Por Lalo Zanoni (*)
“Claudio Ferreño (ex legislador porteño) es la mano derecha de Alberto Fernández. Yo a Alberto Fernández lo conozco hace 35 años. Alberto Fernández me coimeó un montón de veces. Lo conozco muy bien”, dijo Walter Santiago, alias “Alfa”, un hasta ese momento ignoto participante de la nueva edición de Gran Hermano.
Sus palabras fueron vistas solo por los que miraban el programa en vivo en la plataforma de streaming Pluto TV (propiedad de Viacom, Telefé) y después empezó a circular por Twitter el fragmento en video de esos segundos. Pero la portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, se encargó de viralizar el exabrupto gracias a que ella misma le dedicó un insólito hilo de 25 tuits para responderle a Alfa. El insólito tema fue trending topic en las redes, y todos los medios (no solo políticos) reprodujeron sin parar una y otra vez la acusación de coimero al presidente.
Según un estudio de comportamiento en redes que hizo la consultora Ad Hoc, en pocas horas más de 35 millones de personas se enteraron del tema por el hilo de tuits de Cerruti. “Se le dio un alcance masivo y se legitimó al emisor del mensaje”, comentaron en el informe y agregaron que la mayoría de los comentarios (el sentimiento) fueron en tono de burla e ironía hacia el Gobierno.
Es decir, la portavoz hizo lo contrario de lo que debería hacer alguien en su función: amplificó un tema que perjudicaba al Presidente cuando debería haber hecho todo lo posible para disminuir el impacto negativo del mensaje. Le tiró nafta al fuego, en oposición a todos los manuales más básicos de comunicación de crisis.
Para colmo después se trenzó en un ida y vuelta tuitero nada menos que con Diego Brancatelli, un defensor K. El panelista de C5N la fulminó con un tuit: “Te creés mil y sos un error de este Gobierno. Bloqueás periodistas en Twitter. Tratás mal a los colegas de Casa Rosada. No entiendo cómo Alberto Fernández te mantiene ahí», y cerró con un «cuánto daño le hacés al proyecto; son un gol en contra”.
A Cerruti también la cruzó al aire Santiago Del Moro, el conductor de Gran Hermano. «Lo que digan adentro de la casa corre por cuenta de ellos. Ellos firman un documento antes de entrar al juego», dijo sin nombrar a nadie.
En paralelo, como suele ocurrir en esta época, los memes circularon a la velocidad de la luz en las redes y grupos de WhatsApp, amplificando hasta el infinito el tema. Uno de los más virales fue una foto con los participantes nominados a abandonar el juego y entre los candidatos estaba la foto de Alberto. Los memes mandan y hoy resultan más contundentes y categóricos que cualquier nota positiva en los medios tradicionales.
Tal vez esas piezas de humor constituyen hoy uno de los pocos espacios donde los usuarios sienten algo de libertad e independencia a la hora de expresarse.
¿La reacción de Cerruti fue planificada o se equivocó? Si suponemos que lo hizo siguiendo una estrategia, ¿cuál fue el objetivo? ¿Fue idea del presidente Fernández responderle y subirse a un ring público con un participante de Gran Hermano? Si el objetivo era distraer a la opinión pública sobre los vaivenes diarios de la economía y centralizar en su figura, tal vez lo cumplieron. Pero de la peor manera posible. Y con un costo muy alto para ganar un plazo muy corto. ¿Cuánto tiempo puede durar la distracción? Uno o dos días.
El ruido pasa, pero el papelón queda.
(*) Periodista especializado en comunicación y nuevas tecnologías.