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Quién es el «winemaker» francés que se enamoró del malbec argentino
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Quién es el «winemaker» francés que se enamoró del malbec argentino

Para muchas personas Hervè Joyaux Fabre es considerado un “francés loco”. Quizás esa percepción se deba a su valentía desmedida durante la década de los 90 para apostar en la Argentina y en la producción de Malbec que, sin dudas, en ese entonces no tenía la reputación que tiene hoy en día en el mundo. Décadas después y con el diario del lunes, la mayoría de las personas pertenecientes a la industria vitivinícola nacional lo reconoce como un francés visionario.

La aventura comienza en 1993 cuando Hervè Joyaux Fabre, miembro de una familia de larga trayectoria en el negocio vitivinícola francés, en Bordeaux, visita nuestro país en búsqueda de un terruño donde desarrollar un producto distintivo a nivel mundial. Con espíritu aventurero y una pisca de osadía, así descubre en Mendoza, específicamente en Luján de Cuyo, nuestra actual cepa insignia nacional. Enamorado de este varietal, Hervè decide establecerse en esa zona, donde construye su “chateau” y adquiere antiguos viñedos, alguno de ellos plantados en 1908. “A mí me gusta un viñedo que ya tenga cierta edad, con cierto equilibrio”, explica con una sonrisa para justificar su decisión del pasado. “Un viñedo recién plantado produce de manera excesiva, uno con más años ya está adaptado al terroir”.

Con gran empeño y pasión nace Fabré Montmayou, (nombre que homenajea a su amigo francés de la infancia Pierre Montmayou por acercarlo a nuestras tierras), la primera bodega boutique de Argentina pionera en la elaboración de vinos Malbec de alta gama.

Como negociante de vino, ¿qué hizo con sus primeras producciones?
– Con mis posibilidades lo mejor fue exportar, pero no fue una decisión pensada. Recuerdo que lo veían como algo atípico intentar vender todo en el exterior. No se conocía ningún Malbec argentino y fue un desafío encontrarle una novia extranjera. Como no había conseguido vender todo, en paralelo empezamos a desarrollar nuestro mercado local. Pero sí nos ayudó mucho la devaluación del 2000, por fuerza o por oportunidad, era más fácil al tener un vino de buena calidad a un buen precio competitivo.

Entonces la buena reputación en Malbec en el mundo, en parte se lo deben a usted.
– ¡No, no! A todos los colegas y mi colaboración. No pretendo ser el descubridor del Malbec. Obviamente lo que ayudó un poco es que en esta época hemos ganado un premio importante en una feria de vinos en Burdeos. Ese reconocimiento internacional aportó en algo al éxito y posicionamiento del Malbec y se supo que era posible hacer vino de alta gama en Argentina.

¿Por qué decide expandirse y apostar por la Patagonia?
– No sé si lo que teníamos en Mendoza era algo seguro, pero sí sentíamos que estaba más desarrollado. Es cierto que en ese momento también fue algo arriesgado. El problema es que cuando te gusta un poco la aventura cuesta parar y decir ´no hago más´. Un amigo enólogo me había hecho probar vinos Merlot, me encantaron. Entonces lo convencí para que venga a trabajar conmigo. No se hizo de un día para otro pero le dedicamos mucha energía, incursionamos en nuevos terruños y reformamos una bodega que era una ruina total.

¿Así nace Bodega Infinitus, la primera bodega boutique de a alta gama de la Patagonia?
– Sí, con concepto. Tuvimos que reciclar unas antiguas instalaciones en Río Negro porque de boutique no tenía nada, era rústica. Sabía que era un mercado complicado, crecer allá es difícil porque no hay mercado de uva. Un amigo me había advertido que para crecer iba a tener que plantar, entonces eso hicimos en nuestras 55 hectáreas. Además en la finca que compramos también habían viñedos antiguos, de baja producción, de cepajes nobles, había Malbec. Hoy tenemos más demanda de lo que podemos ofrecer. ¡Hay problemas peores, pero es un poco frustrante no poder crecer!

¿Cómo llega Bodega Domaine Viñalba?
– Es extraordinario. No es que sea mejor, pero sí diferente. Para muchos el futuro es Valle de Uco, pero yo creo que cada una de las zona es diferente a la otra y esa es la gran virtud. Me gusta que cada una tenga su propia identidad, ese es el verdadero valor agregado. Me gusta respetar los procedimientos que destacan la mejor expresión del “terroir” de cada finca de la bodega. En 2007, junto a socios, hemos comprado 3300 hectáreas en Gualtallary y recién el año pasado (2023) comenzamos a comercializar los vinos que son elaborados exclusivamente con uvas de provenientes del Valle de Uco. Domaine Viñalba nació del deseo de elaborar el mejor vino posible de una tierra que amamos, un lugar con diferencias de alturas y suelos que transmiten una energía muy particular.

En 30 años el crecimiento de la bodega es indiscutible, aunque no siempre todo es color de rosa. Reconoce que una parte difícil de ser una bodega mediana es tener que estar “un poco en todos lados” y explica que el rol del bodeguero se asemeja al de un “chef d’orchestre” (director de orquesta) porque debe manejar “todos los hilos de una manera armoniosa”.

Pero como también dice el refrán que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer; este apasionado winemaker francés distingue que gran parte del éxito de exportación que ha tenido la bodega radica en su mujer: “He tenido la suerte de tener siempre a mi mujer a mi lado”. Se puede tener el mejor vino del mundo, pero si no lo puedes vender, no sirve de mucho.

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