El resultado electoral en la Argentina vuelve a confirmar un dato histórico. El peronismo siempre cuenta con ventaja porque usa el Estado, en todos los niveles, para ganar elecciones. En los municipios, en las provincias y en el Estado nacional. Massa entendió eso y lo llevo al paroxismo: literalmente regaló dinero. Al clientelismo habitual le sumó rebajas de impuestos (teniendo el Estado quebrado), inventos como el PreViaje y hasta entregas de dinero por la “emergencia”.
El descaro en la utilización del Estado para su beneficio político tuvo un récord en esta oportunidad. Cuanta más pobreza hay, más posibilidades existen de hacer clientelismo. Cuando la gente está desesperada tiene muy pocas posibilidades de pensar el futuro, ya que su única preocupación es el presente.
La otra certeza (en un momento de pocas certezas) es que el tema de la corrupción le importa a muy poca gente. El peronismo es un gran corruptor y corrompió a buena parte de la sociedad.
En esta campaña aparecieron casos graves de corrupción como el caso Insaurralde y todas las revelaciones que tuvimos a partir de su foto junto a las sentaderas de una joven. Supimos del caso “Chocolate”, que desnudó la corrupción en la Legislatura bonaerense. La Provincia de Buenos Aires quedó retratada en la campaña como el gran centro de la corrupción argentina. En ese territorio Kicillof ganó con facilidad y, en lugares como Lomas de Zamora (epicentro de la corrupción de Insaurralde), el peronismo sacó más del 50 por ciento de los votos.
Patricia Bullrich reconoció la derrota, pero se negó a felicitar a Massa y Milei
Los políticos opositores tampoco aprovecharon ese penal sin arquero: sólo Patricia Bullrich mencionó el tema en el debate y, como sustancial, hubo una denuncia judicial realizada por Ricardo López Murphy y María Eugenia Talerico de JxC. El candidato de JxC en la Provincia (Grindetti) no hizo campaña con la flagrante corrupción de la provincia que aspiraba a gobernar. Milei tampoco se metió con ese tema. Ese desinterés de sectores de la política en no hacer campaña con el desfalco de la Legislatura bonaerense se la hizo fácil a Kicillof que pasó los episodios sin un rasguño.
Más allá de estas consideraciones, lo sustancial para la victoria de Massa es haber alimentado la división de la oposición. Massa sabe de eso, porque cuando él dividió al peronismo, Macri ganó la elección. Massa manipuló a Milei y Milei sólo hizo campaña en contra de Bullrich. Milei nunca criticó a Massa.
Esa tarea de desgaste a Bullrich fue una campaña consciente de Milei y sólo le convenía a Massa. Milei se confió entusiasmado por el resultado de las PASO y ahora necesita que lo voten las personas que él insultó y despreció.
Se trataba de ir contra el peronismo, que es el responsable de la inflación desatada y del 40 por ciento de pobreza. Un error de manual de Milei, que pensaba que ganaba en primera vuelta y terminó siendo funcional a Massa. La cuestión era dejar al peronismo tercero, no jugar sólo a ganarle a Bullrich.
No se trata solo de votos: para derrotar al populismo hay que ganar también la batalla cultural
Bullrich era una muy buena candidata, pero con un equipo que propuso una campaña un poco errática y sin perfil. Para enfrentar los millones y la inescrupulosidad del PJ, había que tener una buena candidata y una comunicación que fuera agresiva y novedosa. Tuvieron la buena candidata, pero una campaña insípida y temerosa.
El gran problema de JxC se arrastra de muchos años atrás. Hace mucho tiempo que algunos veníamos predicando en el desierto acerca de la necesidad de dar la batalla cultural para enderezar todas las distorsiones que el kirchnerismo en 20 años había instalado en la sociedad. El kirchnerismo rompió la noción de orden, fue contra la meritocracia, adoctrinó en los colegios, se apropió de áreas del Estado y de organizaciones públicas, entre muchas calamidades.
En los últimos años, JxC decidió no dar esa batalla. Luego del fin del gobierno de Macri, la gran visibilidad política la tuvo el gobierno de Larreta en la Ciudad y en su rol de candidato a Presidente. La deserción de Larreta a dar la batalla cultural (dando una imagen pogre y peronista light un tanto bobalicona) desdibujó la imagen de JxC. El larretismo buscaba agradar a gente que jamás los iba a votar y dejó desguarnecido y enojados a muchos votantes históricos de JxC. El 30 por ciento de Milei se nutre en gran parte de esos decepcionados.
El voto democrático puede salvar a la Argentina de la decadencia populista
El encierro medieval en la pandemia aceleró ese proceso. En el momento en que Larreta debía parecerse a una Ayuso, se comportó como un Alberto Fernández prolijo. El crecimiento de Milei a costa de JxC empezó hace más de dos años. Ahí hay que ir a buscar el problema. Lo que pasó en las elecciones tiene su inicio en el momento que mucha gente de JxC dejó de representar a su electorado. Cuando una fuerza abandona a su electorado siempre aparecerá otra que comparta su enojo y frustración para quedarse con algunos de sus votos. Las PASO le dieron un perfil más competitivo a JxC, pero ya era tarde. Haber abandonado la batalla cultural por tantos años hizo que se perdiera poderío.
Massa hizo una buena elección pero perdió muchos votos respecto a los que sacó Alberto Fernández hace cuatro años (48 por ciento). La ventaja de Massa es únicamente por la oposición dividida.
La situación es difícil con un resultado complejo. Argentina viene demostrando que siempre se puede estar peor.