Tengo un doble sentimiento respecto a la confirmación de la condena de CFK por parte de Casación. Por un lado, me da un poco de bronca que no se haya agregado la asociación ilícita, porque lo que pasó en la Argentina era esencialmente una asociación ilícita.
El testaferro de la familia Kirchner no era un hombre de la obra pública; sin embargo, durante todos esos años hacía obra pública de forma directa. Muchas veces no terminaba las obras, pero las cobraba siempre. Esas convalidaciones las hacían ministros y secretarios de Estado, y él era el testaferro de la familia presidencial. Eso es esencialmente una asociación ilícita. Por lo tanto, que la Cámara de Casación no lo haya agregado a la condena me da un poco de bronca. Solo un juez, Gustavo Hornos, dijo que había que sumarlo.
Pero, por el otro lado, me alegra, porque siempre que yo veo sufrir a los kirchneristas, me alegro. Me alegro porque verdaderamente los detesto. Alguien me podrá decir «eso es un discurso de odio», como se estila decir ahora. Sí, yo los odio, como odio a los seguidores de Nicolás Maduro, odio a los seguidores de Daniel Ortega, como odio a los seguidores de todos los que han hecho de la corrupción y del autoritarismo una forma de Gobierno. Cuando ellos están mal, a mí me alegra.
Lo que nunca me imaginé es que dirigentes políticos iban a caer tan bajo, al punto de lamentar que le quiten la jubilación de privilegio a una persona condenada justamente por corrupción. La ilegalidad ya estaba en lo que ella ya cobraba, porque cobraba doble: por Néstor y por ella.
Yo espero que no se revierta esa decisión, que ningún juez de marcha atrás con la medida del Gobierno de sacarle la jubilación a una condenada. Verlos caer tan bajo me trajo un recuerdo: durante todo el Gobierno de los Kirchner los jubilados, cuando accionaban judicialmente por lo que les correspondía, no les pagaban mientras no tuvieran un fallo firme. En efecto, Anses no les pagaba con los fallos de primera instancia.
Lo que hacía el kirchnerismo era esencialmente esperar a que muchos jubilados se murieran para ahorrarse ese pago. Esos mismos miserables ahora se lamentan por la jubilación de CKF.
Yo solamente espero dos cosas: que se sancione rápidamente la ley de «Ficha Limpia» para que esta mujer no pueda ocupar ningún cargo y que cuando eso vaya a la Corte no se tome esos tiempos infinitos que suele tomarse.
Para sanar, Argentina necesita que esta mujer, Cristina, termine al menos con una tobillera electrónica encerrada en su casa.
(Columna emitida originalmente en el programa «Cristina sin vueltas», conducido por Cristina Pérez en Radio Rivadavia).