Por Shila Vilker (*)
Al comparar las proyecciones nacionales con las elecciones provinciales que ya se hicieron, el electorado argentino parece pensar en dos velocidades. Las elecciones nacionales y las provinciales parecen no ser asimilables. La bronca y el “cambismo” que se sienten en la calle, y que se ven en los relevamientos de opinión, no se tradujeron mecánicamente en las urnas provinciales, que vienen mostrando un voto de preservación de lo conocido. Es lógico: por este desacople existen las elecciones desdobladas, donde cada oficialismo puede cuidar y preservar su pago chico.
La arena nacional es todavía incierta. Se anticipa un escenario de tercios, como recogió la Vicepresidenta en su última entrevista televisiva. Sería un error, sin embargo, eternizar la foto de tres tercios de densidad similar. La película puede cambiar y unos pocos meses, en clima de inestabilidad económica y política, pueden ser decisivos para alterar las relaciones de fuerza.
El misterio del voto: en qué piensan los argentinos a la hora de elegir
La sociedad está revirada. Tiene sus razones. La inflación es un fuego en el bolsillo; y hay quien mete nafta al fuego. La bronca no es nueva, viene de arrastre, y alcanza a las Presidencias de ambos colores.Ninguno de los dos espacios parece estar a la altura de las demandas económicas de la época. Lo que se pide parece razonable: estabilidad. Sin embargo, detrás de la idea de estabilidad es posible encontrar elementos de lo más variados.
El viento sopla favorablemente para la oposición y, dentro de ella, a sus vertientes más duras. La figura de Javier Milei, que hasta hace apenas dos años se alzaba como un candidato capitalino, juvenil y ajeno al histórico votante peronista, hoy perfora todas las barreras y cosecha intención de voto en todos lados. Es su figura la que realiza esta alquimia, por el momento sin derrame hacia sus candidatos locales. Pesa el nombre de Milei, no el sello de La Libertad Avanza.
En el mismo río revuelto destaca Patricia Bullrich, que tiene como principal atributo su carácter. Sus votantes la invisten de una fortaleza inquebrantable para la toma de decisión y la acción. Demandas que intuyen las dificultades de la política en un escenario tan fragmentado.
CONSENSOS ROTOS Y CONTRADICCIONES VARIAS
Como trasfondo, Argentina atraviesa una época de ruptura de consensos. Hoy hay voces que se animan a cuestionar los Derechos Humanos, a definirse de derecha (algo impensado en el país hace veinte años) y, sobre todo, a ir contra una idea que fue central desde el retorno de la democracia: que el Estado debe resolver los problemas de la gente.
En 2015, políticas intervencionistas como la Asignación Universal por Hijo o la estatización de Aerolíneas Argentinas y de YPF cosechaban apoyos mayoritarios en la sociedad; hoy, esos apoyos se fueron diluyendo, menos de la mitad de los argentinos creen que YPF debe seguir en manos del Estado y apenas un tercio tiene la misma idea sobre Aerolíneas.
Leídos así, estos datos podrían hacernos creer que Milei está en su salsa. Conviene ser cautos en el análisis. Las propuestas más resonantes del libertario como la dolarización de la economía, eliminación del Banco Central, de la obra pública y de la educación pública o la libre portación de armas son divisivas y, algunas de ellas, minoritarias.
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Cuando hacemos un doble click en su intención de voto, su gran activo sigue siendo la bronca más que las propuestas puntuales. Y a su vez, otro zoom en los resultados provinciales, muestra los límites de la falta de aparato y la disociación entre la expectativa que viene generando y los resultados concretos obtenidos. A medida que se acerque la elección general, es posible que irrumpa un principio de realidad por los sobre los discursos extremos, que tienen más de condensadores del malestar que de postura ideológica.
Hoy todos los focos están puestos en las elecciones. Cuando la elección pase, las demandas y las preguntas seguirán abiertas.
(*) Consultora política y titular de Trespuntozero.