Los peronistas son personas muy apegadas a las tradiciones. La tradición de que haya personas desaparecidas y casos de violencia política, provocadas por personas que son impunes en provincias gobernadas por el PJ, son una constante en la historia. La desaparición de Cecilia Strzyzowsky en el Chaco muestra, una vez más, cómo las estructuras mafiosas y violentas encuentran en el PJ un ámbito donde crecer y desarrollarse.
El movimiento de Emerenciano Sena es uno más de los muchos casos que existen en la Argentina: organizaciones violentas que crecen con dinero público, que tienen a la gente en estado de esclavitud, y donde la vida y la muerte de las personas están en manos de capangas apenas alfabetizados que se vuelven millonarios a costa de los pobres. Los políticos se sirven de ellos porque esas organizaciones les garantizan fuerzas de choque y aparato político para conservar el poder.
Capitanich fue el padrino de bodas de Sena y su esposa, Marcela Acuña. Además, su nombre y su cara están en una boleta electoral, en la que el piquetero era candidato a diputado y su esposa, candidata a intendente. La mafia en su máximo esplendor. La fisonomía de los kirchneristas es más parecida a la Camorra que a una organización política.
El caso es muy parecido al de Jujuy y Milagro Sala. Lo que pasó en Jujuy muestra que hay una sola metodología frente a esas organizaciones mafiosas, que es, ni más ni menos, que dinamitarlas. Eso es lo que hizo el gobierno jujeño con la organización delictiva de Sala: denunciarlos judicialmente, sacarles todo, y reducirlos a la insignificancia política. No hay otro camino y Argentina está llena de lugares pobrísimos gerenciados por mafiosos millonarios.
A partir del año próximo, la intervención federal debe ser la herramienta en esas provincias donde haya organizaciones que manejan dinero público como vimos en el Chaco. Es la manera de defender a los ciudadanos que, por ser pobrísimos, caen en la esclavitud de políticos y de inescrupulosos que fingen ser dirigentes sociales para disimular su verdadera identidad: delincuentes.
La reacción de los formadores de opinión kirchneristas frente a este macabro caso muestra, nuevamente, la profundidad del pozo de indignidad moral en que se encuentran. No se pronuncian ni los malamente denominados “organismos de derechos humanos” ni los kirchneristas del mundo del espectáculo. Tampoco hablan los políticos peronistas, los miembros de las facultades copadas por los K y los funcionarios del gobierno. Todos en silencio.
La mamá de Cecilia pidió la intervención federal de la provincia de Chaco
Es inevitable comparar la reacción silenciosa actual con el caso de Santiago Maldonado en el gobierno de Macri. Ese caso fue una construcción ficticia, a partir de un accidente desgraciado en el que Maldonado se ahogó, y una cantidad impresionante de pruebas confirmaron que la historia de la desaparición fue un relato sin pruebas armado por sectores kirchneristas para acusar al gobierno de Macri de una desaparición. Instalaron una mentira en todo el mundo para sacar ventaja política.
Pasó lo que pasa siempre: algunos que sabían que era mentira sumados a los tontos útiles funcionales a la mafia hicieron una campaña enorme con cartelitos de “¿Donde está Santiago Maldonado?”. Ni uno de esos personajes posa con un cartel, ni firma una solicitada, ni organiza una marcha por la desaparición de Cecilia. ¿Por qué? Porque siempre harán silencio frente a los crímenes que se realizan en lugares donde gobiernan los K.
Hicieron silencio frente a los crímenes de Milagro Sala y hacen silencio en el caso Cecilia. Todo el que se haya puesto el cartelito en el caso Maldonado, caso en el que muchas pruebas judiciales demostraron que se trataba de una mentira, y que ahora esté en silencio muestra, ni más ni menos, el estado de indigencia moral en el que se encuentra. La historia deja siempre una enseñanza: los violentos sólo pueden existir por la complicidad de vastos sectores sociales que se escudan en mentirosas ideas políticas para obtener ventajas.
La desaparición de Cecilia hace pensar en que lo que sucedió es un femicidio. También el silencio de las feministas progres es atronador. Argentina tiene ministerio de las Mujeres. La ministra, Ayelén Mazzina, suele comportarse como mucama de sus jefes políticos hombres. Cuando fue secretaria de la Mujer en San Luis hizo silencio frente a la muerte de Magalí Morales, que apareció muerta en una celda a la que había sido conducida por andar por la calle durante la pandemia.
La pandemia, que en Argentina fue una completa barbarie en la que el poder jugó con la vida y la muerte de las personas, mientras el gobierno hacía fiestas en Olivos y los oficialistas robaban vacunas. Silencio de Ayelén Mazzina ante la muerte de Magalí para proteger a los políticos que la pusieron en el cargo. Tras varios días en silencio ante la atrocidad chaqueña, se comunicó con la familia de Cecilia (por presión de la opinión pública) y le ofreció tramitar un subisidio.
La madre de Cecilia está denunciando que en Chaco están repartiendo dinero para bajar el volumen de la prensa. Quieren tapar todo con dinero. El ministerio de las mujeres sólo beneficia a las militantes que trabajan ahí dentro. No hay un sólo indicador que haya mejorado por la existencia de ese ministerio.
Lo de Chaco confirma lo que todos sabíamos: Elizabeth Gómez Alcorta fue la primera titular de ese ministerio y defendía a Milagro Sala, que, entre muchas atrocidades, les pegaba a las mujeres que le desobedecían. Mazzina es la actual ministra y hace silencio ante los casos de desapariciones de mujeres. No sirven para nada más que para ser cómplices de delincuentes.
El único requisito para ser funcionario kirchnerista es estar dispuesto a ser cómplice de atrocidades cuando esas atrocidades las cometen los de su secta.
El silencio de todos los kirchneristas frente a nuevo caso de desaparición de personas los convierte en cómplices. Argentina sigue demostrando que mientras esta gentuza continúe teniendo poder el único porvenir será el infierno. Es imprescindible echarlos de la política. O entramos en la civilización o seguimos en la barbarie. Nunca estuvo tan claro.