Carlos Fara (*)
Hace mucho que la Argentina debería haber adaptado la letra del tango que hizo famoso Tita Merello. Toda la economía y la política giraron esta semana a partir de la decisión del gobierno respecto a las carteras en dólares de los organismos públicos (empalideciendo la intervención en la empresa Edesur).
Dejando de lado las consecuencias económicas –que no es materia de esta columna- siempre es central marcar las restricciones políticas que se autoimpone el oficialismo para zafar de caer en “el infierno tan temido”, como reza el cuento de Onetti, la palabra maldita (devaluación) que nadie quiere escuchar en el cristinismo porque sería arrojarse al “fuego maligno”: la derrota.
La pregunta obvia es si evitar el infierno impide el resultado que hoy es el más previsible. Había un tema de timing en todo caso: ¿La tan temida devaluación debió haberse hecho cuando Sergio Tomás Copperfield asumió para luego reordenar la economía en otro marco? En ese momento había exactamente un año hasta las PASO para así poder mostrar algún éxito relativo. Era una apuesta fuerte.
A la falta de dólares la terminó agravando la peor sequía en los últimos 60 años. La realidad climática y política contemporánea contradice al personaje de la película “Plata Dulce”, quien en la escena final se alegra porque llueve, ya que “con una buena cosecha nos salvamos todos” y remata “Dios es argentino”. Entre el aumento de la tasa en EE.UU., el tembladeral de bancos en países centrales y la mencionada sequía, da la impresión que el Todopoderoso decidió cambiar de nacionalidad (post Mundial).
Lo cierto es que esta dinámica económica tiene consecuencias a varias bandas. En el oficialismo genera el gran interrogante respecto a si Massa será candidato en estas condiciones, y quién se querrá animar a llevar la antorcha épica del proyecto, mientras siguen los ecos del inicio del operativo clamor para que Ella esté presente en alguna boleta. A partir de ahora quedan exactamente 3 meses para que se inscriban las candidaturas.
Del laberinto del Frente quizá no se salga ni por arriba, ya que nadie es “la última Coca Cola en el desierto”: ni Massa, ni Manzur, ni Capitanich, ni Scioli, ni Wado, Ni Rossi, ni Kicillof, ni Alberto, ni tampoco la jefa pueden asegurarle a los socios de la coalición que puede haber un triunfo presidencial. El o la que finalmente sea lo será 1) porque lo obligaron, 2) para proyectarse a futuro, 3) por error de cálculo, ó 4) sacrificándose por expresar al proyecto nacional y popular. De todos los personajes mencionados, hay un solo optimista: el “pichichi” (también lo era en 2015 y no pudo ser el goleador).
El desorden interno muestra consecuencias a diario: Malena Galmarini cree que las operaciones contra su marido vienen desde la Rosada, Massa lo increpa al presidente por las internas políticas, la CGT está obviando la pauta del 60 % pedida por el super ministro, los gremialistas cristinistas vuelven a la carga con el pedido de una suma fija, Aníbal manda gendarmes al GBA sin avisarle al gobernador de su mismo frente. Este caos quizá no se frene nunca hasta el final del mandato. A lo mejor se atenúe un poco si existe una primaria competitiva, en donde alguien gane y tenga una legitimidad temporal. Desde aquella especie de primaria abierta que fue la elección presidencial de 2003, que el peronismo no le consulta a la sociedad quién tiene mayor hándicap.
Entre esas varias bandas en donde incide la carambola de la economía también está “Juntos por el Conflicto”. Los adláteres de Patricia Reina están cada vez más convencidos de que llevan las de ganar en la primaria y razones tienen.
Por ejemplo, un histórico referente del radicalismo confesaba en estos días que no sabe exactamente a qué partido pertenece ya que, según se visión, cada vez hay más correligionarios “halconizados”, partiendo del supuesto de que la presidenta del PRO posee una gran ventaja electoral frente al alcalde porteño. Es cierto que en la política muchas veces hay fenómenos de encapsulamiento, pero que pueden generar un efecto bola de nieve que termine en la profecía autocumplida.
Y finalmente regresó el emir de Cumelén del exterior para decir que se va a tomar un mes más para decidir, lo cual significa que aún puede ser, aunque el consenso dentro del mundo político es que no jugará él… pero podría apoyar a alguien.
Suele haber varios supuestos erróneos en los cálculos estratégicos de todos los precandidatos (de todas las fuerzas políticas). Pero uno que se ha convertido en clásico es pretender ubicar al electorado en un continuo de izquierda-derecha, cuando la mayoría de los votantes no piensan en esos términos. Por ejemplo, estimar que existe un vaso conductor entre quienes apoyan a Macri y Bullrich con los que se inclinan por “el león”, es relativo.
El segmento del libertario es claramente no ideológico, no politizado, por lo que no necesariamente un triunfo en las PASO de alguno de los dos iría en detrimento del apoyo a Milei en la general. Así como tampoco un triunfo de “el pelado” en las primarias haría que quienes no lo votaron huyan a manos de “peluca”. Las coordenadas que ordenan a los sufragantes tienen que ver con otros factores, por eso en el comando del crítico de “la casta” festejan cuando el ex presidente y su ministra de seguridad se empeñan en “correrse a la derecha”.
Last, but not least, hubo un detalle que pasó desapercibido en los medios, pero sustancial para la política. Macri reconoció en Rosario que “el relato es importante…, no alcanza con el ejemplo”. Cientos de colegas en todo el mundo dedicados a trabajar en el storytelling de candidatos y gobiernos no podían estar tan equivocados. Tener un relato no es algo que se inventó ahora, viene desde el inicio de los tiempos.
Volviendo al tango de Tita, concluye preguntando: “¿Los billetes dónde están?”. La misma pregunta nos hacemos los 45 millones de argentinos y argentinas exactamente 90 años después de que Ivo Pelay escribió la letra.
(*) Analista político y titular de Carlos Fara & Asociados