival, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo Partido de los Trabajadores (PT) es uno los grandes promotores de las protestas de hoy.
La oposición presentó el 30 de junio un «superpedido de impeachment», que condensa un centenar de pedidos de destitución ya presentados ante la Cámara de Diputados con más de 20 acusaciones diferentes contra el mandatario.
Pero de momento Bolsonaro cuenta con apoyo suficiente de sus aliados en el Congreso para bloquear estas iniciativas de destituirlo, incluido el respaldo del presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, que es quien debe dar curso a ese tipo de demandas.