Por Lic. Alexis Chaves (*)
Los Estados europeos están preocupados por una verdadera epidemia de ansiedad y depresión vinculada a las malas condiciones de trabajo y quieren garantizar por ley el acceso a la salud mental.
El Parlamento Europeo presentó hace algunos años un plan de acción sobre salud mental, con la firme convicción de que, en estos tiempos, es ya un derecho humano fundamental. Y, bajo esa premisa, los eurodiputados emitieron una resolución que insta a los países miembros a mejorar el acceso a los servicios de salud mental y lidiar con el estigma, la exclusión y la segregación, sobre todo en los ámbitos laborales.
En principio, es preciso definir qué se entiende por salud mental laboral: es un estado de bienestar que permite al empleado ser consciente de sus propias aptitudes, utilizando la “tensión” inherente de su trabajo (u organización) para mantener su productividad y contribuir con la empresa/organización, al mismo tiempo que se valora su propio crecimiento.
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Los parlamentarios han advertido que una cultura organizacional deficiente podía propiciar la aparición de efectos negativos en el empleado y en su salud mental laboral, manifestándose mediante trastornos musculares, ansiedad, depresión, enfermedades cardiovasculares, afectando directamente su entorno social y obviamente laboral.
Los eurodiputados lo advirtieron y vienen trabajando en medidas para que el constante incremento de estos problemas no se convierta en un peligro sanitario de propagación sin límites.
La salud mental laboral se ha transformado en una complicación significativa de la salud pública y ha avivado la inquietud social en la Comunidad Europea. Esto, además, afecta fuertemente el entorno laboral, dado que los ambientes de trabajo inadecuados, las cargas laborales excesivas, la inseguridad (inestabilidad), el hostigamiento y la discriminación representan un peligro latente.
La Comisión Europea sugirió una estrategia de largo alcance para tratar la salud mental, reclamando a los Estados que prevengan y mejoren el acceso para estos grupos vulnerables.
A pesar que se considera «normal» el estrés laboral -en ciertos niveles- es una resistencia física y emocional perjudicial que puede originarse por un desequilibrio entre las demandas laborales que el empleado percibe y sus propias habilidades.
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En las investigaciones que se llevaron a cabo, los eurodiputados notaron la gran cantidad de individuos que lo padecen diariamente con jornadas de trabajo excesivas, y una falta de armonía entre la vida personal y laboral con sobrecarga e incapacidad para gestionar la distribución de responsabilidades, sumado con alguna frecuencia, a comportamientos de persecución e intimidación.
Podemos decir que las condiciones en las que las personas surgen, crecen, trabajan y se desarrollan son las primordiales determinantes de la salud mental a nivel poblacional. Y que el estrés excesivo sería el principal factor para explicar el daño en la salud de las personas a mediano y largo plazo (por acumulación y por las condiciones vinculadas a la soledad o la marginación, no solo por cuestiones materiales).
Existe un cierto “estigma” asociado a la salud mental laboral, y los legisladores sostuvieron que ahora es imprescindible desarrollar e instaurar campañas de información para fomentar la conciencia y sostener discusiones abiertas sobre estas condiciones. Quieren que todos los habitantes de la UE tengan un camino directo hacia los diferentes servicios para tratarse y con alta calidad, sin tener que lidiar con problemas burocráticos, económicos y administrativos.
Otros factores que hicieron pensar al Parlamento fueron la pasada pandemia de Covid-19 y la ulterior crisis económica, que estimularon un acrecentamiento exponencial de los riesgos que venimos describiendo relacionados con el burnout. Ambos eventos causaron un insondable efecto y han puesto una gran carga en la salud mental laboral y en el bienestar general de los ciudadanos.
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Los informes que hoy les llegan a los funcionarios indican que una de cada cinco personas sobrelleva estos problemas, mientras que la depresión y la ansiedad determinan la mitad de las jornadas laborales perdidas.
Por eso, promover una salud mental positiva se está convirtiendo rápidamente en una prioridad para los empleadores de todos los sectores, y decididamente es una preocupación real también para los Estados.
(*) Politólogo y analista parlamentario