El momento político en el mundo está marcado por hechos graves producidos por gobernantes que hacen seguidismo a grupos militantes, cuyas teorías no siempre tienen fundamentos serios y que, pasados los años, se vuelven en contra de la población. El político tipo de hoy en día es alguien que tiene una obsesión por ser políticamente correcto, aun cuando sabemos que detrás de ese seguidismo a posturas de grupos militantes se esconden muchas veces intereses propios o amateurismos fanáticos.
Hace algunos años surgió en Alemania el auge de un discurso ecologista en contra de las centrales nucleares. Debido a ello, el gobierno alemán se comprometió a levantar todas las centrales. La frivolidad en política se paga muy caro: a partir de esa decisión Alemania quedó rehén del gas ruso. En este momento hay una invasión rusa a Ucrania y un boicot contra Rusia por parte de los países que integran la OTAN, pero Alemania no puede cumplirlo del todo, ya que si deja de comprar gas ruso no sólo se dañaría la provisión a los hogares, sino que también le produciría un daño enorme a su actividad industrial. El gran beneficiado con la apresurada decisión de cierre de centrales no fue el medio ambiente, fue Putin. Hace unos días el Ministro de Finanzas alemán, el liberal Christian Lindner, dijo que no se puede cortar de golpe la compra de gas ruso por temor a una recesión, pero que, evidentemente, “había sido una mala política alemana”. Putin tiene a Europa en un puño por culpa de la frivolidad de los que militaron en contra de la energía nuclear. Ahora, los países deberán consumir un 15 por ciento menos de energía y no se descartan racionamientos.
El populismo a la hora de tomar medidas, termina perjudicando la vida y la economía de los ciudadanos
Otro ejemplo del daño que se ocasiona por hacer seguidismo de grupos militantes fue el Brexit. En el Reino Unido todas las encuestas marcan el arrepentimiento de muchos ciudadanos con respecto a la salida de Europa. Los impulsores del Brexit prometían, frívolamente, una mejora inmediata para los ciudadanos al salir de Europa. Johnson siguió a la perfección el manual del populista: apeló a la mejora inmediata, a argumentos emocionales y de orgullo. Mintió descaradamente y hoy se ven las consecuencias. No hay mejora, a los que trabajaban con Europa les complicaron la gestión de su actividad y su vida laboral, y en el horizonte aparece un nuevo intento de referéndum de independencia de Escocia, que sí quiere seguir siendo Europa dado que comercia activamente con los países que integran la Unión Europea. Hoy no hay ningún beneficio y muchos nuevos problemas. El Reino Unido tiene una tasa de empleo muy alta y sufre por la falta de empleados. Eso le impone un límite al crecimiento, que antes se subsanaba contratando trabajadores de otros países de Europa. Al tratarse de un mercado único, significaba una gran ventaja para los empleadores y para los empleados. Muchos sabían lo inconveniente de salir de un mercado único y grande, y lo callaban para hacer seguidismo de la posición “de moda” y obviando la foto general. Ahora no saben cómo lidiar con el resultado de tan mala decisión.
En Argentina hay problemas de todo orden, pero, si hubiera que dar un ejemplo de una decisión tilinga que se toma por presión de grupos de militantes que no tienen idea de cómo funciona la economía, podríamos detenernos en la Ley de Alquileres. Los lobistas eran ignotas asociaciones de inquilinos que nadie sabía bien de dónde salieron. La ley se sancionó en el Congreso y se celebró como si se tratara de una cosa extraordinaria. Lo que generó esa ley fue una catástrofe en el mercado de alquileres y causó, además, el efecto contrario de los postulados. ¡Gran desconocimiento de los que la impulsaron y enorme la frivolidad de los que la acompañaron! La desidia o el desinterés de muchos acompañó una norma que les complicó la vida a dueños y a inquilinos.
El seguidismo a sectores corporativos y el populismo en la toma de las medidas siempre perjudican la vida y la economía de los ciudadanos.