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Buenas noticias para el patrimonio histórico y cultural de Buenos Aires
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Buenas noticias para el patrimonio histórico y cultural de Buenos Aires

Por Mariela Blanco (*)

La Justicia porteña ordenó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que complete el catálogo de edificios construidos antes del año 1942 para evaluar su protección patrimonial. Si bien el listado ya estaba previsto por ley, nunca se había terminado de concretar. Entonces, como dice el refrán: “Hecha la ley, hecha la trampa”.

La piqueta nunca reparó demasiado en cuestiones de valor histórico y encontraba, de vez en cuando, una “excepción” a la regla que la habilitaba a gritar “fuera abajo”. Los edificios catalogados –que están en un registro con un número asignado– no se pueden tocar.

Claro que alguien podría preguntarse: ¿con qué fin las ciudades conservan estructuras? Claramente, es una cuestión que surge de la óptica del pragmatismo, que antepone la necesidad de disponibilidad de vivienda a la nostalgia que pudieran despertar un puñado de ladrillos.

Las escuelas francesa, inglesa e italiana fueron las que desarrollaron la base teórica que se requería para pensar en la preservación del patrimonio. Pero no fue menos importante el aporte de la Unesco a través de sus tres principales convenciones, la de Protección del Patrimonio Natural y Cultural de 1972, la de la salvaguarda de Expresiones Inmateriales de 2003, y la referida a la protección de la Diversidad Cultural de 2005.

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En Argentina, se toma real conciencia sobre el patrimonio en la década del ’40 cuando se crea la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos en el marco de la ley 12.665. Ella inicia una gran cruzada a favor de la tutela y salvaguarda de los sitios históricos.

Otra figura clave en este sentido fue el arquitecto José María Peña, quien hizo un gran trabajo de concientización y logró salvar parte de la memoria de San Telmo. Fue quien bregó desde los tiempos de la Dictadura para evitar que se tiraran abajo reliquias en aras del negocio inmobiliario.

Además, fundó el Museo de la Ciudad con piezas de demoliciones y creó la Feria de Antigüedades de Plaza Dorrego. Luego, en 1979, logró que se implementara la ordenanza de Protección del Casco Histórico. Él sostenía que había que mantener el carácter de un lugar y reforzar su significado.

La ciudad tiene cientos de héroes anónimos. En este caso, fueron las asociaciones vecinales que buscan preservar el patrimonio las que solicitaron la medida.

Mariela Blanco

A partir de ahora y gracias a su lucha, hasta que no se complete el catálogo, el GCBA no podrá autorizar demoliciones a menos que el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales lo habilite particularmente.

Parecen soplar venturosos vientos en buenos aires en pos de la preservación y la identidad. Ya lo dijo el gran Víctor Hugo: “La arquitectura es el gran libro de la humanidad”. Y no está bueno arrancarle páginas. Eso último lo digo yo.

(*) Periodista especializada en patrimonio porteño. Autora del libro “Leyendas de ladrillos y adoquines”

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