Por Carlos Fara (*)
“La vida es una moneda, quien la rebusca, la tiene, y ojo que hablo de monedas, y no de gruesos billetes”, cantaba Juan Carlos Baglietto en el tema que lo hizo famoso cuando la dictadura ya se caía a pedazos. Era un canto a la vida, después de tantos sufrimientos y heridas en el alma: el desastre económico, el desastre de los derechos humanos, el desastre militar, entre otros desastres.
Nadie sabe a ciencia cierta qué saldrá hoy de las urnas, pero pase lo que pase será algo inédito, digno de los Records Guinness. Si gana uno, será la primera experiencia de un oficialista en los últimos 45 años que lo logra con semejante crisis económica y sin un plan en marcha (como Cardoso con el Real), dato relevado por el colega Ignacio Labaqui. Si gana el otro, tendremos a un outsider nuevamente después de 78 años, pero esta vez sin el Estado a favor y sin aparato partidario.
La sociedad argentina, número más, número menos, llega dividida en dos grandes mitades, donde cada mitad tienden a pensar que la otra es una manga de inconscientes e insensibles que no comprenden la gravedad de lo que está en juego. Es una pena, pero es así.
Cuanta más grande es la crisis que atraviesa una sociedad, más desahuciada estará, más miedos se dispararán, y más polarizada será la discusión. En este caso, además, los estilos personales y los mensajes son diametralmente opuestos. Muy distinto sería si la disyuntiva fuese entre dos representantes de la política tradicional, ya que eso acotaría naturalmente los márgenes de discrecionalidad. El sistema es el sistema, para bien o para mal.
Que el triunfo de uno sobre otro sea el diluvio universal o las 7 plagas de Egipto, no lo sabremos hasta que empiece a rodar el nuevo gobierno. Pero claro, son las expectativas las que cuentan en la urna, no las sesudas proyecciones de los analistas (que muchas veces tampoco sirven de mucho). Solo para poner un ejemplo, ahora parece que el PBI argentino se reducirá la mitad de lo que se proyectaba solo un mes antes. Así de cambiante puede ser la realidad, y así de erróneos pueden ser los pronósticos.
Si fuera por los pronósticos previos, con amplio consenso entre “los especialistas” (o sea, nosotros, los consultores), una fuerza política debió haber ganado las PASO y se deberían haber sepultado las posibilidades de soñar de otro espacio, y no debería haber ganado quien ganó. Y luego el 22 de octubre, alguien debería haberse despedido del futuro, y el que salió primero en las primarias debió acariciar la copa del mundo. Tampoco sucedió. Si los consensos erraron dos veces ¿por qué no habrían de errar una tercera?
Gane quien gane, la tendrá muy complicada, lo cual no significa que fracase. La larga experiencia de uno debería dale un hándicap que el otro no posee. Sin embargo, el primero –muy comprometido largamente con ciertos intereses afincados en el sistema- quizá lo lleve a ser más conservador porque “su pasado lo condena”. El que viene de afuera no tiene experiencia, pero tendría menos condicionamientos por no ser un engranaje del sistema tradicional. Todo en teoría, porque todos los grandes transformadores han cometido grandes traiciones por el bien del país y del suyo propio, contradiciendo sus propios postulados. Menem y Frondizi están para dar testimonio.
Vista la región latinoamericana, no hay garantía de que las disrupciones políticas sean menores en contextos macroeconómicos ordenados (Chile, Perú, Brasil, Colombia), y que dichas sociedades se sientan más optimistas o satisfechas con la democracia. Vivimos en un barrio complicado. Aun saliendo de nuestra crisis, la política tendré una gran tarea por delante.
El pesimismo o el optimismo no nos llevan a ninguna parte porque sí, si no se toman decisiones correctas y se obtienen resultados palpables por la ciudadanía. Pero es muy difícil tener un futuro promisorio sin tener confianza en nuestra propia potencialidad. Volvemos a Baglietto y su maravilloso estribillo: “Solo se trata de vivir, esa es la historia, con la sonrisa en el ojal, con la idiotez, y la cordura de todos los días, a lo mejor resulta bien”.
(*) Consultor político, titular de Carlos Fara & Asociados y presidente de la IAPC
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