Me gustaría comenzar diciendo, “Esto también pasará”, pero sería un consuelo bastante tonto pensando en los problemitas inmediatos que tenemos. Y obvio, dije “problemita”, irónicamente.
En una entrevista con respuestas muy lúcidas, como acostumbra, el politólogo e historiador Natalio Botana, afirmó que “la reconstrucción histórica de Argentina luego de décadas de declinación es el gran desafío que tenemos, como país. El problema inmediato, sin embargo, antes de hablar de reconstrucción, es qué queda en pie para empezar el arduo trabajo ante un Gobierno que está llevando adelante la destrucción del país y convirtiendo en miseria y calamidad la vida de sus ciudadanos.
Si no fuera tan grave sería gracioso ver cómo Cristina intenta un nuevo camuflaje para despegarse de este desastre que es su Gobierno. Porque este es su Gobierno. Botana, en la misma nota, llama a los peronistas “transformistas”. Es elegante en el caso de Cristina que ha puesto en funcionamiento la maquinaria más extraordinaria de mentiras para que parezca que la presidencia de Alberto Fernandez fue un accidente en el que ella no tiene nada que ver.
También entre las entrevistas de los diarios del domingo, además de la de Botana, hay una donde queda claro por qué Cristina no tiene escapatoria de este desastre aunque se disfrace de gorila y salga comiendo bananas por las calles y cuál es la nueva táctica que no por repetida deja de ser digna de descripción. Se trata del extenso reportaje que le hizo Jorge Fontevecchia a Horacio Verbitsky, usina e ideólogo del cristinismo y de Cristina y por lo tanto fuente casi directa, de la señora Kirchner. En la primera pregunta, Fontevecchia le recuerda una frase del propio Verbitsky luego de las PASO de 2019: “Es fundamental que Alberto haga un Gobierno exitoso porque si fracasa será un fracaso histórico de Cristina”, decía Verbitsky. Y estamos ante eso. Mejor descripto imposible y por sus propios dueños. El Gobierno de Alberto Fernandez es un fracaso histórico de Cristina Fernandez y una desgracia para el país.
Lo curioso es que para Verbitsky, no existe hoy tal fracaso y eso se explica porque encontró a quién culpar. Con su manía de nomenclatura, le puso un apodo muy singular a Martín Guzmán que es el nuevo culpable de todos los males para este Gobierno. Sobre el apodo volveremos más adelante.
El “Ah pero Guzmán”, fue el ardid de Cristina apenas vió que se le iba todo de las manos en los mercados con la renuncia del ministro pero hay ribetes sorprendentes en la argumentación de Verbitsky que si uno los toma, en vez de ser ayudante de cátedra de Joseph Stiglitz, Guzmán debería ser heredero de Maquiavelo. Según Verbitsky Guzmán engañó a Cristina y Alberto, los defraudó, y es el causante de todos los males porque en vez de reestructurar la deuda con el Fondo, los engañó e hizo en realidad una nueva refinanciación que es tomar más deuda. Y que incluso Alberto Fernandez le dijo a Guzmán, “me dijiste una cosa e hiciste otra”. Todo así de coloquial.
La verdad si todo se reduce a eso y las cosas son así Guzmán es un genio, porque tuvo engañados a Cristina y Alberto dos años y medio, casi tres, en los que ellos no se dieron cuenta que esto estaba ocurriendo delante de sus ojos, y obviamente nadie puede creer eso.
Un poco de memoria basta para recordar que Cristina Kirchner evitó por todos los medios cerrar tempranamente y en condiciones más ventajosas el acuerdo con el Fondo y prefirió que el país se arrastrara y perdiera dinero llegando con el agua al cuello al precipicio de otro default. El acuerdo frágil y limitado fue posible gracias a la oposición porque el kirchnerismo con Máximo por delante no lo votó y muchos de ellos decían públicamente que preferían el default. Cuando se firmaba agónicamente el acuerdo ya dejaban en claro que harían todo para incumplirlo y lo que vino después fue eso: acelerar la tarea de demoliciones. Este desastre de inestabilidad lo hicieron ellos a la luz del día.
Y así como usaron el acuerdo para evitar el default pero decididos a no cumplirlo, ahora volvieron a intentar el juego a dos puntas. Aterrada por la disparada del dólar luego de que Guzman se fuera sin que lo echen y mientras ella hablaba, Cristina puso en escena otra obra teatral que es la de la ministra Batakis prometiendo orden fiscal algo que los mercados claramente no les creyó nadie y el dólar sobrevuela los 300 pesos por algo muy simple: no sólo son mentirosos seriales, sino que al tiempo que prometen orden fiscal sólo siguen buscando gastar más e imprimir más aunque la inflación sea un incendio, esta vez con el nuevo plan platita que se llama “salario universal”. Quién puede creer que tienen ánimo de orden fiscal. El salario universal costaría un billón de pesos. Es un millón de millones de pesos. Confunde hasta para escribirse semejante número que consta de un 1 y ocho ceros por detrás. Menos mal que la nueva ministra deja trascender que no hay plata. Como también deja trascender que la faltante de dólares es desesperante, aunque no dice que no habría faltante de dólares sino se gastara miles de millones en los barcos importadores de gas de Cristina.
Así están las cosas de esquizofrénicas: Cristina busca despegarse del Gobierno pero tomó ella misma el control del Gobierno. Los hilos quedaron tan a la vista que un día de estos se le ven en el puño al presidente.
Les decía que Verbitsky en su defenestración de Martin Guzmán le puso un curioso apodo. Ya no le dice por el nombre, sino que lo llama Mr. Magoo. ¿Se acuerdan de Mr Magoo? Era ese personaje de dibujitos, un viejito calvo que padecía una tremenda miopía y se negaba con empecinamiento a admitir el problema mientras hacia desastres a su paso como si nada. La miopía, es un mal de la vista por el cual sólo se puede ver los objetos cercanos, pero se ve borrosos los que están más allá. Y la realidad es que a Mr. Magoo lo pusieron ellos. Y que haya durado en su cargo, sólo se explica que tenía alguna utilidad para Cristina, y esa utilidad era jugar a dos puntas. Generar expectativas de moderación mientras por lo bajo se dedicaban a hacer más de lo mismo: populismo puro. Hasta que empezó a notarse demasiado y hasta que se quedaron sin plata, fundiendo a todos los argentinos por ser no sólo una máquina de incertidumbre sino los responsables de una inflación que se acerca en velocidad crucero a un registro en tres cifras a nivel anual y en la que la sombra de la hiper es cada vez menos una silueta borrosa y más un meteorito grande y cercano.
Hablando de distorsiones visuales, y con perdón de los miopes, este Gobierno además de llevar al país a la ruina, nos dice todos los días en la cara que son mentira los males que nos producen. No hay inflación, no hay pobres, no hay miseria. Y no es que sean ciegos, ni que no quieran ver. Es que además de hacer daño no tienen el mínimo respeto por quienes mantienen con su trabajo lo que queda de este país.
Pero más allá de eso, vivimos días tan desesperantes como insalubres, porque la aceleración del deterioro es brutal. Y lo que hace el Gobierno no es gobernar para que las cosas mejoren. El objetivo del Frente de Todos es aprovechar lo que les queda en el poder para rapiñar, para intentar quedarse o para asegurarse una base de resistencia si el 2023 como todo indica se les viene la noche. La cuestión es que el mientras tanto, es un calvario para los argentinos, que ya no sólo temen por el futuro sino por las próximas 24 horas. Y sólo queda estar muy atentos ya que el populismo sin plata, sólo se radicaliza. No admiten responsabilidades, buscan culpables, insisten con sus recetas y se radicalizan. Argentina tiene límites institucionales en el equilibrio del Congreso y en la Corte. Pero ya sabemos que la desesperación de los impunes sólo los lleva a buscar más y más impunidad, de la manera que sea. Y ese fue siempre el plan de Cristina.