Si al momento de leer esta nota, usted, profesional de la comunicación que orilla los 30 años, que ha nacido nativo digital, que se reconoce producto de la llamada Generación Z y que términos como tecnología análoga e híbrida le suenan desconocidas, quédese, esto le va a gustar.
Si yo le mencionara adelantos tecnológicos de la comunicación que usábamos los Baby Boomers/Generación X, como el fax, el dial up, los teléfonos análogos, o los rollos de fotos, probablemente tenga que “guglear” para saber de qué hablo, de hecho, mis hijos lo han hecho.
Pero sepa, estimado colega, que esas herramientas fueron de vanguardia en los 80’ y 90’, inclusive, hasta principios de los 2000, y que, en aquellos años, los que nos dedicábamos a la comunicación política las considerábamos tan indispensables como usted pondera su teléfono de última generación, y que nosotros andábamos chochos cargando una valija de 5 kilos con el celular adentro.
Seguramente usted esté cómodamente sentado en una mesa de un lindo café que utiliza como oficina, leyendo esta nota desde su teléfono, mientras atiende a sus clientes, revisa el informe que tiene en el Drive que le va a pasar a los periodistas y chequea las últimas noticias desde algún dispositivo móvil. Debe saber, colega, que lo nuestro era artesanía comunicacional.
¿Cómo era hacer comunicación y específicamente comunicación política en aquellos años? Me lo suelen preguntar a menudo cuando enfrento un aula llena de jóvenes promesas de la profesión.
Como marco general, debo decir que la esencia de la profesión no ha cambiado: tratamos de ser creativos, originales, llevarle al cliente propuestas novedosas que lo diferencien de su competidor, alertarlo tempranamente si detectamos que hay algún ruido que podría tocarlo, sugerirle acciones que potencien su imagen, etc. Las que han cambiado son las herramientas.
Voy a graficar con ejemplos prácticos, como para que se tenga noción, algunas de las vicisitudes por la que tuvimos que atravesar quienes en los 80’ y 90’ nos dedicábamos a la comunicación política, sobre todo en tiempos de campañas electorales.
Estamos hablando de tiempos en los que había que preguntarle a la operadora telefónica cuánta demora había para comunicarse con alguna parte del país, o de hacer una ingeniería logística para que la azafata de un vuelo le entregue a un amigo en el aeropuerto un rollo de fotos, para que lo lleve a una redacción, o de cargar con el aparato de Tel/Fax por todo el país, porque no en todos los hoteles había uno.
Ya más cerca de los 2000, las comunicaciones mejoraron un poco de la mano de la privatización del servicio telefónico, y ahí apareció la ruidosa conexión dial up que nos permitió alternar el Tel/Fax con el mail, previo a conectarse mediante la línea telefónica, claro; o mandabas un mail o recibías una llamada, las dos cosas no se podía.
Todo esto que relato se hacía para enviar textos planos, nada de imágenes, gráficos a color y menos videos -NTSC, primero y U-Matic después-. Para eso hacía falta logística, mucha tecnología y dinero, que no todos los consultores en comunicación tenían.
A mediados o finales de los 90’ la aparición del Windows 95’ nos abrió la cabeza al mundo, y específicamente a los consultores, ya que entramos en el período que se denomina híbrido, abandonábamos de a poco la analogía para ingresar a la era digital, de manera furiosa e imparable.
Si bien entre 1990 y 2000 hay una distancia de 10 años, en materia de tecnología aplicada a la comunicación, los 10 años transcurridos entre el 2000 al 2010, fueron asombrosos, ni que hablar de la transformación acaecida entre 2010 al 2020.
Lo que vino es historia conocida. La informática trajo las nuevas tecnologías y estas trajeron a las plataformas y los algoritmos. A pesar de ello, la comunicación no cambió en su esencia, ni tampoco lo hizo el periodismo; los nuevos formatos enriquecieron la forma de ejercer las profesiones, las oficinas de prensa y comunicación pasaron de redactar comunicados a crear contenidos con lógica para cada red social, la comunicación política ya no se rige por lo que aprendimos en la facultad leyendo a Aristóteles o Platón, primero y a Durkheim, después, sobre “Teoría de Masas”.
La segmentación hizo que pasemos de intentar comunicar para las masas a crear contenidos para las distintas “tribus” que habitan las distintas redes sociales. La aparición del Big Data y la Inteligencia Artificial vinieron para quedarse. Ya se están haciendo ensayos de instalación de chips inteligentes en las personas que podrían modificar y direccionar hábitos de consumo de todo tipo, desde marcas de jabón, lecturas y hasta preferencias políticas.
Si llegó leyendo hasta acá, podemos decir que los Baby Boomers/Generación X que nos dedicamos a la comunicación hemos recorrido un largo camino.
(*) José Luis Lamanna es consultor en Comunicación con especialización en Comunicación Política y Campañas Electorales