En una entrevista televisiva, Florencia Arietto dijo: “No se puede dejar muertos en todos los desalojos, como Maldonado, en Cuchamen, y Nahuel, en Mascardi”. La afirmación es muy grave. Tan grave fue lo expresado que Arietto debió disculparse con Patricia Bulrich (con quien trabajó en la gestión de Macri) cuando vio la interminable ola de repudios que habían provocado sus dichos. Arietto también acusó a la ex ministra de Seguridad de “doblar todas las curvas a 180”.
Entre las muchísimas repercusiones, hubo una significativa: “Lo dijimos siempre y ayer Florencia Arietto lo confirmó. Gendarmería montó una represión ilegal que terminó con la muerte de Maldonado[…]”. Eso dijo, entre otras cosas, el subsecretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla. La constatación de un error gravísimo es cuando se le da la razón a un limitado e inescrupuloso como Pietragalla.
Más allá del hecho en sí mismo, es curioso cómo en sectores y personas que integran la oposición se repiten errores que dan la pauta de que no comprenden realmente a lo que se enfrentan y que no entienden la magnitud de la batalla cultural que se debe dar. No comprenden, tampoco, los mecanismos utilizados por el kirchnerismo, que han sido una calamidad para el país, pero muy exitosos para que ellos consoliden una red mafiosa que necesita el poder para subsistir.
Cualquier respuesta o reflexión sobre el caso Maldonado que no sea afirmar que se ahogó por imprudencia o por impericia es ir contra la evidencia legal basada en una cantidad enorme de pruebas y es, además, una idiotez política que, siempre, es funcional al kirchnerismo. Cuando existe la duda, se puede aplicar una fórmula muy sencilla: todo lo que dicen los K es mentira y cuando sostienen algo de manera militante significa que a la verdad hay que buscarla en lo contrario a lo que afirman. Recomiendo este mecanismo deductivo, que es, por demás, eficaz.
El caso Maldonado fue una de las más graves operaciones kirchneristas, que tenía como fin desestabilizar al gobierno de Macri. Intentaron instalar en la opinión pública nacional e internacional que en esa administración se hacía desaparecer gente. Contaron para ello con una militancia férrea y con la estupidez de muchos neutrales. También les fue de utilidad la tibieza y el temor de muchos miembros de Cambiemos, que se sumaron a las consignas de los K o que pedían que se echara la culpa a la Gendarmería. De ese modo, se dejaron derrotar conceptualmente por la militancia K, que necesitaba de ese tipo de actitudes para desgastar al gobierno.
Las conclusiones judiciales (repito, basadas en pericias) probaron que Maldonado nunca estuvo desaparecido y que se ahogó el mismo día de los hechos. Un hecho desgraciado, sin dudas, que debería servir de prueba fehaciente acerca del accionar de los K. Nunca hubo una desaparición forzada, que era la base argumental del accionar militante kirchnerista.
Es hora de que la oposición aprenda que no es en base a ceder en la defensa de la verdad que se enfrenta a fuerzas políticas que usan el poder como una secta. Las sectas desconocen las evidencias y la opinión de los demás porque, a fin de cuentas, lo que persiguen es la imposición de ideas. No les importa la búsqueda de la verdad ni las opiniones de aquellos ajenos a la facción.
Estamos hablando de una fuerza política que adulteró los datos de un censo. Son eso. El carácter delincuencial de una fuerza política se mide en la cantidad de actos irregulares que pueden cometer. El peronismo supera cualquier prueba sobre cómo robar fondos públicos en beneficio propio. Si se altera un censo y se inflan los datos de una población se obtiene más dinero de coparticipación. Eso hicieron en La Matanza inflando el censo del año 2010. Usan los mecanismos y los organismos estatales para quedarse con el dinero público en desmedro de los demás municipios. El fraude se calcula en 85.000 millones de pesos destinados a La Matanza, lugar peronista por excelencia. Gobiernan ahí desde 1983 y el partido es fiel reflejo del accionar peronista: robar y gobernar pésimamente.
Los desafíos están claros desde siempre en Argentina. La decadencia actual tiene una característica clara. El desastre se ve con claridad y el pus de años de infección peronista sale a chorros. Sólo basta mirar la magnitud del desastre. El cine nos enseñó acerca de las persecuciones automovilísticas. En la Argentina que se viene, la del próximo gobierno, va a ser necesario hacer reformas muy duras y habrá que hacerlas muy rápido. Parafraseando a Arietto en su metáfora: habrá que tomar las curvas a 180. Eso sí, sin perder el control del auto.