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Acoso sexual en las empresas: claves para poner fin a la violencia y la desigualdad en el ámbito laboral
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Acoso sexual en las empresas: claves para poner fin a la violencia y la desigualdad en el ámbito laboral

Por Sandra Olive (*)

Hace unos días pude conversar con un empresario que me comentó que había tenido problemas en su organización por temas de acoso. “¿Cómo lo solucionaste?”, le pregunté. Respondió que había pegado carteles en la empresa con frases muy específicas explicando que no se toleraba cierto tipo de comportamiento en esa organización.

Le pedí que me contara más sobre el episodio. Detalló que una colaboradora había denunciado a su jefe debido a que él la trataba de determinada manera, la tocaba y miraba haciéndola sentir incomodidad. Ante el relato le pregunté si habían, como organización, tomado alguna otra medida además de los carteles. Por ejemplo, haber separado a la persona del rol. “¿Para qué?”, me contestó el empresario. En su imaginario, el tema había quedado resuelto a través de la pegatina de carteles.

Perpleja, le pregunté: “¿Te imaginás lo que siente esta chica cada vez que va al trabajo? Lo incómoda que se debe sentir, solo de tener cerca a alguien que la acosó. ¿Tendrá miedo de ir a trabajar todos los días?”.

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El señor no me respondió. Claramente no entendió mi pregunta. Para él, ya estaba todo solucionado. Él sentía que se había resuelto todo con los nuevos carteles. De hecho, él estaba muy orgulloso de cómo había resuelto la situación. Yo, en cambio, sentí que estaba en el túnel del tiempo; todo esto me sonaba muy ochentoso. No la situación del acoso, sino la forma de intentar resolver y dar por cerrado el capítulo.

Me quedé pensando, cuán comunes son situaciones como esta hoy en día. Últimamente, las noticias están plagadas de ejemplos. El actor Juan Darthés, el exgobernador de Tucumán José Alperovich, el actual Intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, y los cuatro jugadores de Vélez, por solo nombrar algunos.

Como sociedad se habla de lograr la meta de un 30% de mujeres en posiciones de liderazgo en Argentina. Pero la verdad es que estamos tan lejos de todo eso… ¿Cómo podemos esperar romper el techo de cristal si aún suceden casos de acoso y violación abiertamente, los cuales, por algún motivo, parte de la sociedad aún no condena? ¿Por qué se juzga aún a la víctima?

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Algunas de las frases qué escuchamos son:
– “¿Que hacía ella en su habitación?”.
– “Y, también…, si se viste súper provocadora…”
– “Ella se lo buscó”.

Creo que todas las mujeres hemos pasado, en algún momento u otro de nuestras vidas laborales, por lo menos por un evento de acoso por compañeros, jefes, clientes, proveedores. Puedo nombrar muchos ejemplos de historias que me han contado. Algunas fueron hace años, en los años ochenta y noventa, cuando el mindset era otro y las leyes también. Esos comportamientos eran vistos meramente como picardías. Parece loco, ¿no? Se comentaba, se sabía, pero esos hombres eran simplemente tildados como “pícaros”.

Pero, las cosas en realidad no han cambiado tanto en la actualidad. Hoy hay más información y herramientas para denunciar y las víctimas se animan a hablar. A pesar de eso, las mujeres seguimos siendo vulnerables.

Las mujeres aún somos juzgadas por cómo nos vestimos, nuestras actitudes, si somos o no promiscuas. Claro, si un hombre es promiscuo es meramente un hombre liberando hormonas. Pero con las mujeres la vara es diferente.

Hay diferentes estadísticas, dependiendo de las fuentes, sobre cuántos años llevará lograr la igualdad de género entre hombres y mujeres a nivel mundial. Hace dos años, Naciones Unidas publicó un informe donde indica que esto llevará 300 años al ritmo actual. ¡Qué lejos estamos! Me pregunto cómo se puede lograr si aún hay un gran porcentaje de la población que justifica el comportamiento indebido de los hombres.

Sandra Olive, Managing Partner de Backer & Partners, especializada en la búsqueda de ejecutivos para la Alta Gerencia y Consultoría de Cultura y Liderazgo

Recuerdo la campaña presidencial Donald Trump vs. Hillary Clinton, donde el foco estaba puesto en los peinados de Hillary. Cada vez que salía en diferentes medios los periodistas, y también Trump, se ocupaban de hablar de la apariencia de Clinton en vez de su postura política.

El acoso interrumpe nuestra paz espiritual. Te agarra desprevenida y es un antes y un después. Es esa delgada línea que nadie debe cruzar, pero sucede igual. Es esa sensación de sorpresa, frustración, enojo, impotencia y dolor, todo junto. Muchas veces es justamente alguien en quien una confiaba y pensaba que tenía sus mejores intereses en mente.

Además, entra en duda si vale la pena denunciar ante la organización o no. Ese es un importante eje. Muchas organizaciones internacionales, por protocolo y compliance, cuentan con líneas de denuncia y los casos son tomados muy en serio. Ahora, ¿qué pasa con las empresas más chicas? Esas pymes que mueven la economía argentina, pero están en otro estadío de profesionalización. ¿Cómo hace una en esas situaciones, cuando la oficina se torna una serie de pegatinas y los actos repudiables se barren debajo de la alfombra?

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Yo sigo ilusionada con lograr en Argentina ese 30% de mujeres en posiciones de liderazgo y siempre trabajo para que eso suceda. De hecho, hay empresas donde el 50% de los líderes ya son mujeres. ¡Impresionante! Lamentablemente, existen mundos que funcionan en paralelo.

Existen las empresas corporativas que tienen procesos y estándares internacionales que deben seguir. Existen las nacionales con buenas prácticas, que buscan superarse cada día y trabajan en su transformación para convertirse en empresas emblemáticas. Existen las pequeñas empresas que tienen consciencia social y trabajan en un desarrollo sustentable y cuidan a sus equipos. Pero, también hay otras que no han llegado a tomar consciencia del daño que provocan al hacer oídos sordos.

Dejo algunos disparadores para que las empresas que sienten que están en foja cero y quieren desarrollar políticas en sus organizaciones:
• Asesorarse con especialistas sobre el tema para asegurarse que su empresa sea un espacio libre de acoso.
• Si tienen antecedentes con colaboradores, asesorarse para poder separar a esas personas de sus funciones hasta que se investigue correctamente.
• Implementar protocolos para acompañar a posibles víctimas.
• Entender que, en última instancia, la empresa es la responsable judicialmente de lo que sucede en sus espacios de trabajo.

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También, para aquellas personas que sienten que hoy son o han sido víctimas:
• Ante situaciones de acoso, buscar una red de contención.
• No tener miedo de visibilizar, nunca es tu culpa.
• Proponer a las organizaciones chicas empezar a capacitar a sus colaboradores respecto a las dificultades que existen y como estas impactan en la vida de los colaboradores.

En conclusión, el acoso no solo interrumpe nuestra paz laboral, sino que perpetúa una cultura de desigualdad y violencia que no tiene cabida en nuestra sociedad. Es imprescindible que las organizaciones asuman su responsabilidad y tomen medidas reales y efectivas para erradicar este problema. Colocar carteles no es suficiente; se necesitan políticas claras, capacitación continua y un compromiso genuino para proteger y empoderar a todas las personas en el lugar de trabajo. Solo así podremos avanzar hacia una verdadera igualdad y un entorno laboral seguro y respetuoso para todos.

(*) Managing Partner de Backer & Partners, especializada en la búsqueda de ejecutivos para la Alta Gerencia y Consultoría de Cultura y Liderazgo

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