Por Silvio Santamarina
Aunque con menos brío que en sus performances de antaño, Cristina Fernández de Kirchner le está tomando de nuevo el gustito a vivir en cadena nacional constante. Y poco a poco, nos va convenciendo a todos de que eso es -sigue siendo- lo más natural del mundo.
El contexto actual del nuevo relato encadenado es su decisión de acompañar el “Operativo clamor”, rechazándolo con el gesto severo y desdeñoso de una especie de maestra sensei, pero a la vez alentándolo con la histeria coqueta de quien goza de la adulación ilimitada de su entorno de fans. Ella les dice que no la aclamen más, pero a la vez redobla -acto tras acto, de La Plata a C5N y de ahí a Plaza de Mayo- su apuesta al histrionismo que tan bien le sale.
¿Qué está haciendo Cristina? ¿A qué juega? A varias cosas a la vez, como buena hija del peronismo. Como mínimo, el primer gesto es el de ocupar el vacío que finalmente oficializó Alberto Fernández.
Se podría interpretar que este 25 de mayo, la Vicepresidenta asumió la conducción del proceso electoral del oficialismo y, de paso, de la transición delicada, altamente inflamable, que le espera a un gobierno que es suyo y ajeno al mismo tiempo, en la sinuosa recta final hasta la conclusión del mandato constitucional.
Si bien su mensaje del 25 de mayo supone un primer hito de su estrategia, esto recién empieza. Lejos de significar un verdadero cierre, esta semana se puso en marcha un proceso largo y, tal como nos tiene acostumbrados la jefa del kirchnerismo, lleno de sorpresas y pases de magia interesantes. Es notable la manera en que ella le va subiendo la temperatura, cuidando de no quemar el guiso, a la olla popular que revuelve y revuelve, poniéndole ritmo al “Operativo clamor”, pero haciendo de cuenta que en realidad es ella la que acata el ritmo del llamado del pueblo.
Ese modo de mandar, copiando las avivadas del Manual de Conducción del General Perón, aparece a cada paso del recorrido K. Tomemos, por ejemplo, el dilema actual de las PASO, que en realidad es el de siempre, desde que se le ocurrieron a Néstor Kirchner. Una interna abierta, oxímoron engañoso para entretener a la gilada, que solo es obligatoria para los votantes pero no para los votados. Esa ficción de participación popular en la vida partidaria esconde la ultraverticalidad de los espacios electorales, que se arman a voluntad del o de la dueña de la “lapicera”. Ahora se vota o ahora no: los representantes ordenan y el pueblo obedece, aparentemente soberano. Hay que esperar a ver si nos dan o no permiso, según (les) convenga.
Lo otro que va haciendo Cristina mientras revuelve la olla del “Operativo clamor”, es ir probando con el cucharón cuál sería la mejor receta para enfrentar la áspera elección presidencial que se avecina. Como en un reality de “nominados”, Cristina va subiendo (y bajando) candidateables al escenario, para medirlos con más precisión.
En ese juego de la silla, la única que no debe quedarse afuera es ella, la Gran Hermana, con el argumento más sólido -y pícaro- que se escuchó durante esta pretemporada electoral. El peronismo no debe enfocarse en elevar su techo, sino en consolidar su piso: la urgencia es entrar al balotaje, advierte CFK, que suscribe el supuesto empate de tres tercios que arriesgan varias encuestas.
Cristina no se pronunció sobre la fórmula electoral y decepcionó a sus militantes en Plaza de Mayo
Casualmente, ese escenario es el que coincide con su propia virtud electoral, que es la de mantener un caudal de votos mínimo lo suficientemente alto y estable como para seguir mandando en el PJ, como indiscutible primus inter pares. Hoy se necesita un piso sólido: pues bien, ella lo tiene, y está dispuesta a entregarlo en comodato, una vez más, en manos del candidato que mejor represente el proyecto “nacional y popular”.
Como ya lo hizo otras veces, CFK hace coincidir en su relato la Historia (con mayúscula) con las circunstancias de su situación personal y familiar. No sólo se trata de la guerra con la Corte y Comodoro Py, donde el Poder Judicial que la condena por corrupta está, según su teoría del “Lawfare”, absolutamente vaciado de legitimidad y autoridad moral, por lo cual se impondría una reforma judicial radical, como requisito mínimo para poner de nuevo a la Argentina de pie y marchando. No, ahora hablamos del sistema en su conjunto: la democracia y el propio régimen (bi)monetario. Según explica en sus clases magistrales y en sus cartas abiertas recientes, gobernar el país tal como está es directamente inviable. No solo para ella, o para algún delfín (o “mascota”, para usar un hallazgo reciente), sino para cualquier líder opositor que pudiera quedarse con el próximo gobierno.
No es que ella no puede, dice la Vicepresidenta, el problema es que nadie puede. Con ese argumento apocalíptico, es que la jefa K intenta ganar tiempo hasta que en el Instituto Patria o sus alrededores cuaje algo parecido a un plan de gestión, eso que el experimento Fernández-Fernández nunca dejó claro.
Para eso es que Cristina también calienta motores poniendo a prueba a cielo abierto sus lecciones de Economía Política: para ir barajando un plan posible para 2024, tanto como plataforma de unidad para la campaña del Frente de Todos (o como se llame en breve), como para asumir con al menos una hoja de ruta, en el hipotético caso de que el peronismo K logre dar el batacazo electoral en las presidenciales.
Pero las teorías de Cristina, aunque entonadas con mucha convicción, dejan ver más una actitud diagnosticadora que la nitidez de estadista en plena acción. Por eso hay lugar para que su entorno de economistas hetero-heterodoxos le sugiera soluciones keynesianas a problemas de la Argentina del siglo XXI.
Cristina Kirchner: “Es una elección de tercios y lo importante es entrar al balotaje”
En su Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero, John Maynard Keynes escribió: “Si el Tesoro llenara viejas botellas con billetes de banco, las enterrara a la profundidad adecuada en minas de carbón abandonadas que luego se cubrieran con desechos de la ciudad, y dejara en manos de la empresa privada, de conformidad con los probados principios del laissez-faire, la tarea de desenterrar de nuevo los billetes (…), no tendría por qué haber más desempleo (…). Ciertamente sería más sensato construir casas o algo semejante; pero si hay dificultades políticas y prácticas para hacerlo, el procedimiento anterior sería mejor que no hacer nada”.
Incluso muchos eruditos keynesianos recomiendan no tomar en serio este tipo de provocaciones del legendario economista, que buscaba demostrar por el absurdo las limitaciones de la doctrina liberal clásica para resolver por la vía ortodoxa los desafíos de un escenario mundial disruptivo.
Pero la ventana conceptual, evidentemente, quedó abierta. Esta semana, a partir de un editorial de Horacio Verbitsky en su blog, circuló un paper firmado por el investigador Eduardo Basualdo (con Pablo Manzanelli) elaborado para FLACSO (el polo opuesto de la Universidad del CEMA, para resumir), con el patrocinio del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. En ese documento de trabajo se detalla con cifras y gráficos un diagnóstico de la encrucijada económica nacional que se parece muchísimo al que repite Cristina en sus recientes presentaciones.
Pero a la hora de plantear un plan de acción, llama la atención el punto dedicado al empleo. Allí, Basualdo propone un “plan de forestación de las banquinas de las rutas nacionales, provinciales, caminos internos, corredores ferroviarios y eventualmente de las costas ribereñas, proceso que sería abastecido por viveros forestales estatales existentes y otros nuevos creados para este fin”.
Estos viveros y sus plantadores de árboles integrarían un ejército de mano de obra intensiva, que supondría erogaciones directas del gobierno nacional y los provinciales, además de los concesionarios viales y ferroviarios. También supone reasignación de planes sociales.
No sabemos si este “programa de emergencia para la generación de empleo” ya fue considerado seriamente por los técnicos del Instituto Patria. Pero queda claro que todo es posible cuando ya nada parece viable en la Argentina.
Acaso podríamos fantasear con una entente ecuménica de libertarios y teóricos Nac&Pop: a la sombra de esa fila infinita de árboles, podrían ubicarse una especie de food-trucks con la marca de Milei, donde se puedan comerciar, con créditos Ahora12, tanto órganos humanos como armas de fuego. Sería la reactivación final de un país que se muere de ganas de lanzarse al vacío, de una vez por todas, para ver si es verdad que los argentinos también podemos volar.