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El Código Pacioli: ¿ajuste o desajuste?
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El Código Pacioli: ¿ajuste o desajuste?

Por Silvio Santamarina

Amigo de Da Vinci y Della Francesca, matemático, religioso, consejero de ricos y poderosos, el legado de este “influencer” del Renacimiento italiano resuena hoy en los debates contables de una Argentina atormentada por los rigores del Debe y las angustias del Haber. ¿Cuál es la justa y armónica medida que se esconde en un Presupuesto, público y privado?

Quien haya tenido la dicha de pasear por la Toscana, tal vez recuerde un fugaz momento de éxtasis turístico, al contemplar una de las obras maestras del Renacimiento, la “Resurrezione” de Piero della Francesca, exhibida en el pueblo natal del gran artista, Sansepolcro, un milenario “borgo” donde las campanas todavía son golpeadas a mano.

Otro tip curioso es que allí nació la fábrica familiar de las pastas Buitoni, mucho antes de que terminara siendo engullida por la multinacional Nestlé. Pero si el visitante acaso se dedica a la Economía o, más aún, a la Contabilidad, es posible que también recuerde haberse detenido un instante frente a la estatua de otra antigua celebridad nacida en el Borgo del Santo Sepolcro, el matemático y fraile franciscano Luca Pacioli.

Monumendo dedicado a Luca Pacioli en Sansepolcro (De K.Weise – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, Commons-Wikipedia)

De hecho, en memoria de Fray Luca Bartolomeo de Pacioli, se festeja cada 17 de diciembre en la Argentina el Día del Contador(a), por el aniversario de la publicación -medio milenio atrás- de su libro “Summa de Arithmetica, Geometria, Proportioni et Proportionalita”.

El tratado, que ha sido traducido a 15 idiomas, contiene una enseñanza clave para la administración de negocios privados y finanzas públicas, lo cual le ha dado a su autor, si no la fama de su mentor, amigo y coterráneo Piero della Francesca, al menos tanta o mayor influencia que sus colegas renacentistas en las artes y las ciencias. Incluso para la huracanada memoria contable argentina, la obra de Pacioli merece un homenaje, así que algo habrá hecho.

Si bien la Summa publicada por Pacioli en 1494 es básicamente un compendio de los saberes de la época sobre álgebra, aritmética y geometría, en el libro hay partes especialmente dedicadas a las aplicaciones de la matemática en el comercio y el sistema monetario. Pero lo que le ha asegurado un lugar en la historia del conocimiento universal es lo que se refiere a las normas contables, especialmente a lo que llamaba el “método veneciano” de partida doble, que en esencia sigue rigiendo la práctica contable hasta hoy.

La partida doble difundida globalmente por la obra de Pacioli solo ocupa 26 de las 616 páginas del libro completo, y más allá de los detalles técnicos, puede resumirse en una de las máximas célebres del fraile toscano: “Todo valor que ingresa es deudor y todo valor que sale es acreedor”.

Criado en una familia de escasos recursos, Pacioli no pudo asistir a la escuela de entonces, sino que se formó de modo autodidacta, aprovechando lo que veía de reojo en sus primeros empleos juveniles como ayudante de mercaderes y hombres de negocios, gracias a los cuales pudo finalmente acceder a casas prestigiosas de estudios superiores, donde más adelante dio clases. También fue tutor de los hijos de esos grandes mecenas que lo apoyaron, deslumbrados por su dedicación y clarividencia con las cifras y sus maravillas algorítmicas. Incluso fue asesor y confidente de duques y Papas. Una especie de Maquiavelo con ábaco y compás. “Donde no hay orden, hay caos”, fue otra de sus conocidas enseñanzas.

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La proyección internacional de la doctrina mercantil de Pacioli puede verse claramente en la dedicatoria inscripta en la estatua de mármol blanco de Carrara instalada en Sansepolcro en 1995, donde las escuelas japonesas de contabilidad no ahorran alabanzas al “patriarca” de la profesión ni augurios de gloria eterna a su legado.

Pero no todos le arrojan laureles. Entre los expertos, hace siglos que se debate tanto la verdadera importancia del aporte de la técnica de la “partida doble” al desarrollo de la economía universal, como así también la originalidad e incluso legitimidad de Pacioli como autor de la revolucionaria normativa contable.

Para algunos, la “partida doble” y sus implicancias en la teneduría de libros contables no fue mucho más que una metodología útil y renovada en la larga historia de los negocios; en cambio, para otros, la prédica de Pacioli fue decisiva en el modo en que los hombres de negocios comenzaron a pensar el dinero, la producción y el intercambio y acumulación de bienes en términos de Capital.

¿Qué aportó el método científico de anotación de entradas y salidas detallado y permanentemente balanceado? Los historiadores señalan que la aparición de los libros de contabilidad minuciosos incorporaron la idea de que el papelerío mercantil podía servir no solo como organizador del flujo comercial, sino también como documento probatorio con jerarquía legal ante el surgimiento de un litigio.

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También el carácter de relato diario del intercambio de valores a lo largo del tiempo genera el concepto de memoria histórica de la actividad económica, no solo privada sino también en la gestión pública. Se cree que el sistema de contabilidad desarrollado por los “massari” (funcionarios elegidos anualmente en la Comuna de Génova) como mecanismo fiable de rendición de cuentas para el traspaso de los saldos de caja a los sucesores en el cargo insuflaron el valor del control y la transparencia en la administración de créditos y deudas entre el gobierno local y el circuito mercantil. De hecho, el propio Pacioli elogia y recomienda la costumbre de “autenticar todos los libros de los mercaderes”, y da como ejemplo el consulado de la ciudad de Perugia.

El peligro que advierte el fraile matemático es que “muchos mercaderes llevan dos juegos de libros: uno que muestran al comprador y otro que enseñan al vendedor y, lo que es peor todavía, juran y perjuran tanto sobre el uno como sobre el otro, práctica que es absolutamente reprobable”, sermonea. Pacioli sentencia que la presentación de los libros ante algún ente certificador “hace menos fácil mentir y defraudar al prójimo”.

Esa búsqueda de credibilidad mediante la formalización y estandarización de los registros contables con un sistema de chequeo reforzado de las partidas entrantes y salientes alentaron la demanda cultural, al cabo de los siglos, de publicidad de los presupuestos públicos y de las empresas privadas. Lo cual apuntaló un factor clave para el despliegue del capitalismo de riesgo: la confianza.

Y la consecuencia asociada a esa proto-blockchain de las transacciones renancentistas fue también la capacidad potenciada de planificar a futuro, de presupuestar y armar modelos de negocios a largo plazo, lo cual en finanzas implica considerar el valor presente de retornos futuros. El desarrollo ulterior del capitalismo financiero lo dejó claro: sin futuro contante y sonante, no hay Activos, sino solamente Bienes, con valor acotado a su función inmediata.

DIVINA PROPORCIÓN

Decíamos que entre las objeciones al legado de Pacioli estaba su legitimidad como presunto “Padre de la Contabilidad”, ya que muchos lo han acusado de plagiario.

Es cierto que la teneduría de libros se venía enseñando en los principales centros comerciales europeos, especialmente italianos, y que incluso se conocían tratados sobre la técnica de “partida doble”.

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Pero el aporte fundamental de Pacioli pasa, según sus seguidores, por la sistematización, la destreza didáctica y la difusión sin precedentes de su obra. Podríamos considerar al brillante fraile como el gran “influencer” de la ciencia contable de su época.

Y en esto mucho tiene que ver la entonces reciente invención de la imprenta gutemberiana, que le permitió a Pacioli publicar cientos y miles de copias de la Summa. De hecho, el sabio franciscano estaba muy interesado en los usos de la imprenta, que era la internet del Renacimiento. Esa pasión imprentera era compartida con su otro artista amigo, un tal Leonardo da Vinci, (con quien hasta parece que soñaron abrir un ristorante, junto a otro genio, Botticelli).

Amigo y socio de Da Vinci, Luca Pacioli pensó con él usos alternativos de la máquina de prensa, como la muy necesaria acuñación a gran escala de monedas, en plena era de abundancia de metales preciosos provenientes de nuevas colonias europeas.

Pero lo que se recuerda de la influencia mutua entre Pacioli y Da Vinci es la otra gran obra del franciscano (ilustrada por su genial amigo), “De Divina Proportione”, un tratado sobre la magia del “número áureo” escondida en todas las cosas: ciencia, arte, naturaleza, Fe y, por supuesto, economía y negocios. En esa coincidencia universal creía Luca. Y parece que convenció a más de uno.

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