Por Carlos Fara (*)
Llega un momento en donde las campañas como tales no arrojan mucha novedad, y entonces el escenario tiende a cristalizarse. Cada equipo sigue en su inercia y experimenta cierta angustia por no saber exactamente qué está pasando en la calle. Ocurren novedades que despiertan polémicas y ahí sí logran llamar un poco la atención de la opinión pública. Si no fuera porque dichas situaciones son amplificadas por una controversia, probablemente pasarían de largo.
Estamos transitando la última semana de campaña, que es la más importante, pero donde la mayor parte de los equipos llegan exhaustos y con pocas ideas para sacar al electorado del sopor. Es curioso, porque son los días más importantes, donde mayor cantidad de ciudadanos prestan atención.
Los más entusiastas en estos días son aquellos que están generando algún resultado que no estaba claro en la previa: Larreta y Grabois. El “hijo de pajarito” porque está consolidando un porcentaje interesante que complementa al propio Sergio Tomás Copperfield. El “pelado y peludo” porque está equilibrando la balanza con Patricia Reina.
Sumar dirigentes no hará “el cambio de nuestras vidas”, pero ayuda a generar un clima de poder, como sustantivo y como verbo. En esa línea resultan las adhesiones de Manes (¿por qué se hizo pública esta semana una denuncia contra él por un delito? ¿una represalia?), Ulpiano Suárez –el rebelde intendente de la capital mendocina- o el más sonado caso de Vidal. El Emir de Cumelén reaccionó cual amante despechado (¿y el curioso tuit de Cornejo mencionando a Larreta el jueves 3 a la noche?).
Macri cuestionó el apoyo de Vidal a Larreta y respaldó los dichos de Ritondo
¿Por qué se está equilibrando la balanza entre la reina y el pelado?
1) el “todo o nada” tocó un borde: porque nunca es todo ¿y si es nada? ¿demasiado riesgo?;
2) las pifiadas en economía (blindaje, reservas del BCRA) y educación transmiten cierta improvisación e impulsividad;
3) ¿se va despertando el votante no politizado?;
4) y el trabajo de los referentes territoriales (Morales, Pullaro, Orrego, Poggi, Valdés, los de Evolución, entre otros).
Dirigentes territoriales no son votos, pero si me dan a elegir como consultor, prefiero tenerlos de mi lado. Y si no, habría que preguntarle a Carolina Losada qué piensa del triunfo de Pullaro en la primaria de Santa Fe, o a De Loredo sobre la victoria de Passerini con el apoyo de Llaryora en ciudad de Córdoba.
Dicho eso nos tomamos la tarea de sondear provincia por provincia, de cuál de los dos bandos hay más estructura trabajando, si del lado de Bullrich o de Larreta. En 12 distritos la balanza se inclina para el peladismo (incluyendo 2 de las 5 provincias más importantes del país), 5 para la Pato y 5 en situación intermedia.
Luego hay dos mundos aparte. La Capital Federal es la casa central del PRO y ahí conviven sus 3 principales dirigentes, con todo lo que eso implica: el alcalde maneja el gobierno, pero Macri está parado enfrente. Respecto a la PBA se podría decir que está repartido: más municipios para ella, pero los de mayor densidad demográfica con él. Como ya lo analizamos hace dos semanas en esta columna, hasta el final estará la incógnita de si ella es Menem –líder carismático que pasa por encima de los aparatos- y él es Cafiero –con toda la estructura a favor, pero sin la empatía necesaria. Varios dirigentes lúcidos de Juntos aluden a que Patricia despierta un voto más emocional, mientras que el apoyo a Horacio “hay que explicarlo”. En comunicación todo lo que hay que explicar arranca perdiendo.
Horacio apareció estos días con un spot que no genera novedad, aunque el argumento no es malo: “vamos a hacerlo porque ya lo hicimos”, referido al tema educación. Patricia optó por seguir contrastando fuerte, cuestionando la idea de acuerdo / negociación: ¿negociando con quién? Mientras muestra a integrantes del “tren fantasma” (De Vido, López, Baradel, Moyano, etc.). Así como los referentes no aseguran votos, tampoco los spots. Sin embargo, debe decirse que los de la precandidata han sido más atractivos y hábiles en su lógica de atacar los argumentos de su adversario interno.
La campaña de Massa alumbró una pieza astuta partiendo de la afirmación de Bullrich de que éste no es un país normal. El spot afirma lo que dice ella, pero le pega un giro que apela a la “excepcionalidad argenta”, un buen punto para el público más popular.
Lo que desentona es la foto del ministro con la vicepresidenta al final en la cabina del simulador aéreo, como si se tratase de una fórmula, lo que trae a la memoria la fallida experiencia política de Alberto al gobierno.
Precisamente, uno de los aciertos de la comunicación oficialista había sido que CFK estuviese fuera de foco hace dos semanas. Se suponía que Copperfield quería convocar a los moderados decepcionados en el tramo final. Más allá de eso, es correcto que quiera confrontar con la favorita de Macri: eso lo ayuda a despertar temores en un público moderado que hoy está más cerca de Larreta.
El “león” sigue bajando dos cambios y hace mea culpa de su tono agresivo en su último spot. Pese a que su candidato a gobernador en Chubut hizo una elección muy digna -14 %- no queda claro si este cambio actitudinal del libertario lo ayuda o lo desperfila. En este sentido, está llevando una estrategia distinta a la de su ex ¿amiga? Bullrich, quien apuesta full al blanco / negro. Su mensaje más atractivo es “votame a mí para que vos recuperes el poder”. Algo semejante al “votáme, votáte” de De Narváez en 2009.
El FMI actuó de “perdonavidas” de la Argentina, aprobando, pero “primero pagá y sufrí un poco, no te la voy a hacer fácil”. Nadie quería en Washington quedar haciendo campaña por Massa, como en su momento los acusaron de ser macristas. El que se quema con leche…
Apatía es la palabra más repetida en estos días. No hay campamento que no la mencione para describir el clima de calle. El crecimiento de la abstención y el voto en blanco es una amenaza concreta. A todos les (nos) gustaría cambiarla por una interjección de admiración: Apa, tía!
(*) Consultor político y titular de Carlos Fara & Asociados