A los 73 años de edad, y de la mano de una coalición de extrema derecha, Benjamín Netanyahu volvió a asumir como primer ministro de Israel. Asume este jueves con la presión de sus nuevos socios, quienes le exigen mano dura contra los palestinos, y la responsabilidad de gobernar sin entrar de lleno en una nueva guerra, cuando el mundo se encuentra en tensión por las situaciones en Ucrania, Kosovo, Armenia, Corea y Taiwán.
Dos de sus principales aliados en esta nueva etapa son Sionismo Religioso y Poder Judío, partidos que no solo se oponen a la creación de un Estado palestino (sus líderes son colonos de Cisjordania), sino que además critican fuertemente el judicial de Israel, atacan a la minoría árabe y están en contra de los derechos de las personas LGBTIQ+.
Pero la unión fue clave para llegar al poder, luego de que los partidos de centro le retiraran apoyos por el juicio que enfrenta por presunta corrupción, a pesar de que él lo niega enfáticamente. Con este nuevo armado se impuso en las elecciones del 1° de noviembre, poniendo en alerta a sus socios internacionales, como EEUU, que temen un recrudecimiento de los conflictos en la región.
Netanyahu reiteró en varias oportunidades que su objetivo es buscar la paz a través de la tolerancia. Inclusive, ante el Parlamento enfatizó que su programa priorizará poner fin a los enfrentamientos entre israelíes y árabes, impedir que Irán consolide su desarrollo nuclear y reforzar la capacidad militar del país. Sus detractores de aquel entonces -ahora compañeros de coalición- le gritaron “débil”.
En el último año, la situación en Cisjordania se ha ido volviendo más violenta y la extrema derecha reclama políticas más duras. Entre ellas, exigen expandir los asentamientos hacia tierras palestinas. El Likud, partido conservador de Netanyahu, anticipó que el Gobierno «promoverá y desarrollará los asentamientos», argumentando que «el pueblo judío tiene un derecho exclusivo e inexpugnable» sobre estos terrenos.
Esta situación encendió nuevamente las alarmas en el plano internacional, ya que la mayoría de las grandes potencias aseguran que es “ilegal” ocupar esas tierras con asentamientos.
Al respecto, Nabil Abu Rudeineh, el portavoz del presidente palestino, Mahmud Abbas, aseveró: “Estas directrices constituyen una escalada peligrosa y tendrán repercusiones para la región”.