Por Adam Piore / Newsweek Internacional
Pocos casos muestran mejor cómo las relaciones entre EEUU y China se han deteriorado en la era del Big Data que la respuesta que obtuvo Wang Jian cuando ofreció, en el punto más álgido de la pandemia, establecer laboratorios para las pruebas de Covid-19 en EEUU.
Wang es sumamente conocido en el mundo de la biotecnología estadounidense. Se formó como investigador en genética en las principales universidades públicas vinculadas a la investigación, como Texas, Iowa y Washington. Ahora es el carismático presidente de BGI, la compañía de biotecnología más grande del mundo, con sede en Shenzen, que durante décadas ha estado colaborando con algunos de los principales genetistas de EEUU. BGI participó en el esfuerzo global para secuenciar el primer genoma humano, formó una asociación con el Hospital de Niños de Filadelfia para identificar genes asociados con enfermedades pediátricas y fundó un instituto en China en honor a George Church, de Harvard, un pionero en la edición genética, que continúa trabajando con la compañía.
Pero la oferta de Wang entró en conflicto con el Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad, que emitió una dura advertencia: “Las potencias extranjeras pueden recopilar, almacenar y explotar la información biométrica de las pruebas de Covid”. El principal funcionario de contrainteligencia estadounidense de la administración Trump, Bill Evanina, dijo más tarde a 60 Minutes que los laboratorios eran “caballos de Troya modernos”, un esfuerzo del Gobierno chino para establecer un “punto de apoyo” para traer equipos, recolectar ADN y comenzar a “extraer tu data”. Nadie en los EEUU aceptó la oferta de BGI.
Las sospechas de Evanina resaltan una creciente tensión entre EEUU y China, que se espera que reciba mucha atención por parte de Washington en estos meses. El auge del Big Data –la vasta producción digital de la vida diaria, incluidos los datos que Google y Facebook recopilan de sus usuarios y convierten en dólares publicitarios– ahora es un asunto de seguridad nacional, según algunos legisladores.
El temor es que China esté absorbiendo datos sobre EEUU y sus ciudadanos, no solo para robar secretos de las empresas estadounidenses o influir en las personas, sino también para sentar las bases de la hegemonía tecnológica en un futuro no muy lejano. Los datos (muchos; cuantos más, mejor) han adquirido, junto con el auge de la inteligencia artificial, una importancia estratégica.
En los últimos meses, algunos de los más agresivos expertos en seguridad nacional de Washington D.C. advirtieron que el Partido Comunista Chino (PCC) se está moviendo agresivamente para controlar todos los datos que fluyen por el país, incluso los datos que se originan en empresas estadounidenses y occidentales que trabajan en China. Esto podría representar una escalada de la bien establecida campaña de espionaje corporativo de Beijing a través de la piratería y la exportación de tecnologías chinas que, presuntamente, contienen puertas traseras para que los espías chinos accedan a voluntad a datos extranjeros.
Los “halcones de China” (N.de.E.: un grupo de líderes estadounidenses que piden políticas más duras ante China) están pidiendo a la administración Biden que inicie una revisión amplia de las empresas chinas de Internet, telecomunicaciones y tecnología que operan en los EEUU, y restrinja las actividades y la capacidad de acceder a los datos estadounidenses de aquellos que se consideran una amenaza para la seguridad nacional y económica de los EEUU. Ser complacientes frente a esta amenaza, dicen, podría dañar los intereses económicos, militares y comerciales de EEUU y dejar a los ciudadanos vulnerables al espionaje y la manipulación.
La presión parece estar funcionando. Se espera una nueva ronda de audiencias en el Congreso sobre el tema durante este otoño. Y Reuters informó en mayo que el Gobierno de Biden estaba dando los toques finales a una orden ejecutiva que otorgaría al Departamento de Justicia nuevos poderes para evitar que adversarios extranjeros, como China, accedan a los datos personales de los estadounidenses. Los funcionarios del Departamento de Comercio le dijeron a Newsweek que en los últimos meses lanzaron al menos cuatro investigaciones activas de empresas tecnológicas con vínculos con China u otros adversarios extranjeros y que planean una investigación de mayor alcance.
Aunque la administración Biden se negó a hacer comentarios, los argumentos son bien conocidos en los círculos políticos de Washington. El tema se ha convertido en un asunto de creciente preocupación bipartidista.
“Se estima que el PCC ha robado todos sus datos personales al 80% de los adultos estadounidenses, y al otro 20%, la mayor parte”, dijo Evanina al Comité Selecto de Inteligencia del Senado, en agosto de 2021, y explicó: “La capacidad de China de obtener de manera integral nuestra propiedad intelectual y secretos comerciales a través de sofisticados métodos híbridos, legales e ilegales, no se parece a nada de lo que hayamos sido testigos. Nuestra supremacía económica global, estabilidad y vitalidad a largo plazo no solo están en riesgo, sino que directamente están en la mira de Xi Jinping y el régimen comunista”.
La amenaza va mucho más allá de los secretos comerciales, argumentan Matt Pottinger, asesor adjunto de seguridad nacional de la administración Trump, y David Feith, ex subsecretario de Estado adjunto de EEUU para asuntos de Asia Oriental y el Pacífico. “Los datos son el petróleo del siglo XXI, el recurso indispensable que alimentará los algoritmos de inteligencia artificial, la fortaleza económica y el poder nacional”, escribieron en un artículo de opinión del New York Times el otoño pasado.
Sin embargo, esta opinión no es unánime en los círculos de seguridad nacional. Los amplios temores a la hegemonía tecnológica pueden ser exagerados, dicen algunos expertos en políticas. Y unas duras medidas contra China podrían alejar a los aliados y desencadenar otra serie de medidas igualmente duras por parte de los países en el extranjero hacia las empresas tecnológicas estadounidenses.
En cualquier caso, EEUU se encuentra en una posición extremadamente débil para liderar una cruzada moral por la santidad de los datos. El concepto de recolectar clics, mensajes de texto, direcciones de Internet y otros datos de ciudadanos desprevenidos y explotarlos con fines comerciales y de seguridad nacional se inventó en los pasillos de la Agencia de Seguridad Nacional, la CIA, y las nuevas empresas tecnológicas de Silicon Valley. Facebook (ahora Meta), Google, Amazon, Microsoft y Apple actualmente lideran una vasta industria basada en el comercio y la recopilación de datos de los usuarios. Tomar medidas para proteger los datos de los ciudadanos estadounidenses de los estragos de Silicon Valley contribuiría en gran medida a protegerlos también de China. Cualquier medida dirigida únicamente contra China probablemente sería ineficaz porque una gran cantidad de datos de consumidores aún estarían disponibles para su compra en los mercados secundarios.
Mientras tanto, una reacción exagerada por parte de EEUU podría acelerar una tendencia hacia una especie de “balcanización digital”, en la que las naciones erijan sus propias barreras al flujo de datos. “Lo que sea que haga EEUU enviará una señal a otros países sobre cómo deben definir y aplicar la seguridad nacional en un mundo digitalizado”, sostiene Nigel Corey, director asociado de política comercial de la Fundación de Innovación y Tecnología de la Información. “Me preocupa una reacción exagerada que socave fundamentalmente la apertura de Internet, que tan claramente ha beneficiado a la economía y al sector tecnológico de EEUU”.
La forma en que EEUU responda en los próximos meses al giro autoritario de China sobre el Big Data será uno de los temas más complicados de la política exterior de EEUU. Y a largo plazo, podría ser además uno de los más importantes.
LA DEVOLUCIÓN DE INTERNET
Cuando Internet despegó por primera vez, en la década de 1990, se suponía que sería una bendición para la democracia. Pocas personas creían que naciones autoritarias como Rusia y China serían capaces de detener la marea de información digital. “Sabemos cuánto ha cambiado Internet a Estados Unidos. Imagínense cuánto podría cambiar a China”, dijo el entonces presidente Bill Clinton, en marzo de 2000, en la Universidad Johns Hopkins. Tratar de tomar medidas enérgicas contra Internet fue “como tratar de clavar gelatina en la pared”.
Eso fue un error de cálculo. A fines de la década de 1990 y principios de la del 2000, China comenzó a construir “el gran cortafuegos”, un sistema de vigilancia tecnológica y de control de la información. Y fue pionera en “Golden Shield”, un software que permitía al Gobierno inspeccionar los datos que se recibían o enviaban dentro de sus fronteras y bloquear direcciones IP de destino y nombres de dominio. En 2004, el Partido Comunista emitió nuevas pautas sobre la censura en Internet que exhortaban a las universidades chinas a reclutar comentaristas que pudieran guiar las discusiones en línea en direcciones «políticamente aceptables» y reportar comentarios que no cumplieran con la ley china a las autoridades, según el libro “The Third Revolución: Xi Jinping y el nuevo Estado chino”, de Elizabeth C. Economy.
China también lanzó una nueva era de espionaje económico. Los piratas informáticos chinos penetraron en los servidores de empresas estadounidenses y robaron propiedad intelectual valorada, según algunas estimaciones, entre US$200.000 millones y US$600.000 millones al año, entre 2008 y 2013. Lo más conocido fue que violaron los servidores de un subcontratista de Lockheed Martin y se llevaron los planes para el F-35 de US$400.000 millones, el avión más avanzado y costoso jamás producido. El avión de combate sigiloso J-31 de China, presentado unos años más tarde, tiene un parecido sorprendente con el F-35.
Xi Jinping, quien asumió como presidente en 2013, llevó el control digital de la sociedad china a un nuevo nivel. Invirtió millones de dólares en actualizaciones tecnológicas para monitorear y censurar contenido; aprobó nuevas leyes que facilitan la restricción de contenido; y lanzó una campaña agresiva para castigar a cualquiera que violara las nuevas restricciones. “Internet se ha convertido en el principal campo de batalla de la lucha por la opinión pública”, sentenció en ese momento.
Bajo Xi, China también demostró cómo estas nuevas tecnologías podrían aprovecharse para crear un nuevo tipo de Estado de vigilancia orwelliano, empoderando a las autoridades para acumular una cantidad asombrosa de datos sobre sus propios ciudadanos, y cada vez más sobre los de otras naciones, experimentando con diferentes maneras de utilizarlos para ejercer el control social. Por ejemplo, la iniciativa de “ciudades inteligentes” de China incluye un sistema de monitoreo integral llamado “Skynet”, que utiliza tecnologías de reconocimiento de patrones para identificar y rastrear a las personas mediante el reconocimiento facial, el análisis de la marcha y otras características personales únicas. En algunas ciudades, Skynet se utiliza para evaluar el cumplimiento de las políticas estatales, como la prohibición de cruzar la calle imprudentemente.
El plan de desarrollo económico “Made in China 2025”, de Xi, identificó el control de los datos como una clave para las ambiciones de la nación. “Quienquiera que controle las tecnologías del Big Data controlará los recursos para el desarrollo y tendrá la ventaja”, aseguró ante la Academia de Ciencias en los primeros meses de su mandato.
No mucho después de ese discurso, los piratas informáticos chinos comenzaron a expandir sus esfuerzos, desde el robo de valiosas tecnologías industriales y de defensa, hasta la recopilación de datos personales confidenciales del extranjero. En 2015, los piratas informáticos que luego se conectaron con el Ejército Popular de Liberación violaron los servidores de la cadena de hoteles Marriott y robaron el pasaporte, la información de la tarjeta de crédito y otros datos personales de aproximadamente 500 millones de huéspedes. Hackearon la atención médica de Anthem, en los EEUU, y se llevaron la información personal de 78 millones de estadounidenses.
Los piratas informáticos también irrumpieron en la Oficina de Administración de Personal de EEUU y robaron archivos de aproximadamente 2 millones de exempleados federales o jubilados y más de 2 millones de empleados actuales. Estos expedientes incluían información sobre casi todas las investigaciones de antecedentes de los estadounidenses que tenían permisos de seguridad para el nivel “Top Secret”. El académico de Tufts China, Michael Beckley, calificó a este botín como “los secretos más profundos y oscuros de las obras del Gobierno estadounidense, incluidos los agentes de la CIA”, incluyendo también detalles sobre uso de drogas, deudas, viajes al extranjero y una lista de todos los amigos y familiares extranjeros en otras naciones.
Finalmente, en 2017, los piratas informáticos chinos irrumpieron en Equifax, la agencia de informes crediticios, y robaron información personal confidencial, como nombres, fechas de nacimiento y números de seguridad social de aproximadamente 148 millones de ciudadanos estadounidenses, casi todos adultos. Fue uno de los mayores robos, patrocinados por el Estado, de información registrada de identificación personal.
El esfuerzo por absorber y almacenar los datos personales de los consumidores estadounidenses continúa. El año pasado, el Washington Post revisó documentos de licitación y contratos para 300 proyectos del Gobierno chino emitidos por agencias que van desde la policía, el ejército, la propaganda y los medios estatales, a principios de 2020. Los archivos contenían pedidos para un software diseñado con el objetivo de recopilar datos sobre objetivos extranjeros, a partir de fuentes como Twitter, Facebook y otras redes sociales occidentales.
Mientras tanto, China ha presionado agresivamente para ayudar a Huawei y otras empresas de telecomunicaciones a ganar la batalla para construir la infraestructura para los sistemas 5G en todo el mundo, tecnología que, según advirtieron los funcionarios de inteligencia y las fuerzas del orden de EEUU, permitiría a China penetrar aún más en los sistemas y robar datos. A lo largo de los años, Beijing proporcionó hasta US$75.000 millones en subvenciones, facilidades crediticias, exenciones fiscales y otras formas de asistencia financiera a Huawei Technologies Co., según un recuento del Wall Street Journal, lo que le permitió a la empresa rebajar los precios respecto a sus rivales en un 30%, y pasar de ser un proveedor poco conocido de conmutadores telefónicos a convertirse en la empresa de equipos de telecomunicaciones más grande del mundo. También ha trabajado para llenar las juntas de estándares internacionales con candidatos que simpatizan con las tecnologías chinas clave para la futura infraestructura de Internet.
SED DE DATOS
Los avances en inteligencia artificial han aumentado las apuestas en la batalla por los datos. Por un lado, se cree que la IA es una tecnología clave para la competitividad nacional con amplias implicaciones para la seguridad nacional: puede hacer que el armamento existente sea más efectivo, por ejemplo, generando misiles guiados más precisos o drones más inteligentes para perseguir objetivos esquivos, o abriendo nuevas formas de llevar a cabo ataques cibernéticos. Hace posible que una potencia militar ataque con eficacia de nuevas formas, ya sea manipulando la opinión pública de un oponente o socavando sus instituciones democráticas. Aplicado a los datos de ciudadanos estadounidenses, advierten algunos expertos, también podría encontrar personas en dificultades financieras y en trabajos que los convertirían en jugosos reclutas para el espionaje.
China no ocultó su objetivo de convertirse en “el principal centro de innovación de IA del mundo” en un documento fundamental publicado por el Consejo de Estado en 2017. Ha invertido miles de millones en tecnología de la información, con el objetivo de construir una industria de US$150.000 millones para 2030. Pero la IA es tan buena como lo son los datos con los que tiene que trabajar. Por ejemplo, la machine intelligence, que es una forma de IA, aprende de la experiencia y debe “entrenarse” con conjuntos de datos para luego seleccionar patrones que les permitan hacer predicciones precisas.
El reconocimiento de China de la importancia estratégica de los datos es evidente en la forma en que se ha endurecido con las empresas occidentales. En 2019, el PCC declaró que los datos son un “recurso nacional” a la par de la tierra, el trabajo, el capital y la tecnología, por su importancia para el crecimiento económico. El otoño pasado, las autoridades chinas comenzaron a implementar una serie de leyes y reglamentos que codifican la capacidad del Gobierno para controlar el flujo de toda la información generada dentro de sus fronteras, restringir los flujos de datos transfronterizos y otorgar al Gobierno el derecho de acceder y revisar todos los datos recaudados dentro de las fronteras, tanto por empresas nacionales como extranjeras. Beijing puede evitar que las empresas extranjeras transfieran “datos estatales centrales” al extranjero, incluso a sus propias oficinas centrales corporativas. (Los datos centrales del Estado son cualquier cosa que involucre la seguridad nacional, la economía o que sea esencial para regiones e industrias específicas).
En respuesta, tanto Tesla como Apple acordaron recientemente construir nuevos centros de datos en China para albergar la información que allí recopilan. Apple, según una investigación del New York Times, ha “cedido en gran medida el control de los datos” al Gobierno chino en al menos dos de sus nuevos centros, abandonando sus tecnologías de encriptación y permitiendo que los empleados estatales administren físicamente sus computadoras.
Otras empresas tecnológicas optaron por cerrar su negocio y marcharse a casa. En octubre de 2021, Microsoft anunció planes para cerrar su versión china de LinkedIn debido a un “entorno operativo significativamente más desafiante y mayores requisitos”.
En Washington, la cuestión de cómo debería responder la administración Biden a las nuevas restricciones ha sido objeto de un vigoroso lobby por parte de los “halcones de China”, grupos industriales, expertos en políticas de datos y otras facciones competentes. También se ha convertido cada vez más en un tema de preocupación en el Capitolio, y se esperan nuevas audiencias para los próximos meses.
Hasta ahora, el presidente Biden ha mantenido, al menos en el papel, la postura dura de su predecesor. En junio de 2021, firmó una orden ejecutiva que reafirma partes de un nuevo régimen regulatorio implementado en los últimos días de la administración Trump. Otorga una amplia autoridad al Secretario de Comercio para evaluar los riesgos que plantean las empresas de Internet, de telecomunicaciones y de tecnología que operan en los EEUU, desde naciones consideradas “adversarios extranjeros”, y para tomar medidas de protección. La orden permite al Departamento de Comercio prohibir o restringir nuevas transacciones entre empresas estadounidenses y extranjeras, y frenar las actividades de empresas extranjeras en el área de Internet y las telecomunicaciones que operan en los EEUU.
La orden ejecutiva también permite que Comercio actúe retroactivamente. Eso es lo que el presidente Trump intentó hacer con la plataforma de redes sociales TikTok, que sugirió que recopilaba y almacenaba los datos de los usuarios estadounidenses. Trump ordenó a la empresa china ByteDance que se despojara de su propiedad y amenazó con cerrar sus operaciones en EEUU si no cumplía. La orden fue impugnada con éxito en los tribunales, en diciembre de 2020, cuando un juez designado por Trump dictaminó que el presidente se extralimitó en su autoridad, que no “consideró adecuadamente una alternativa obvia y razonable” y que la prohibición era “arbitraria y caprichosa”.
Biden eludió la controversia de TikTok al revocar la prohibición de Trump en su orden ejecutiva, pero parece dispuesto, en teoría, a perseguir a otras empresas. En marzo, la administración estableció un nuevo grupo del Departamento de Comercio para centrarse en los riesgos de datos que plantean las empresas de países considerados adversarios extranjeros. En la solicitud de presupuesto más reciente, Biden solicitó US$36 millones para financiar este nuevo esfuerzo. Y se espera que el Congreso lo apruebe. (N.de.E.: A fines de septiembre, la empresa china ByteDance anuncio que cumpliría con las normas de seguridad de datos que impone el Gobierno de Biden para no tener que vender TikTok y así poder seguir operando en ese país).
En enero, Reuters, citando a tres fuentes anónimas, informó que la administración de Biden estaba revisando el negocio en la nube del gigante del comercio electrónico Alibaba –el cuarto proveedor de nube más grande del mundo–, centrándose en cómo la empresa almacenaba los datos de los clientes estadounidenses, incluida la información personal y la propiedad intelectual y si el Gobierno chino podría obtener acceso a él. Podrían obligar a la empresa a evitar la transferencia de datos al extranjero o prohibir que los estadounidenses utilicen el servicio. Pero tal acción no prosiguió.
Los funcionarios de Comercio se negaron a comentar sobre Alibaba y dijeron que no pueden discutir casos individuales. Pero le contaron a Newsweek que recientemente lanzaron al menos cuatro investigaciones sobre compañías de Internet y telecomunicaciones de “adversarios extranjeros”. De todas las naciones en esa lista –que también incluye a Corea del Norte, Irán, Venezuela, Cuba y Rusia–, China tiene, con mucho, la presencia tecnológica más formidable en los EEUU. Mientras tanto, el departamento planea lanzar una revisión más extensa una vez que el Congreso apruebe su nuevo presupuesto.
Según la historia de Reuters (de julio), que se basó en fuentes no identificadas, la Casa Blanca también está considerando otorgar al fiscal general de los EEUU, Merrick Garland, la autoridad para revisar y potencialmente prohibir transacciones comerciales que impliquen la venta o el acceso a datos si representan un riesgo indebido para seguridad nacional. También instruiría al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) “para garantizar que la asistencia federal, como subvenciones o premios, no respalde la transferencia de datos de salud, biológicos o relacionados con la salud de personas estadounidenses a entidades cuya propiedad esté controlada o sujeta a la jurisdicción o dirección de adversarios extranjeros”, según un extracto de un borrador de orden ejecutiva que está circulando.
APLICACIÓN EXCESIVAMENTE ENTUSIASTA
Qué datos constituyen un riesgo para la seguridad nacional de los EEUU y cómo se evaluará y actuará ante ese riesgo siguen siendo preguntas abiertas. Los peligros que señalan Pottinger y otros “halcones de China” pueden ser reales, pero la aplicación excesivamente entusiasta de la nueva regla también podría tener consecuencias no deseadas que perjudiquen los intereses estadounidenses.
De hecho, a medida que la retórica anti-china en los EEUU llega a un punto casi histérico, la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU) y otras organizaciones señalan los primeros signos de extralimitación del Gobierno. En enero pasado, un tribunal federal de Boston desestimó los cargos contra el profesor del MIT Gang Chen, un ingeniero chino-estadounidense en nanotecnología, acusado de no revelar los vínculos de investigación con China. El enjuiciamiento agresivo de científicos chino-estadounidenses que trabajan en instituciones estadounidenses podría causar una fuga de cerebros inversa, en áreas que van desde la investigación del cáncer hasta los semiconductores.
“Los formuladores de políticas ven cada vez más a la ciencia (y a la biotecnología en particular) a través de la lente de la seguridad nacional”, dice Abigail Coplin, profesora asistente de sociología y ciencia, tecnología y sociedad en Vassar College, quien estudia el desarrollo de la biotecnología en China. “Nadie parece estar considerando lo que se pierde como resultado”. En el caso de la biotecnología, lo que Coplin llama “sobretitulización” plantea riesgos reales para los pacientes y la competitividad estadounidenses y el progreso global de la ciencia, al interrumpir las colaboraciones y el intercambio de conocimientos que podrían conducir al descubrimiento y desarrollo de nuevos tratamientos y curas para distintas enfermedades.
De hecho, mientras que los relatos de los medios sobre la recopilación de datos de China se han centrado en gran medida en la amenaza a la privacidad de los estadounidenses, muchos en el extranjero ven a EEUU como la principal amenaza. Muchos europeos no han olvidado al denunciante estadounidense Edward Snowden y los millones de documentos de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU publicados en 2013, que detallan las técnicas de recopilación de inteligencia estadounidenses. Los documentos sugerían que, de hecho, era EEUU el que «aspiraba» los datos de los líderes mundiales y de los ciudadanos comunes por igual, almacenando en secreto millones de correos electrónicos, mensajes de texto y datos de ubicación de teléfonos celulares de todos los rincones del mundo, para que puedan ser extraídos con fines de inteligencia. Entre ellos, los mensajes de texto personales de millones de ciudadanos chinos.
“A veces solo pensamos esto en el marco de EEUU versus China”, dice Samm Sacks, miembro principal del Centro Paul Tsai China de la Facultad de Derecho de Yale y una autoridad en la geopolítica de la privacidad de datos y los flujos de datos transfronterizos, quien también ejerce como consultor para empresas estadounidenses que operan en el extranjero. “Olvidamos que en lugares como Europa e India ya existe una creciente preocupación por la vigilancia estadounidense y por cómo las empresas estadounidenses utilizan los datos de los ciudadanos”, afirma.
Muchos expertos en privacidad de datos en el extranjero consideran las advertencias de EEUU sobre la amenaza de la hegemonía de datos china con profundo escepticismo. Los titanes tecnológicos estadounidenses como Eric Schmidt, de Google, y la exejecutiva de Facebook Sheryl Sanders han argumentado que la amenaza de una China dominante hace que sea imprudente dividir sus empresas o regular su libre recolección de datos. Mark Zuckerberg declaró públicamente que ve a TikTok como un competidor importante y una amenaza para la posición de mercado de Facebook. En los meses previos a la orden ejecutiva del presidente Trump (de agosto de 2020) para tomar medidas enérgicas contra TikTok, Zuckerberg se reunió con miembros del Congreso y la administración Trump a puertas cerradas y expresó su preocupación por los propietarios chinos de la empresa y las amenazas que representaban para la seguridad estadounidense. Durante este período, la empresa gastó más en lobby que cualquier otra empresa de manera individual, informó el Wall Street Journal.
La aplicación excesivamente entusiasta de las leyes de datos contra las empresas chinas también podría tener consecuencias no deseadas, no solo obligando a otras naciones a elegir un bando, sino también estableciendo un precedente problemático. Las naciones de todo el mundo que están igualmente preocupadas por sus propios datos podrían usar medidas duras contra las empresas estadounidenses.
Una regla como la que está implementando el Departamento de Comercio “crea una hoja de ruta o un modelo que hará que sea mucho más fácil usar estas mismas herramientas contra las empresas estadounidenses en otras partes del mundo, de maneras que paradójicamente pueden beneficiar a las empresas chinas en esos terceros países”, explica Sacks.
LOGRAR UN EQUILIBRIO
Los esfuerzos agresivos de China para aislar y controlar sus propios datos y su capacidad para acceder fácilmente a lo de los demás resaltan una verdad incómoda que a menudo se pierde en la discusión sobre los objetivos de China. Si bien las naciones de todo el mundo han comenzado a lidiar con las leyes de privacidad de datos, el rencor partidista y el lobby agresivo de las grandes empresas tecnológicas estadounidenses han paralizado los esfuerzos en el Congreso de los EEUU para aprobar incluso protecciones básicas de datos del consumidor. Dichas protecciones al consumidor podrían formar la base de un nuevo marco, que luego podría adaptarse para proteger los datos estadounidenses de la explotación china.
El caótico –y en gran parte no regulado– flujo libre de datos estadounidenses –que los gigantes tecnológicos de EEUU, como Facebook, Google y Amazon, han explotado para convertirse en gorilas de 5.000 kilos– es lo que también permite a China recopilar y almacenar datos estadounidenses.
Aunque un comité de inversión extranjera del Departamento de Comercio revisa las adquisiciones e inversiones de empresas extranjeras para evaluar los riesgos de seguridad nacional, a diferencia de China y la UE, Estados Unidos actualmente no tiene una política de arriba hacia abajo que clasifique los datos privados de los consumidores como confidenciales y los proteja, aunque dichas medidas gozan de un amplio apoyo público. En cambio, hay un mosaico de políticas, normas y reglamentos específicos del sector, repartidos entre docenas y docenas de agencias diferentes, que intentan limitar la circulación de algunos datos (por ejemplo, los reglamentos de atención médica brindan protección a los datos confidenciales) y no otros, según Sacks, de Yale.
El enfoque de “poner parches” de EEUU para la regulación de datos deja a los estadounidenses abiertos a la explotación, no solo por parte de China y las empresas estadounidenses de redes sociales, sino también de cualquier persona con una conexión a Internet. En un informe publicado a principios de este año, Justin Sherman, miembro de política de seguridad cibernética de New America, encuestó a 10 de los principales brokers de datos y descubrió que publicitaban abierta y explícitamente la venta de datos confidenciales de millones de personas estadounidenses, desde información demográfica hasta actividades personales y preferencias de vida, así como puntos de vista políticos, hábitos de viaje, datos de atención médica, los nombres de familiares y parientes, e incluso las ubicaciones de GPS en tiempo real del personal militar actual y anterior de los EEUU y otros empleados del Gobierno.
Sin embargo, los legisladores parecen ver la necesidad de proteger los datos de los estadounidenses de China como algo separado de la necesidad de protegerlos de Silicon Valley. Los otros países no hacen esta distinción.
El Parlamento de la India, por ejemplo, está debatiendo cómo regular el flujo de datos, posiblemente con nuevos y profundos requisitos, asegura Sherman. En Europa, los abogados y diplomáticos estadounidenses han estado renegociando durante meses el acuerdo que sirve como base legal para todos los flujos de datos transatlánticos entre la UE y los EEUU, para garantizar que las empresas estadounidenses respeten las leyes de la UE sobre protección de la privacidad del consumidor. En virtud de un acuerdo de “protección de la privacidad” negociado a raíz de las revelaciones de Edward Snowden, EEUU se comprometió a tomar nuevas medidas para garantizar que sus agencias de inteligencia no violen los derechos de los ciudadanos europeos al recopilar información privada de manera ilegal. Pero ese acuerdo fue anulado posteriormente, en 2020, por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y los negociadores estuvieron estancados durante meses por el espinoso tema de cómo los ciudadanos europeos pueden buscar reparación si las agencias de inteligencia de EEUU violan los términos del pacto. Aunque las dos partes llegaron a un acuerdo preliminar en marzo, las negociaciones sobre la redacción final del documento se han estancado desde entonces.
El apetito voraz por los datos de las empresas de redes sociales de EEUU está inextricablemente atrapado en el debate. En julio, la Comisión de Protección de Datos de Irlanda presentó un proyecto de resolución a los reguladores europeos que impediría que Meta, la empresa matriz de Facebook, enviara datos de usuarios de Europa a los EEUU. En su respuesta a esa presentación, los reguladores de Noruega escribieron que apoyan la imposición de fuertes multas sobre Meta si continúa transfiriendo datos al extranjero, según informó Politico en agosto, citando documentos obtenidos por solicitudes de la Ley de Libertad de Información. Como resultado, Meta advirtió que la compañía podría cerrar el acceso europeo a Facebook e Instagram si EEUU y la UE no logran llegar a un acuerdo sobre una nueva Ley de Protección de la Privacidad europea.
Si las negociaciones fracasan y la UE prohíbe a Facebook transferir los datos de los ciudadanos europeos fuera de su territorio, el precedente podría alterar los flujos de datos transatlánticos y potencialmente costarles a las empresas «miles de millones de dólares», según Paul Triolo, vicepresidente sénior de política tecnológica de China en Albright Stonebridge Group. una firma de estrategia comercial global con sede en Washington y ex alto funcionario del Gobierno de EEUU, que trabajó en la política tecnológica de China.
La forma en que EEUU aborde este estado de cosas tendrá un amplio impacto en otras naciones. En los últimos cinco años, al menos 62 países aprobaron nuevas reglas de localización de datos, que imponen restricciones sobre lo que se puede transferir más allá de sus fronteras o exigen que las empresas almacenen una copia nacional de lo que se recopila. Incluso EEUU requiere que las empresas de la nube contraten al Departamento de Defensa para almacenar datos clasificados en servidores de ese país.
Mientras tanto, la «retórica a favor del nacionalismo de datos» se ha disparado “por las nubes”, dice Sherman. Si el péndulo oscila demasiado hacia el proteccionismo de datos, ahogará la inversión extranjera y el crecimiento económico. Las crecientes tensiones entre China y EEUU podrían alimentar la tendencia.
Exigir a las empresas que almacenen datos localmente plantea una barrera de entrada, incluso para las empresas nacionales. “Tan pronto como estoy recopilando datos sobre, digamos, indios, tengo que gastar todo este dinero en infraestructura de datos adicional y prestar atención a dónde van los datos”, dice Sherman. “Tengo que gastar dinero en abogados y especialistas en cumplimiento para asegurarme de que no estoy infringiendo la ley. Cuando transfiero datos o correos electrónicos a alguien sobre un cliente, si quiero trabajar con un cliente internacional, ahora tengo que pasar por todo este proceso de aprobación”.
Algunos expertos abogan por nuevos acuerdos multilaterales y el establecimiento de un organismo internacional, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), que regule el flujo de datos, sirva como foro para resolver las diferencias y garantice que las empresas puedan continuar operando de manera eficiente a través de las fronteras. Dicho foro también podría ayudar a las empresas occidentales a competir con China en caso de que su Gobierno bloquee sus datos del resto del mundo.
“Necesitamos crear un marco para una coalición de naciones soberanas dispuestas a hacerlo, como EEUU, donde establezcamos principios vinculantes que rijan el flujo de datos a través de las fronteras”, dice Matthew Slaughter, economista y decano de la Escuela de Negocios Dartmouth Tuck, y agrega: “No tenemos nada de eso en este momento”.
Muchas naciones probablemente apoyarían tal marco, al menos en principio. Durante la reunión anual del Foro Económico Mundial, en 2019, en Davos, Suiza, el entonces primer ministro japonés, Shinzo Abe, presentó un concepto que llamó 2flujo libre de datos con confianza”. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, una organización económica intergubernamental con 38 países miembros, tiene una iniciativa en marcha que tiene como objetivo crear un conjunto de principios compartidos para los países miembros, que crearían controles sobre la vigilancia gubernamental y explicarían explícitamente el acceso de las fuerzas del orden público a datos. Y la administración Biden también ha establecido el grupo de trabajo UE-EEUU sobre gobierno de datos.
EL CUENTO DE LOS DOS INTERNETS
Elaborar políticas internacionales para proteger los datos llevará años. ¿Cuánto debería preocuparse EEUU por el apetito de datos de China mientras tanto? Algunos observadores de China argumentan que, en este momento, las políticas de datos de Beijing probablemente tengan más que ver con preocupaciones internas que con establecer el dominio sobre los datos del mundo. “El Gobierno chino y el Partido Comunista reconocen que los datos tienen un valor tremendo, pero también presentan vulnerabilidades de seguridad”, asevera Sacks, quien añade que “el país simplemente está concentrado en un esfuerzo masivo para controlarlo”.
Otros expertos en China advierten que las consecuencias a largo plazo son peligrosas. “El valor de la información que recopilan no es obvio al principio”, dice Pottinger, actualmente miembro distinguido de la Institución Hoover y consultor de empresas que hacen negocios en China. “Es como mirar una montaña y decir, es solo una montaña. Bueno, en realidad, también es una mina de oro”, le explicó a Newsweek. “Ese valor está latente, pero luego puede ser inmensamente poderoso en formas que comprometen nuestra seguridad y nuestra competitividad”.
Cualquiera que sea el caso, algunos sugieren que el planeta ya se está moviendo inexorablemente hacia un mundo digital bipolar, un movimiento que solo se acelerará a medida que la floreciente carrera por el dominio de la IA entre China y EEUU se acelere.
Es posible que ese futuro ya esté a la vista. “Ahora tenemos dos internet”, señala Frank H. Wu, presidente de Queens College y autor de “Yellow: Race in America Beyond Black and White”. “Hay un Internet chino detrás del gran firewall; y luego hay un Internet liderado por EEUU. Y cuando miras la tecnología de telefonía celular y la IA, ahora se están dividiendo. A los países de Europa, África y América Latina se les dice cada vez más que elijan: “‘Tienes que unirte al lado chino o al lado estadounidense’”.
Lo que haga la administración Biden en los próximos meses podría servir para evitar tal brecha digital o acelerar su llegada.
Publicado en cooperación con Newsweek
(Artículo publicado en la edición impresa de Newsweek Argentina de noviembre)