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Candidato, ¿se nace o se hace?
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Candidato, ¿se nace o se hace?

Por Manu Colombo (*)

Una feroz campaña electoral nos muestra desde la pantalla chica candidatos luminosos, vestidos con una paleta de colores que transmiten seriedad y honestidad y con discursos sólidos capaces de perforar la fibra más íntima de los mortales que buscamos paz social y estabilidad económica.

Pero detrás de todo ese maquillaje uno puede percibir los hilos invisibles que lo colocaron allí, frente a la cámara y mirándonos a los ojos.

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Probablemente, estos actores políticos hayan invertido generosos recursos económicos en honorarios para asesores mediáticos, estrategas de campaña y especialistas en construcción de imagen pública.

No está mal. Incluso puede que sea una decisión inteligente que movilice a mucha gente del televisor a la urna. Pero la pregunta es: ¿cuán genuino es el candidato que votamos? ¿Cuánto de él mismo ha quedado en esa construcción mediática?

Creo que es hora de que los actores políticos puedan buscar internamente mensajes que provengan de valores genuinos, que dejen traslucir emotividad, algo que no se compra en la góndola de candidatos. En todo caso, dejándose asesorar sobre cuestiones técnicas y artísticas pero siendo fieles a sí mismos en materia de discursos.

Desde el coaching ontológico abordamos a la persona/candidato desde sus tres dominios, lenguaje (lo que dice), emoción (lo que siente), cuerpo (lo que hace). El líder trabaja desde aquí para hacer un camino personal y ser coherente entre sus valores y su discurso.

Muchas veces cuando escuchamos a un candidato lo sentimos artificial, lejano, y vemos con desconfianza su discurso.

Un candidato en coherencia consigo mismo va a traer un mensaje desde sus valores, buscando construir confianza con la ciudadanía y empatizando con las personas para construir una sociedad mejor.

Cuando decimos que un candidato está entrenado, no necesariamente es algo malo. Muchas veces nos entrenamos para ser mejores en eso que queremos ser.

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La idea es sacar a la luz todo aquello que es genuino, reconocer que también tiene imperfecciones que solo lo convierten en seres vulnerables y, en definitiva, humanos.

Poder conectar desde ese lugar vulnerable y auténtico, con empatía, poniéndose en el lugar del otro, con una ciudadanía que cada vez más mira con reticencia a los partidos políticos y a sus líderes, creo que es un buen camino de transformación para la política.

(*) Coach ontológico

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