Por Carlos Fara (*)
Macri anima a Manes a que no deje su carrera presidencial, para que así pueda dividir los votos moderados que claramente van a Horacio Rodríguez Larreta. A su vez, este alentaría que no se caiga el voto de Milei para fragmentar el segmento más anti K y así hacer crecer sus posibilidades de imponerse a Patricia Bullrich en la primaria de Juntos por el Cambio.
Dirigentes oficialistas alentarían al libertario para que divida el voto opositor. Estrategas cambiemitas piensan en darle aire a la izquierda para que le quite votantes desencantados al Frente de Todos. Los más adictos a la vicepresidenta también le prenden una vela al «loco de la peluca» para así poder ganar en la provincia de Buenos Aires, al restarle apoyos al conglomerado que en otra época se llamaba Cambiemos.
Cómo se verá, la inventiva de los comandos políticos no tiene límites. La pregunta es: ¿Todas estas apuestas se hacen con datos científicos en la mano, o parte de supuestos sobre el comportamiento del electorado? Ni una cosa, ni la otra. No es que sea todo científico, ni todo olfato. Lo cierto es que muchas de estas jugadas se hacen: (a) por las dudas («seguro que algunos votos se van a correr»); y (b) bajo supuestos no rigurosos. Veamos un poco de qué se trata.
CONSENSOS NO MUY BIEN SUSTENTADOS
La mayor parte de la clase política llega a consensos no muy bien sustentados. Por ejemplo, que Milei reúne un voto a la derecha de Juntos por el Cambio, que pide un liderazgo fuerte, crítico del rol del Estado. Lo cierto es que ese 15% a 20% que reúne es muy poco ideológico y está muy fastidiado con el statu quo de la política (las dos grandes coaliciones) en el marco de la triple frustración: el segundo gobierno de CFK, el de Macri y ahora el de Alberto.
Es un público al que lo está partiendo la inflación, que piensa que si ya fracasaron los otros, por qué no probar con alguno nuevo. En ese fastidio pelea más votos con Juntos por el Cambio que con el Frente de Todos, y hasta se puede ir algo por izquierda. No es tampoco el clásico fenómeno de clases medias de grandes centros urbanos (como la Ucedé o el PRO), sino que está recogiendo alto registro en muchas provincias chicas. Ergo, algo huele distinto en Dinamarca.
Si la variable ideológica clásica de izquierda-derecha es poco útil, entonces deberían recalibrar sus jugadas los ases del billar político y ver las oportunidades en otro lado. Correrse a la derecha y mostrarse como duro para sacarle votos a Milei es simplista.
El libertario gana espacio también por su estilo desenfadado, sin pelos en la lengua, ya que por ahora no lo afecta el «teorema de Baglini»…, y porque no está contaminado con los resultados del gobierno de Macri; por lo tanto, no tiene nada de lo que hacerse cargo. Pero ese papel libre de ataduras bien pensantes no lo puede asumir fácilmente Bullrich, porque ella está subida a otro tipo de barco, uno que sí puede llegar a la presidencia.
CÁLCULOS «IN VITRO»
Entonces empiezan los cálculos «in vitro»: que si Patricia pierde la primaria con Horacio entonces sus votos -más de derecha- se irían con Milei en la general, lo cual produciría que éste vaya al balotaje contra el candidato o candidata del Frente de Todos, y así el libertario podría convertirse en presidente.
El tema es que esas no son las únicas variables en juego. ¿Nadie de esos votantes de Patricia pensarán «che, con qué equipos gobernará Milei», o «cómo va a hacer para sacar leyes en el Congreso lejos de tener mayoría»? ¿Dónde irá a parar el voto útil de aquellos que no quieren que vuelva a ganar el kirchnerismo? ¿Ningún votante piensa en el día después de la elección?
Muchas veces los votantes sacan más cuentas de lo que los consultores imaginamos. Después de 37 años de consultor, insisto: «Es un poco más complejo».
Muy poca gente recuerda que Milei hizo declaraciones polémicas sobre ventas de bebés o el uso de armas, y definitivamente la mayoría de sus adherentes no saben quiénes son Von Mises o Hayek. Es un error sistemático identificar mecánicamente a las características de la oferta con la demanda que se recibe.
(*) Analista político y titular de Carlos Fara & Asociados