«Si desaparecemos, Letonia, Lituania y Estonia serán los siguientes. Luego Moldavia, Georgia, Polonia. Y los rusos llegarán hasta el Muro de Berlín», advirtió el presidente ucraniano Volodimir Zelensky hace unos días.
Ahora el temor al avance de Rusia está creciendo especialmente en Moldavia. En este pequeño país de 2,8 millones de habitantes, situado entre Rumanía y Ucrania, el ejército ruso está presente desde hace 30 años, y ahora el foco está puesto sobre ellos. Tras las declaraciones de Rustam Minnekayev, subcomandante del Distrito Militar Central de Rusia, se prendió la alarma cuando afirmó que el Kremlin aspira a controlar totalmente el sur de Ucrania y la región del Donbás, con el fin de tener un puente terrestre hacia Crimea, que se anexó en 2014. El militar explicó que el objetivo de la segunda fase de la invasión de Ucrania “va a permitir asegurar un corredor terrestre hacia Crimea y una influencia en las infraestructuras claves de la economía ucraniana”.
Pero Minnekayev aseguró que también aspiran a llegar hasta Transnistria, la región separatista de Moldavia. Se refirió a su ubicación estratégica a lo largo de la frontera con Ucrania y dijo que «el control del sur de Ucrania es otra salida a Transnistria, donde también hay hechos que apuntan a la opresión de la población rusoparlante”.
Según Minnekayev, el control del sur de Ucrania también va a permitir ayudar a los separatistas prorrusos de Transnistria, que desde 1992 controlan un territorio de Moldavia fronterizo con el oeste de Ucrania.
Por su parte, antes de su invasión de Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, acusó a Ucrania de perseguir el «genocidio» de la población de habla rusa en la región oriental de Donbás.