A Cecilia sus asesinos la desaparecieron. Su celular se activó por última vez en la chanchería de su familia política. Un puesto donde crían y faenan chanchos, donde hay instrumentos de corte y máquinas de picar carne. Circula un video de Emerenciano Sena, en el que, cuchillo de carnicero en mano, se jacta de preparar los chorizos que comerán en campaña. Claro, entonces, era candidato. Candidato del gobernador Jorge Capitanich que anoche, a la misma hora en que el pueblo de Chaco marchaba en la plaza principal, pidiendo que no se vote, posteaba en su cuenta de Twitter un multitudinario acto de campaña en la ciudad de Saenz Peña.
La indiferencia también hace desaparecer al otro. Al que desconoce, al que borra, al que desprecia. ¿Cuánto tiempo más hará silencio el gobierno aquí y allá? Defienden los derechos de las mujeres cuando les conviene. Hay femicidios que valen más que otros. Hay hipócritas que se llenan la boca hablando de políticas de género, pero se callan cuando no les conviene.
En la marcha llevaban luces, buscando vencer la oscuridad que tapa todo en un crimen del poder. El clan Sena es parte del poder en Chaco. Anoche, la madre de Cecilia denunció amenazas para que no siga hablando, pero agregó lo que todos los que la rodeaban en la plaza sentían: que no tiene miedo.
El crimen aberrante de Cecilia quebró el miedo. De los que salieron a enfrentar al poder. De los que confesaron. De los que aportaron un dato. Pero muchos recibieron amenazas.
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Aunque las revelaciones macabras les impidan el ejercicio explícito de la impunidad, una corriente subterránea de represalias latentes, de mensajes mafiosos, de trabas burocráticas, aletea como fantasma, tratando de sepultar la verdad. Primero difamaron a Cecilia, dijeron que escapó, que se fue con otro, señalaron incluso a su madre. Ahora, amenazan.
«Trabas, trabas, todo son trabas», denunció la madre que busca a su hija, sobre cada instancia burocrática que enfrenta.
Emerenciano Sena, que tiene un barrio con su nombre, que se llama a sí mismo caudillo, que logró dar directivas desde la cárcel junto a su esposa, para ordenar la tropa, para hacer plata y para limpiar todo, es uno de los hombres más poderosos del gobierno de Jorge Capitanich. Y seguro que sabe demasiado.
Apenas detenidos, su mujer Marcela Acuña, se sentía segura de que iban a salir de prisión. Los pactos de silencio del poder se superponen con el pacto de silencio de los asesinos. «¿Dónde está Cecilia?», gritaban en la plaza voces de madres llorosas. «¡Presente!», respondía la multitud. Emerenciano Sena sabe dónde está Cecilia. Su mujer y su hijo saben dónde está Cecilia. Pero esa omertá de la familia criminal se escuda en la otra omertá del poder y reparte complicidades. ¿Estuvo por romper esos pactos o por arrojar amenazas Cesar Sena, esposo de Cecilia, cuando pidió ampliar su declaración esta mañana para luego arrepentirse? El joven actuaba como una celebrity de la provincia por ser hijo de los poderosos piqueteros y ahora está aterrizando en las mazmorras de la criminalidad. ¿Cómo que no era intocable?
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¿Qué metáfora perversa del poder arroja el crimen de una chica a la que habrían descuartizado como a un animal? En una de las crónicas periodísticas firmada por Mariano Vidal en Clarin, trascendió que César Sena, alardeando del poder de su familia, llegó a revelar ante conocidos que cuando querían hacer desaparecer a alguien, «lo tiraban a la chanchería y los chanchos lo dejaban en huesos». Que así ya había matado a alguien cuando era adolescente, y que estaba todo tapado. También mencionan una amenaza en broma que le había hecho a su esposa Cecilia. “Te mando dos monos, y terminás en la chanchería”.
El poder a tal punto que cualquiera es ganado. Dicen que la palabra Chaco, que viene de idiomas aborígenes, significa “territorio de caza”. La presa fue Cecilia esta vez. Y creyeron que podían desaparecerla, con total impunidad, sin ninguna consecuencia.