Al término de otra jornada de sangre y protestas donde una vez más el régimen militar sudanés respondió con violencia a las protestas prodemocráticas, el primer ministro Abdallah Hamdok, quien encabeza el frente civil de la transición en el país, anunció en la televisión estatal su dimisión.
Dos meses después de un golpe de Estado seguido de una represión que resultó en decenas de muertos, Hamdok se dirigió a la nación de la siguiente manera: «Hice todo lo posible para evitar que el país se deslizara hacia el desastre (…) pero dada la fragmentación de las fuerzas políticas y los conflictos entre los componentes civiles y militares de la transición (…) y a pesar de todo lo que se ha hecho para llegar a un consenso (…) esto no sucedió».
Sudán, agregó, «se encuentra en un peligroso punto de inflexión, que pone en riesgo su propia supervivencia». En el transcurso de un nuevo y caótico día en las calles de Jartum, las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos contra miles de personas que se dirigían al palacio presidencial para protestar otra vez contra el golpe, desafiando una ciudad blindada y un bloqueo de telecomunicaciones.
Los participantes estuvieron movilizados por la consigna «2022 es el año en el que continúa la resistencia». Desde el golpe de Estado del general Abdel Fattah al-Burhane el pasado 25 de octubre, 56 manifestantes perdieron la vida en la represión y cientos resultaron heridos, dijo un sindicato de médicos prodemocráticos.
Pese a la represión, se siguen convocando nuevas marchas -hoy era la duodécima- para pedir el retorno al gobierno civil. El jueves pasado seis personas murieron y cientos resultaron heridas en enfrentamientos entre soldados y manifestantes.
La capital, en previsión de las protestas, fue blindada con barricadas -se utilizaron contenedores para bloquear los puentes sobre el Nilo- mientras las fuerzas armadas custodiaban los puntos estratégicos de Jartum y las áreas circundantes con vehículos blindados y armas pesadas.
Según NetBlocks, un grupo que monitorea la Red, los teléfonos celulares en la ciudad no funcionaban, al igual que el acceso a Internet, ambas herramientas empleadas por los organizadores de la protesta para comunicarse entre sí y con los miles de manifestantes.
Tras el golpe de Estado liderado por al-Burhane, el 21 de noviembre el premier Abdalla Hamdok fue formalmente removido del cargo, pero el poder está firmemente en manos de los militares, y por esto la protesta continúa desde hace meses, con violentas respuestas por parte de la policía militares.
El pasado jueves se repitió la protesta: decenas de miles salieron a las calles para exigir el retorno a un gobierno de civiles, así como justicia para las víctimas de la represión, y seis personas fueron asesinadas a balazos por las fuerzas de seguridad.
El pasado 19 de diciembre, la brutalidad de las fuerzas de seguridad también se materializó en violencia sexual contra al menos 13 mujeres y niñas, según fuentes de la ONU.
Una circunstancia fuertemente condenada por la Unión Europea y Estados Unidos, que definieron las violaciones como «un arma para sacar a las mujeres de la protesta y reducirlas al silencio».
Sudán también se enfrenta a una profunda crisis económica que hace que un tercio de la población dependa de la ayuda humanitaria en los próximos meses, según la oficina de la ONU para la Coordinación de las ayudas humanitarias.