Italia atraviesa una profunda crisis política que tuvo su máxima expresión en la renuncia de Mario Draghi como primer ministro, luego de perder el apoyo de algunos de los partidos que conformaban su coalisión de Gobierno.
Este cuadro de debilidad de los partidos identificados como progresistas fortaleció a las bancadas conservadoras, que ahora unen poder para quedarse con el control parlamentario de cara a las elecciones del 25 de septiembre.
En efecto, en poco más de un mes se elegirán 400 diputados y 200 senadores, es decir, la renovación de las dos cámaras, las cuales luego deberán definir el nombre del premier que sustituya a Draghi.
En ese marco, había comenzado a circular en las últimas semanas el rumor de que el ex primer ministro Silvio Berlusconi -que debió dejar el poder en 2011 asediado por las denuncias de abuso sexual y de fraude fiscal (por lo que fue condenado en 2013 por la Corte), aunque el desencadenante fue la aprobación del presupuesto impuesto por la Unión Europea- estaba listo para presentarse en los comicios.
Se generó a partir de estos trascendidos un “operativo clamor” entre los partidos de derecha y centro-derecha que culminó en la confirmación: a los 85 años, Berlusconi volverá como candidato a senador. Actualmente se desempeña como eurodiputado.
«Creo que me presentaré al Senado, así haremos felices a todos, después de recibir la presión de muchos, incluso fuera de Forza Italia», afirmó Berlusconi.
En ese sentido, se mostró a favor de la construcción de una alianza entre la centro-derecha, la derecha y la extrema derecha, cuyo liderazgo finalmente quede en manos del que saque más votos. «Quien tiene más votos indicará al Presidente el nombre del premier. Y si es Giorgia Meloni, estoy seguro que se demostrará adecuada a la responsabilidad», propuso Berlusconi sobre la líder de Hermanos de Italia, que se encuentra al frente en los sondeos.