Mona Gallosi, reconocida bartender y empresaria, comparte su recorrido en la coctelería, la inspiración detrás de Punto Mona y su visión sobre la gastronomía y la hospitalidad. Desde sus inicios detrás de la barra hasta la creación de un espacio que combina arte, música y sabores, cuenta cómo diseña sus cócteles, la evolución del menú y la importancia de ofrecer un ambiente inclusivo y pet-friendly. Además, reflexiona sobre el crecimiento de Chacarita y sus planes a futuro.
¿Qué te llevó a empezar en el mundo de la coctelería y cómo fue tu camino hasta hoy?
Lo que me impulsó fue, en primer lugar, mi atracción por los sabores y la gastronomía, influenciada desde muy chica por mi abuela paterna y mi papá. En realidad, comenzó como una necesidad: al mudarme a Buenos Aires para estudiar, trabajar en gastronomía fue la manera de solventar mis estudios. Siempre me resultó fascinante. Al principio lo veía como un oficio, pero con el tiempo entendí que era una profesión y una oportunidad. Descubrí que podía ir más allá de la barra: me dediqué a la comunicación y trabajé casi 20 años en radio. No solo me enfoqué en la coctelería, sino también en divulgar, representar marcas y explorar la gastronomía en un sentido integral, abarcando hospitalidad y servicio. Ha sido un camino vertiginoso, lleno de aprendizajes, y en estos 27 años siempre estuve ligada a la formación.
¿Cómo surgió la idea de crear Punto Mona y por qué elegiste Chacarita para instalarte?
Hace ocho años elegí Chacarita, antes de que Punto Mona tomara forma. En ese entonces, tenía un espacio de eventos y encontré una ex fábrica en estado precario. Tras nueve meses de obra, nació un lugar cultural y gastronómico que fusiona arte, cultura, gastronomía y formación. Luego de la pandemia y tras un año y medio de exploración, decidí abrir un bar propio. Me reencontré con la bartender que trabajó 12 años en un restaurante tailandés y la que abrió bares para otros. Así comenzó a latir Punto Mona, con un concepto neoyorquino y un ambiente que transporta a otra dimensión.
¿Cómo fue el proceso de remodelación del espacio y qué quisiste lograr con el diseño?
El proceso fue 50% creatividad y 50% trabajo. Colaboré con un escenógrafo que me conocía bien y con quien definimos la dirección estética del bar. Fue un proceso hermoso, ya que Punto Mona me representa en su totalidad, desde la decoración hasta la amplitud de los espacios. Sin embargo, también fue desafiante: durante cinco o seis meses realizamos la obra sin cerrar el local. El espacio, inicialmente un salón de eventos con una barra, se transformaba semana a semana. Los domingos entraban los obreros, y los miércoles o jueves, tras una limpieza exhaustiva, volvíamos a abrir. La construcción en simultáneo generó ansiedad en el equipo, pero siempre les recordaba que nadie más que yo deseaba ver el lugar terminado. Fue un proceso híbrido, con cambios constantes, difícil pero muy gratificante.
¿Cómo pensaste la carta de cócteles de Punto Mona y qué tragos recomendarías probar?
La carta combina lo clásico con lo innovador. Algunos cócteles son modernos, mientras que otros rozan lo clásico o se inspiran en recetas tradicionales. Por ejemplo, Gaucho es una reinterpretación del Manhattan con la untuosidad del Rusty Nail. La carta evoluciona constantemente y estamos trabajando en una nueva versión que saldrá en mayo. Algunos tragos ya se convirtieron en clásicos, como Uvas, Pétalos, Mulching y Corazón, este último con varios años de historia y aún muy solicitado. La propuesta abarca diferentes perfiles, desde opciones frutales y de baja graduación hasta tragos más intensos y alcohólicos, siempre con una impronta basada en la coctelería clásica.
¿Qué buscás transmitir con la música, la iluminación y la ambientación del bar?
Queremos generar un ambiente cálido, donde la música envuelva y acompañe la experiencia. La intensidad del sonido crece con el paso de las horas, al igual que la iluminación se atenúa para crear una atmósfera íntima. Buscamos que la gente se conecte con el momento, el espacio y las personas alrededor, dejando de lado el teléfono. La idea es que estos elementos enriquezcan la experiencia gastronómica y de servicio, transportando a los clientes a un estado de desconexión del mundo exterior para sumergirse en el presente.
¿Cómo fue el desarrollo del menú y cuáles son los platos que más te gustan?
Como no tenemos un chef ejecutivo, trabajamos con consultores gastronómicos que definieron una propuesta equilibrada entre lo informal y lo sofisticado. Incluimos platos «de bar», como papas fritas, sándwiches y empanadas, pero con un giro especial. Por ejemplo, el sándwich de entraña se cocina al vacío y luego se sella, mientras que las empanadas de langostinos llevan una criolla picante única. Las papas fritas tienen un condimento casero con notas picantes y especiadas. Además, ofrecemos opciones más refinadas, como el tiradito de remolacha o el risotto. La carta refleja un enfoque cosmopolita, combinando platos rápidos con opciones más elaboradas. Actualmente, estamos trabajando en una nueva propuesta que implementaremos en abril. Entre mis favoritos están la burrata, el repollo braseado, los noodles y las empanadas, que me parecen sublimes.
¿Por qué era importante para vos que Punto Mona fuera un espacio inclusivo y pet-friendly?
Creo que un bar debe estar preparado para recibir a todos. Además, tengo una conexión especial con los animales: aunque me gustan los perros de raza, siempre he adoptado y actualmente tengo tres. Muchas personas consideran a sus mascotas parte de la familia y no quieren dejarlas en casa cuando salen. Por eso, nos aseguramos de que tengan agua y, si lo desean, algo para comer. En el interior, el espacio es más reducido para perros grandes, pero afuera hay suficiente lugar para que todos se sientan cómodos y bienvenidos.
¿Cómo hacés para estar al día con las tendencias en coctelería y gastronomía?
Trabajo con un equipo que investiga y estudia constantemente. Además, viajo, visito bares en diferentes partes del mundo y analizo qué técnicas y tendencias pueden aplicarse. También confío en mi instinto gastronómico: muchas veces, sin buscarlo, término alineada con tendencias globales. La coctelería y la gastronomía son cíclicas, se reinventan, y ese «olfato» me ayuda a mantenerme actualizada sin perder mi esencia.
¿Cómo ves el crecimiento de Chacarita y qué aporta Punto Mona al barrio?
Chacarita está en plena expansión. Cuando encontré el local, mi esposo me preguntó si estaba loca por elegir esa zona, y le dije que en 10 años sería un polo gastronómico. Palermo está saturado, y así como crecieron Núñez y Villa Crespo, Chacarita se consolidó como una alternativa. Me encanta que haya casas bajas y fábricas en lugar de edificios. Punto Mona aporta un equilibrio entre lo hipster y lo glamoroso: es accesible pero sofisticado, y además, es el bar más grande del barrio. También elevamos la vara gastronómica, incentivando a nuestros colegas a seguir creciendo.
¿Qué es lo que más te enorgullece de Punto Mona y qué planes tenés a futuro?
Lo que más me enorgullece es el equipo. Logré fidelizar a mis colaboradores, evitando la alta rotación que afecta al rubro a nivel global. Se involucran y cuidan el espacio tanto como yo. Además, viajar me permitió valorar lo que construimos: Punto Mona es mío, sin socios ni grandes inversores, solo con el apoyo de mi marido. Cada paso ha sido con esfuerzo y crecimiento progresivo. El bar tiene de todo: sonido impecable, limpieza, aroma, mobiliario cómodo, cristalería cuidada y un equipo comprometido. A futuro, quiero seguir disfrutando y haciendo feliz a la gente a través de lo que mejor sé hacer: ofrecer hospitalidad y crear experiencias inolvidables.
Dirección: Fraga 93, Chacarita.
Instagram: @puntomona.bar